“Vivimos una triste realidad, sin comensales, sin ventas y con gastos que se acumulan día con día”, dice Raúl Ramírez, director de la firma.
Por Arantzatzú Rizo
Seis de los 19 restaurantes de El Bajío, en la Ciudad de México y su zona conurbada, dejaron de operar al público, el resto sigue “a media cortina”, con mesas replegadas en un rincón, manteles guardados, sillas apiladas y meseros a pie de banqueta promocionando las entregas a domicilio.
“Vivimos una triste realidad, sin comensales, sin ventas y con gastos que se acumulan día con día”, lamenta Raúl Ramírez Degollado, director general del tradicional restaurante de comida mexicana.
“Nuestro negocio no es así”, explica Ramírez. “Los restaurantes ganamos estando abiertos, sino sólo tenemos pérdidas, porque la renta corre, hay que pagar nómina y cubrir gastos”.
Desde que las plazas comerciales cerraron en la CDMX el 31 de marzo, a causa del COVID-19, El Bajío, con 47 años a cuestas, tuvo que adaptarse a la nueva realidad con las entregas a domicilio.
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“Implementamos todas las medidas sanitarias, compramos cubrebocas, gel, sanitizamos todo e hicimos convenios con nuestros empleados”, explica Raúl, también hijo de la fundadora de El Bajío, Carmen “Titita” Ramírez Degollado.
La planta laboral es lo más importante, dice. El Bajío tiene 1,200 empleados y no ha despedido a ninguno, pues acordó un esquema de jornada laboral voluntaria reducida y, para los ejecutivos, una baja del 50% en el sueldo.
“No podíamos hacer otra cosa, desde antes de que se decretara el cierre total tuvimos restaurantes donde las ventas se vinieron abajo 90%”, agrega.
En los restaurantes que cerraron la compra de alimentos y el encendido de planchas ya generaban pérdidas. Y en los 13 aún abiertos sólo se preparan alimentos para servicio a domicilio, mediante las plataformas DidiFood, Rappi y UberEats.
Pero no es suficiente. “Con lo que vendemos no alcanza para nóminas ni rentas; técnicamente estamos quebrados”.
Ante la crisis, la empresa analiza gestionar apoyos oficiales, negocia facilidades de pago con sus arrendadores e incluso no descarta buscar nuevos socios.
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El directivo urgió a que el gobierno apoye a las empresas, pues “vamos en caída libre”. Y advierte que el actual impasse del coronavirus generará una “crisis económica muy fuerte que en ciertos casos obligará a los comensales a mantenerse en casa por falta de recursos o porque persistirá el miedo al contagio”.
“Nada volverá a ser igual”, advierte.
La empresa incluso se unió a campañas como “Donadora”, en la que a cambio de una donación, se otorgan comidas o premios y el dinero es usado para pagar el sueldo a los empleados.
“Estamos viviendo una dura y triste realidad sin nuestros comensales, pero vamos a salir adelante, reinventando nuestro negocio y siendo más solidarios”.