El recorte en la tasa de referencia de la Reserva Federal tendrá un efecto menos importante en México que otros factores que preocupan más a los inversionistas.
Por Dave Lafferty vicepresidente senior y jefe de Estrategia de Mercados de Natixis IM
Desde la crisis financiera global, la política de la Reserva Federal de EE.UU. ha impulsado las fortunas de muchos mercados emergentes.
Ciertamente, México no ha sido inmune. Si bien esta tendencia tal vez continuará durante todo el resto de 2019, otras iniciativas en políticas podrían tener un efecto mayor en los portafolios de cara a 2020.
Aunque muchos creen que la Fed se está embarcando en un ciclo prolongado de recortes a las tasas, vemos a nivel global condiciones económicas lentas pero todavía no recesivas.
Como resultado, no pensamos que la Fed está en modo de reducción de tasas por una emergencia, sino que en su lugar está intentando reanimar de algún modo a una economía que está aletargada.
Nuestro escenario base es que la Fed recortará la tasa diaria en 2019 en octubre o diciembre, dependiendo de cómo vayan presentándose los datos hacia finales de año.
Para protegerse, la Fed podría desempeñarse con más agresividad si las condiciones se deterioran de súbito, pero por ahora un modesto ajuste en la dirección deberá ser menos disruptivo para los mercados globales.
Desde una perspectiva a futuro, el cambio de rumbo de la Fed deberá tener repercusiones
relativamente modestas en México, pero otras variables quizá jugarán un papel más expansivo. De manera externa, el destino del nuevo tratado comercial entre México, EE.UU. y Canadá (T-MEC) es un factor importante.
Ante el deterioro de las relaciones comerciales entre EE.UU. y China, tanto el presidente Trump como el primer ministro Trudeau necesitan del acuerdo para obtener algo de
impulso para sus respectivas elecciones.
Como resultado, esperamos que el tratado sea ratificado más tarde aún en el presente año o a principios de 2020, eliminando la gran incertidumbre que ha estancado a la economía mexicana y debilitado al peso durante los últimos dos años.
Al interior, el presidente López Obrador también ha enfrentado varios problemas.
Desde su victoria en las elecciones, la posterior cancelación del proyecto del nuevo aeropuerto en Texcoco lo ha puesto en contra de los líderes del sector privado.
Además, la incapacidad de elaborar un plan sostenible para Pemex tiene preocupados a inversionistas y agencias calificadoras.
La inversión en renta fija se ha debilitado y los inversionistas extranjeros necesitan tener confianza en que la visión populista de AMLO no castigará al negocio.
Lo cierto es que él no tiene la culpa de la caída en la producción y precios del petróleo, pero deberá lograr algún avance. En colaboración directa con Carlos Slim, el reciente acuerdo sobre los contratos de los gasoductos es un paso adelante.
Los mercados han reaccionado en semanas recientes con un aumento en el precio de las acciones, menos rendimiento en los bonos, diferenciales más estrechos y un peso fortalecido.
Si el crecimiento se desacelera, las tasas de interés reales en 4 % permitirán un margen significativo para que Banxico flexibilice su política si es necesario. Tal vez el cielo esté empezando a despejarse.
La volatilidad de los mercados globales seguirá siendo elevada hasta fin de año. México no puede descuidarse.
El progreso logrado en el sector comercial, energía y un entorno más amigable para las empresas deberá respaldar los niveles de los activos en 2020, sin importar qué tan agresiva sea la Fed.