La educación financiera no tiene sentido si no se entiende como un vehículo que permita a las mujeres, como fin último, la inclusión económica y social.
Por Marisol Fernández Alonso*
Son las mujeres las que asumen la mayor responsabilidad de los cuidados y crianza de los hijos, toman decisiones sobre la asignación de recursos del hogar y desempeñan un rol fundamental en la transmisión de hábitos financieros a su descendencia. Por ello, necesitan contar con habilidades financieras adecuadas no sólo para ellas, sino también para las generaciones futuras.
En ese sentido, las mujeres presentan una situación más vulnerable en el mercado laboral con respecto a los hombres.
En 2017, México reportaba una de las tasas más bajas en cuanto a participación de la mujer en el mercado laboral. Sólo el 47% de las mexicanas tenían participación, en comparación con el 67% en países como Chile, Colombia y Brasil.
Dichas cifras están representadas por empleos informales, con poca protección social y bajos ingresos. A esto se suma la brecha de ingresos, ya que, por una misma responsabilidad en el trabajo, las mujeres perciben 16% menos que los hombres.
Aunado a esto, las mujeres viven más que los hombres, sin embargo, tienen vidas laborales más cortas y con menores ingresos, los cuales tienen que ser ahorrados para la vejez.
Por ello, necesitan adquirir habilidades financieras, así como la confianza para participar en actividades económicas y toma de decisiones, tanto dentro como fuera del hogar. La educación financiera es necesaria para mejorar la gestión de la economía del hogar y las finanzas personales.
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Sin embargo, las mujeres en condiciones de pobreza tienen menos conocimiento y acceso a productos financieros formales. Con base en los recientes estudios realizados con la Fundación de Cajas de Ahorro Alemanas y el ITAM, comprendimos las brechas y necesidades de educación financiera específica que requieren las mujeres de nuestro país.
Son las mujeres sin estudios o con educación trunca las que más carecen de conocimientos financieros.
Las diferencias socioeconómicas entre géneros, y particularmente las brechas de ingresos, influyen directamente en los conocimientos y comportamientos de las mujeres para ahorrar y cubrir gastos.
Lo anterior habla de la importancia de profundizar en la implementación de iniciativas de educación financiera para niñas y mujeres, tales como:
- Tomar en cuenta necesidades y circunstancias específicas del perfil de cada mujer y las barreras que puedan tener para acceder a los programas.
- Identificar “momentos de enseñanza” y contextos de aprendizaje, incluidas escuelas, lugar de trabajo, comunidades y grupos de autoayuda.
- Combinar la educación financiera con productos financieros formales para mejorar el acceso a la economía y oportunidades financieras.
- Evaluar los programas de educación financiera para identificar cualquier divergencia en las expectativas, preferencias de aprendizaje y resultados entre participantes masculinos y femeninos.
La educación financiera debe estar pensada para que las mujeres mexicanas fortalezcan sus habilidades, de manera que puedan reducir deudas, aumentar ahorros, exigir un trabajo digno, y emprender su propio negocio.
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La educación financiera no tiene sentido si no se entiende como un vehículo que permita a las mujeres, como fin último, la inclusión económica y social.
*Directora de Inversión Social de Nacional Monte de Piedad.
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