Las instituciones educativas y las escuelas de negocios juegan un papel decisivo: formar y reentrenar a los líderes y a los emprendedores post COVID-19.
Por Santiago Iñiguez de Onzoño*
Los estrategas empresariales utilizan el concepto de “cisne negro” para referirse a aquellos acontecimientos sorpresivos, que pueden transformar dramáticamente un sector de negocio, o la entera economía.
La metáfora hace referencia a la rareza de los cisnes negros. Son acontecimientos imaginables que, por su baja probabilidad, son difícilmente predecibles. Las pandemias entran en esta categoría de fenómenos y la crisis del coronavirus es uno de sus epítomes.
Nuestro mundo vive circunstancias especiales, las más desafiantes de las últimas décadas, que ponen a prueba la resistencia de muchos sectores y empresas, especialmente las más vulnerables: las pequeñas y medianas, así como los trabajadores autónomos.
Por otro lado, también es el momento de contrastar la resiliencia de directivos y emprendedores, nuestro coraje y nuestra capacidad para tomar decisiones sensatas, en circunstancias de máxima incertidumbre.
Se hacen especialmente relevantes todas las capacidades asociadas con el liderazgo. La iniciativa emprendedora, la formulación de una visión de futuro, aunque los escenarios que se evalúen sean impredecibles, la motivación de las personas que trabajan con nosotros, y la determinación para implementar acciones, de forma ágil y efectiva, corrigiendo la dirección si es necesario.
En coyunturas como la actual, comprobamos el acierto de la afirmación darwiniana: no sobrevive el más fuerte ni el más grande, sino el que tiene mejor capacidad de adaptación.
El reto se llama aprender a desaparecer
Las situaciones de crisis también generan oportunidades para desarrollar nuevas iniciativas. Son el entorno donde los emprendedores nativos identifican nuevas ideas de negocio.
También el contexto en el que surgen múltiples emprendedores supervivientes: economistas explican que cuando aumenta el desempleo se incrementa el número de empleados por cuenta propia. Sin duda, una de las consecuencias de la crisis actual va a ser el auge del emprendedurismo.
En este escenario, las instituciones educativas y las escuelas de negocios están llamadas a desempeñar un papel decisivo. Nuestra misión como formadores de los líderes del futuro ha de ligarse a objetivos, como dotar de herramientas y desarrollar nuevas habilidades: las que sirva para llevarse de una industria a otra.
Además, hay que ayudar a reconstruir un sistema de gobierno global, que permita una integración efectiva y pueda hacer frente de manera rápida a retos como las pandemias.
Creo que el futuro de la educación, y del trabajo, tendrá una naturaleza más híbrida. El aprendizaje en clases presenciales se complementará con múltiples recursos educativos, síncronos y asíncronos, para facilitar una mayor flexibilidad y adaptación a la personalidad y las circunstancias del estudiante.
En este entorno educativo transformado, la educación tendrá un mayor impacto, tanto para desarrollar ciudadanos globales.
*El autor es presidente de IE University.
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