Los retos de la economía mexicana frente a la crisis no son nuevos. Aquí el diagnóstico y algunas propuestas para revertir la caída.
Por Dave Lafferty*
La crisis del nuevo coronavirus ha arrastrado a los mercados emergentes a la turbulencia.
El impacto a la demanda global ha castigado a los productores de materias primas, mientras que la guerra por los petroprecios entre Arabia Saudita y Rusia hundió los precios 50% este año; en tanto, las demandas de liquidez de los inversionistas y la salida de capital han llevado al dólar a las alturas.
Las tendencias son aún más peligrosas para México, que tiene reservas petroleras y una divisa que está altamente apalancada en la liquidez del dólar de Estados Unidos.
Hace unos cuantos años, el PIB de México marcaba 2.5%, mientras que el consumo privado estaba cercano a 4%; el petróleo se cotizaba en casi 50 dólares por barril y el expresidente Peña Nieto estaba en medio de una amplia y agresiva campaña de reformas estructurales.
En tanto, México seguía siendo un atractivo destino para el capital gracias a su calificación crediticia de grado de inversión y atractivas tasas de interés real.
Sin embargo, en fechas recientes, el panorama para México se ha oscurecido. El crecimiento se estancó en 2019 y la confianza empresarial cayó con la elección de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) como mandatario.
La inversión fija se obstaculizó durante el primer año de AMLO en la presidencia y cayó de +1 a -4% o menos, además de que la retórica contra el libre comercio y la inmigración del presidente Trump ciertamente contribuyó a la desaceleración. Las autoridades mexicanas todavía deben desarrollar un plan creíble para abordar los problemas de Pemex.
Contrario a la mayoría de los líderes, el presidente López Obrador ha suspendido el estímulo fiscal ante el brote del virus. Canalizar los escasos recursos a la población en pobreza y mantener la disciplina fiscal son metas loables, pero ahora no es el momento de escatimar el apoyo que tanto necesita el sector empresarial.
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El Banco de México aún tiene bastante margen para recortar su tasa de interés. Las tasas de referencia mexicanas siguen siendo altas con respecto al resto del mundo, y en un entorno donde los tomadores de decisiones monetarias y fiscales mueven montañas para aliviar las presiones recesivas de la pandemia viral, México parece estar en otro canal.
Para los inversionistas, los riesgos se han elevado de manera significativa. Las ganancias en la Bolsa Mexicana de Valores deberán estabilizarse un poco más.
Las valoraciones siguen siendo atractivas y el índice cotiza por debajo de 12x en términos de ganancias futuras –el nivel más barato desde la Gran Crisis Financiera–, pero esto difícilmente hace único a México. Si bien las valoraciones mexicanas son decentes, también son poco atractivas.
Tal vez lo más preocupante es el mercado de bonos: los rendimientos siguen siendo relativamente atractivos, pero la calidad del crédito es cada vez más un problema.
La calificación BBB de México se percibe muy vulnerable y los legisladores harían bien en enfocarse en minimizar el daño del coronavirus y desarrollar una estrategia de crecimiento a más largo plazo después de las medidas de contención.
El gasto del gobierno deberá enfocarse en áreas que promueven una productividad estructural a largo plazo. Hasta que eso no suceda, los inversionistas globales seguirán siendo cautelosos al asignar activos en México.
*El autor es Estratega en jefe de Mercados de Natixis IM.
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