Compensar la falta de ingresos públicos con ahorros es delicado porque estos últimos no son una fuente de financiamiento sostenible.
Por Mariana Campos*
Uno de los resultados más presumibles del primero año de la administración de
Andrés Manuel López Obrador, mejor conocido como AMLO, es la “flamante”
disciplina fiscal reportada en los informes de cierre fiscal de la Secretaría de
Hacienda.
Mirando los datos, sabemos que al cierre de 2019, los balances público y primario del Sector Público (que incluye a Pemex, CFE, IMSS e ISSSTE) presentaron una mejor posición en comparación con la posición que había sido autorizada para 2019 por el Congreso a finales de 2018.
Hasta ahí bien. Pero la realidad es que para entender los desafíos que enfrentaremos en 2020, vale la pena alejarnos de la superficie y analizar esos resultados de manera más profunda, porque sí hay otra historia.
Sí, durante 2019 el balance público resultó 20% mejor que su meta para el periodo de enero a diciembre, ya que éste fue de -398,000 millones de pesos (mdp), cuando la meta establecida para dicho periodo era de -503,000 mdp.
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De igual forma, el balance primario del SP mejoró en 12% respecto a su meta calendarizada, ya que fue de 275,000 mdp cuando se tenía aprobado uno menor de 245,000 mdp.
Pero, ¿cómo fue esto posible en un escenario en el que lo ingresos petroleros y por IVA e ISR sumaron un faltante de casi 300,000 mdp?
Los balances presentaron dicha mejoría en parte porque ese faltante fue compensado por las transferencias que el gobierno le envió a Pemex (+97,000 mdp) para mejorar la situación financiera de su empresa, y por el otro lado liquidó (usó) 50% de los ahorros acumulados en sexenios anteriores en el conocido Fondo de Estabilización de los Ingresos Presupuestarios (FEIP), que reside fuera del presupuesto.
En total, el gobierno mejoró sus balances con una inyección de recursos de 222,000 mdp.
Hay dos preguntas clave que se desprenden de esta situación: ¿qué fue lo que precipitó la debilidad en los ingresos petroleros y en la recaudación por IVA e ISR?, y ¿qué tan posible es observar algo así durante 2020? Lamentablemente creo que sí es bastante probable observar algo así en 2020.
La caída de los ingresos petroleros se asocia al nivel de producción y al de precios. Este último se ha mantenido relativamente bajo desde 2015 y sin repuntes definitivos.
No se esperan grandes cambios, vaya ni el gobierno que trae una mirada optimista espera un gran cambio en esta variable. Por el lado de la producción de crudo no hay buenas noticias, pues cayó 53% de 2012 a 2019. Tan sólo en el primer año de gobierno de AMLO cayó 7.2%. Pero el gobierno espera que en 2020 no sólo no siga cayendo, sino que se recupere al grado de aumentar 16%, algo que se ve poco probable, especialmente porque no se está invirtiendo lo suficiente en la empresa para que así sea.
Los ingresos tributarios fueron afectados por el nulo crecimiento observado en 2019, pues son resultado de la actividad económica, y si ésta se debilita también la recaudación.
Para 2020 también esperamos debilidad en estos ingresos, pues el crecimiento económico no se espera en más de 1%, es decir, sólo la mitad del 2% asumido en el presupuesto. Esto podría ocasionar menores ingresos por cobro de IVA e ISR a los programados.
El posible faltante de ingresos por las situaciones aquí comentadas tendría que ser de nuevo compensado con ingresos derivados del ahorro, lo que podría llevar al gobierno a agotarlos en este año.
Definitivamente no son una fuente de financiamiento sostenible. Aunque el presidente se niegue a abrir esta discusión más allá de la rifa, creo que no va a tener de otra. Al mal paso darle prisa.
*Coordinadora del Programa de Gasto Público y Rendición de Cuentas de México Evalúa
Las opiniones de este artículo son responsabilidad del autor e independientes de la línea editorial y postura de Fortune en Español.
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