La incertidumbre y la volatilidad han fomentado el desinterés de las empresas en cotizar en el mercado bursátil. José Oriol, director de la BMV, dice por qué deben fijarse en ella.
Por Ángel Gómez
En más de un siglo de operaciones, la Bolsa Mexicana de Valores (BMV) ha transitado por situaciones complejas, desde la Revolución, depresiones económicas, múltiples cambios de gobierno y, ahora, una transición tecnológica de dimensiones globales.
En el piso ocho del emblemático edificio de la BMV, en el corazón financiero de la Ciudad de México, está la oficina de José Oriol Bosch, que lleva la batuta de la empresa desde el 1 de enero de 2015.
Habla de todos los datos del sector financiero sin consultar sus apuntes, una habilidad perfeccionada durante dos décadas como miembro del equipo directivo del banco J.P. Morgan en Wall Street.
Su reto no es sencillo. Hoy, 150 empresas tienen acciones listadas en el mercado de capitales, aunque se estima que en México operan casi cinco millones de micro, pequeñas, medianas y grandes organizaciones.
El potencial sigue latente a la espera de más interesados en obtener financiamiento a través de esta institución privada, pero las barreras emergen una tras otra.
“Casualmente, en México vamos a cumplir dos años sin una colocación y teniendo dos Bolsas”, dice José-Oriol Bosch Par, director general del Grupo Bolsa Mexicana de Valores (BMV).
El 25 de julio de 2018, la nueva Bolsa Institucional de Valores (BIVA) inició operaciones. Bosch había anticipado que su aparición propiciaría la división de un mercado con pocas empresas listadas, pero también un aumento en el costo de conectar los sistemas del nuevo ente financiero.
“Al día de hoy, los costos han sido muy altos para las casas de bolsa, y estos costos han tenido un impacto negativo en el mercado”, agrega el ejecutivo.
La llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos, con posturas comerciales extremas y un discurso antimexicano, es uno de los principales detonantes de la volatilidad en los mercados que incrementó la aversión al riesgo y disminuyó el ánimo de las firmas a buscar recursos en la bolsa.
Dado ese escenario, algunas compañías retrasaron o declinaron en su intento por cotizar en el mercado.
Un ejemplo fue la mexicana productora de bebidas alcohólicas José Cuervo, que desfasó su colocación en 2016 y salió a bolsa hasta febrero de 2017, todo con el objetivo de evitar la volatilidad tras la victoria de Trump.
Entre 2007 y 2017 se listaron en promedio cuatro empresas cada año en la BMV. La cifra contrasta con cero colocaciones entre 2018 y 2019.
El riesgo de una menor valuación en el precio de sus acciones, constantes cambios en el entorno local y global y la reticencia –ya conocida– de las organizaciones a hacer pública su información, intensificaron el desinterés de las empresas.

LA PROMOCIÓN COMO ESTRATEGIA
La sequía de Ofertas Públicas Iniciales (OPI) aceleraron la estrategia de Oriol y su equipo de difundir entre las organizaciones la necesidad de contar con un gobierno corporativo, sobre todo entre aquellas que tienen el tamaño adecuado y analicen la posibilidad de llegar al mercado de capitales o de deuda.
“Creemos que el número de empresas que hay con potencial es de varios miles, entonces claramente en México podríamos tener el objetivo que, de 150 empresas, nos fuéramos a 500 o 1,000 firmas.
Existen las compañías que tienen el tamaño y que pueden requerir financiamiento”, añade Bosch.
El trabajo de promoción en distintos espacios es intenso y en éste, además de invitar a las empresas a sumarse, hace énfasis en la variedad de instrumentos bursátiles es los que pueden participar.
En total, hay 450 emisoras participantes, de las cuales 150 tienen oferta de acciones, 200 cuentan con certificados bursátiles de largo plazo, 20 de corto plazo, 70 con Certificados de Capital de Desarrollo (CKDes), 20 Certificados de Proyectos de Inversión (Cerpis) y tres Fideicomisos de Infraestructura y Bienes Raíces (Fibras).
Los inversionistas tienen la alternativa de contratar acciones o papeles de deuda, y ahora la diversificación ha traído instrumentos especializados en medio ambiente, infraestructura e incluso la posibilidad de comprar títulos de firmas en mercados extranjeros a través del Sistema Internacional de Cotizaciones (SIC) (ver recuadro).
La necesidad de impulsar la cultura financiera en México es otra prioridad en la agenda de la Bolsa en la cual trabaja Oriol.
A marzo de 2019, en México había 273,633 contratos de cuentas de inversión en casas de bolsa en México según datos de la Comisión Nacional Bancaria y de Valores. Se trata de 0.49% de la población económicamente activa al primer trimestre de este año, de acuerdo con datos de Inegi.
La participación es reducida y el mercado potencial es muy amplio.