Uno de los grandes fracasos no reconocidos en el sexenio pasado fue el de la campaña para enfrentar el sobrepeso, la obesidad y la diabetes.
Por Roberto Morán*
Algunos se sintieron regañados. El presidente López Obrador dijo en un discurso en su gira por el sureste que “no se trata de comer cosas exóticas, extravagantes, caras”. Hablaba de qué se necesita para apoyar más al campo mexicano.
En redes sociales, muchos se enojaron porque parecía que el presidente estaba dando un sermón sobre la austeridad y desde el gobierno amenazaba con reducir las opciones. Y ya no escucharon la siguiente parte del mensaje, una recomendación de consumir más productos tradicionales, como frijol y tortillas.
La idea tiene un rato rondando. Si se consumen más productos tradicionales, de acuerdo con la temporada del año y cosechados cerca de donde se vive, tendremos la solución para tres problemas:
- Habría menos sobrepeso y obesidad, porque se podría tener una mayor diversidad en la dieta que la que ofrecen los productos uniformados e industrializados
- Se reduciría el agotamiento de los recursos naturales, porque se cuidaría más la vocación de los suelos.
- Se combatiría el desempleo al generar más trabajos para los agricultores.
Además, si las clases altas redujeran su consumo de cosas exóticas y extravagantes también disminuirían su huella ecológica por el transporte del caviar desde Rusia o Alaska.
El mensaje se confunde con otros que ha dado el presidente: hay que ser buenos, no mentir, portarse bien y no tener ambiciones tan desmesuradas como un segundo par de zapatos.
Pocas veces dice cuál será el premio por ese buen comportamiento. Solo ha aventurado dos incentivos: alcanzar la felicidad, como el hombre sin camisa del cuento de Tolstoi, o reducir el riesgo de contagiarse de coronavirus, una promesa que todavía necesita validación científica.
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Si al presidente no le cayeran tan mal los economistas, tal vez podría valerse de ellos para que le ayudaran a difundir sus mensajes de cambio. ¿Qué le pueden recordar?
1. Todos necesitamos incentivos. En el cuento de Tolstoi, los médicos le recomendaron al zar ponerse la camisa del hombre más feliz, pero resultó que este no tenía camisa.
Los emisarios del zar lo encontraron descansando junto al fuego de su casa, rodeado de su numerosa familia y satisfecho por el trabajo del día.
¿Se dan cuenta que el hombre feliz tenía fuego, casa, familia y trabajo? Y es probable que su felicidad viniera también de ser un hombre querido y respetado en su familia y en su pueblo.
Es decir, tenía el status que necesitaba. He ahí su incentivo. Tal vez el premio que alguien busca no es tener ropa de diseñador italiano, pero sí ser tan importante que puede leerle cuentos con moraleja a toda una nación.
2. Los incentivos tienen que ser en el momento adecuado. Las marcas de cigarros lo saben muy bien. Por más que en las cajetillas aparezcan fotos de ratas muertas y advertencias de lo malo que es fumar, siempre habrá quién las compre mientras estén a la vista de todos, en las cajas de las tiendas.
Lo mismo con la comida saludable: si no está donde se vea, nadie la va a consumir. Fumar o comer bien tienen sus recompensas, aunque fumar tenga más efectos negativos que positivos. Pero los cigarros y las verduras deben estar disponibles para que se antoje.
3. Un código de conducta compartido por todos nos ayuda, sí, a portarnos de manera que beneficiamos a la sociedad. El economista Dan Ariely ha encontrado que mencionar los 10 mandamientos al principio de un examen disminuye la posibilidad de que los estudiantes hagan trampa, aun cuando no sean creyentes.
Uno de los grandes fracasos no reconocidos en el sexenio pasado fue el de la campaña para enfrentar el sobrepeso, la obesidad y la diabetes. Se invirtieron millones de pesos en spots y en varios mensajes para decir “chécate, mídete, muévete” y en realidad hubo muy pocos cambios de hábitos.
Ni empezamos a comer mejor, ni nos movimos más y mucho menos nos checamos. Para que no repitamos ese error, más vale escuchar ahora sí a los economistas: Necesitamos que nos orienten, no que nos regañen.
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*El autor es director de Contenidos de Editorial Televisa
Las opiniones de este artículo son responsabilidad del autor e independientes de la línea editorial y postura de Fortune en Español.