La polémica por la construcción de una planta de Constellation Brands en Mexicali trae a cuenta temas como la productividad del líquido y el impacto ambiental.
Por Roberto Morán*
En esta esquina, nuestras bellas tradiciones y los campesinos buenos que riegan el hermoso campo para transformarlo en alimentos.
En esta otra, las grandes multinacionales que secan y contaminan nuestros ríos para producir mercancías caras e inútiles. Listo. Ya sabemos a quién entregarle el agua.
Esta decisión de cuento de hadas no es viable. Comparado con otros países, México tiene poca agua por habitante. La que tenemos en los ríos la contaminamos y la disponible la cobramos muy barata: a 0.49 dólares por metro cúbico contra 6.49 en Dinamarca.
Y es todavía más barata para la producción agrícola: en el riego, prácticamente solo se cobra una tarifa especial, subsidiada, obviamente.
La agricultura usa entre 75% y 80% del agua dulce disponible. Los economistas y otros científicos proponen asignarla según la capacidad del agricultor de convertirla en alimento, con el concepto de productividad del agua.
La competencia por el recurso también incluye el uso doméstico y el industrial. Para destinarla a uso industrial también hay que medir el valor que generará.
Esta discusión tan teórica se acalora en Mexicali. Constellation Brands busca instalar una cervecera, que consumiría casi 7% del agua del municipio, a su máxima capacidad.
También lee: Las ganancias millonarias del agua embotellada en México
Por otro lado, están los productores de trigo, por debajo de los estándares internacionales en la eficiencia del consumo de agua. Se calcula que no aprovechan casi la mitad del agua.
En total, pagarán por el uso de agua, alrededor de 0.012 dólares por metro cúbico contra los 0.12 dólares que pagan los agricultores de Israel y utilizarán 30% más agua por hectárea.
Mientras más caro es algo, más se cuida. Para que los agricultores mexicanos fueran más productivos tendrían que hacer más inversiones.
Si se empieza a cobrar más por el agua para el uso agrícola se dejaría fuera a muchos agricultores que no tienen el capital o la capacitación para transformarse. Entonces solo se permitiría que usaran el agua los más privilegiados hasta ahora, con lo que se ahondarían las diferencias sociales.
¿Regalar el agua es la solución? Hay muchos mercados repelentes, como les llama el Nobel de Economía Alvin E. Roth. Entre ellos está el de la salud.
No puedes cobrarle a los más pobres lo que cuesta la atención médica pero tampoco puedes regalarla a todos. Igual, si se regala el agua se corre el riesgo de darla demasiado barata a alguien que no la aprovecha.
¿La solución sería darle el agua a la cervecera? Es probable que en lugar de sacarle un provecho de 10 o 14 pesos por metro cúbico, con la cerveza se obtengan 300 pesos por metro cúbico, con lo que se generan empleos y se recaudan impuestos.
No tan rápido. Eso encarecería el agua para consumo humano y… ¿Quién paga por recoger los envases y los vasos rotos?
Para que la cervecera pudiera aprovechar el agua del subsuelo, necesitaría un mecanismo de mercado más eficiente.
Que le comprara a los agricultores parte de sus derechos de agua para poder intercambiarlos con productores industriales que sí pueden usar agua con mayor salinidad.
Y entonces sí, regresarle a la ciudad y al consumo humano. Cualquiera que sea la solución, el mercado podría ayudar. Pero habría que tomar en cuenta no solo la ganancia ahora, sino el impacto ambiental. ¿Qué tan listos estamos para eso?
*Director de contenido editorial de Editorial Televisa
Las opiniones de este artículo son responsabilidad del autor e independientes de la línea editorial y postura de Fortune en Español.