La administración Trump plantea un Estado Palestino con presencia de fuerzas israelíes en tierra, sin soberanía sobre su espacio aéreo ni sus puertos
Por: Enrique Paredes*
“Quiero que éste sea un gran trato para los palestinos, tiene que ser” –dijo el presidente Trump acompañado del primer ministro israelí Benjamin Netanyahu al presentar la iniciativa de paz elaborada por su yerno judío Jared Kushner– “esta podría ser su última oportunidad”– no había nadie de la Autoridad Palestina presente.
La administración Trump plantea un Estado Palestino con presencia de fuerzas israelíes en tierra, sin soberanía sobre su espacio aéreo ni sus puertos (Israel los controlará por motivos de seguridad). Si el Estado Palestino quisiera ingresar a una organización internacional, necesitaría autorización de Israel.
El status quo en Jerusalén continuaría, es decir, Israel decide en su frontera quién sí puede entrar y quién no.
Una vez adentro, los sitios de adoración de las tres religiones están abiertos para quien los quiera visitar, con la excepción de la mezquita, a la que sólo pueden ingresar musulmanes. La idea de una capital compartida desaparece, Jerusalén sería la capital no dividida de Israel.
Para la cuestión de los asentamientos ilegales israelíes (así los califica la Asamblea General de la ONU) se propone una compensación: tierras desérticas en el Negev como pago por los asentamientos en terreno fértil, que quedarían legalizados.
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En cuanto a los refugiados, Israel no tomaría ni uno y el Estado Palestino no aceptaría los que su pequeñísima infraestructura no aguantara, los que regresaran al Estado Palestino tendrían que ser aprobados por Israel, por cuestiones de seguridad.
Estados Unidos crearía un fondo de ayuda para los palestinos que se ejecutaría de manera conjunta con el Estado Palestino, la Agencia de la ONU para los refugiados palestinos (que actualmente provee servicios básicos a los refugiados) desaparecería.
Los refugiados que no ingresen al nuevo Estado Palestino deberían ser integrados en los países árabes en los que se encuentren (ellos también tendrían que aceptar el plan).
LOS INCENTIVOS ECONÓMICOS
Con la iniciativa se abrirían espacios para hacer desarrollos turísticos en Jerusalén y en el Mar Muerto que atraerían inversiones. Habiendo sido resuelta la cuestión, aumentaría la certeza jurídica sobre las propiedades y por lo tanto disminuiría el riesgo de inversión, haría al Estado Palestino más atractivo para los desarrolladores.
En cuanto a intercambios comerciales, Estados Unidos y Jordania firmarían un acuerdo de libre comercio con el Estado Palestino, pero Israel no.
Se abrirían puertos palestinos para facilitar el comercio y los ingresos aduaneros serían para el Estado Palestino, pero las mercancías tendrían que ser aprobadas por Israel. Jordania daría acceso al Estado Palestino al Mar Rojo por el Puerto de Aqaba, por donde podría entrar mercancía de los países del Golfo y asiáticos.
El plan también prevé infraestructura, después de cinco años se podría construir una isla-puerto-pista de aterrizaje en el mediterráneo para que Gaza se conecte comercialmente con el mundo. Israel mantendría soberanía en aire y mar (además del control de las mercancías).
La firma del acuerdo daría luz verde a la construcción de un túnel que conectaría la Franja de Gaza con la Ribera Occidental, se construirían hospitales para que los habitantes del Estado Palestino tengan acceso de primer nivel a la salud.
El financiamiento para la infraestructura no está claro. Se sabe que Israel y Palestina no contribuirían al “Fondo Internacional”, pero no se sabe quién sí ni en qué cantidades. De forma vaga, la administración Trump calcula que el plan detonaría inversiones por 50,000 millones de dólares.
Palestina está dividida geográfica y políticamente, en Gaza gobierna Hamás, el partido político y organización terrorista que desconoce el derecho a existir de Israel. La Ribera Occidental es gobernada por la Autoridad Palestina, que propone una solución de dos Estados conforme a los acuerdos de Oslo, a ambos la propuesta de Trump les pareció inaceptable, por lo menos en eso están de acuerdo.
En el “trato del siglo” ganó en menor medida Trump, quien complació a sus más fervientes votantes, los evangélicos cristianos de Estados Unidos, quienes curiosamente otorgan apoyo incondicional a Israel y a los asentamientos, también desvió la atención de su juicio político.
En mayor medida ganó la derecha israelí. Por un lado Netanyahu (acusado por corrupción) busca reelegirse con el argumento de que tiene a Estados Unidos totalmente de su lado, por otro, su principal contrincante Benny Gantz prometió en campaña implementar el plan Trump.
Todo apunta a que el mundo verá a Palestina “aprovechar” en contra de su voluntad y a punta de bala (de plomo o de hule), la generosa “oportunidad”.
Las opiniones de este artículo son responsabilidad del autor e independientes de la línea editorial y postura de Fortune en Español.
*Doctor en paz y conflictos por la Universidad de Granada, exdiplomático, profesor de la UNAM y experto en Medio Oriente.