Para aprovechar las innovaciones más populares del mundo financiero, el banco más grande de Estados Unidos tuvo que descifrar cómo colaborar con perfiles tipo hacker, como Amber Baldet y Patrick Mylund Nielsen. No siempre han encajado cómodamente, pero puede que pronto esta colisión cultural rinda frutos. Al igual que lo ha sido para JPMorgan Chase.
AMBER BALDET TIRA un dado amarillo y demasiado grande sobre un mostrador en una tienda Best Buy cerca de Times Square, en Manhattan.
“Es non”, dice Baldet. El resultado dicta su elección de laptop. Hoy está tomando todas sus decisiones de este modo; una precaución tomada a propósito para confundir a espías que quieran rastrearla. Vestida con una camisa de franela color verde militar y botas negras de piel con estoperoles, Amber elige una computadora Lenovo de US$249, la designada por el “non” en vez de la opción de US$169 que dictaba el “par”.
“¿Estás segura que no quieres arrojarlo otra vez hasta que te toque la más barata?”, pregunta Patrick Mylund Nielsen, su colega. Negativo. Procede a llevar la computadora con un cajero.
Durante el martes de mediados de marzo en el que ocurre este excéntrico viaje de compras, Baldet es jefa del programa de blockchain de JPMorgan Chase, el banco más grande en Estados Unidos y el número 20 en la lista Fortune 500. Nielsen es el ingeniero principal de Quorum, la blockchain construida por JPMorgan Chase que es una especie de “libro mayor distribuido” de contabilidad adaptado de la tecnología detrás de la red de criptomonedas Ethereum.
El par está tomándose libre un día de trabajo, o algo así. Planean cargarle data a la laptop –un “quemador”, literalmente pensado para ser incinerado– como parte de un proceso que apunta a mejorar el código detrás de Zcash, una criptomoneda similar a Bitcoin excepto que tiene algunas mejoras significativas de privacidad. Zcash permite el anonimato, en teoría, mediante técnicas matemáticas llamadas “pruebas de conocimiento cero”. Para contribuir su porción del código para las pruebas, Baldet y Nielsen deben cocinar una fórmula secreta y destruir los ingredientes. Si un mal personaje hubiera comprometido la data, podría haber manufacturado una provisión infinita de Zcash, lo cual es una idea inadmisible.
En efecto, la relación de JPMorgan Chase con Zcash representa una alianza bastante inusual para un banco masivo. La compañía ha incorporado a Quorum la criptografía detrás de Zcash, donde algún día puede que proteja de ojos curiosos a las transacciones entre bancos. Junto con el Australia and New Zealand Banking Group y el Royal Bank of Canada, el titán financiero formó una “red interbancaria de información” para explorar cómo utilizar Quorum para hacer más eficientes los pagos globales. Aunque el proyecto está en sus etapas tempranas, JPMorgan Chase señala que el programa –y otros parecidos– podría ayudar a reducir los retrasos en procesamiento de transacciones de semanas a sólo horas; en la escala del negocio de servicios de tesorería del banco, que facilitan US$6 billones en pagos al día, la tecnología podría cambiar las reglas del juego.
Sin embargo, dada la peculiar naturaleza de la tarea de este día, Baldet y Nielsen son cautelosos de no pisar los límites percibidos del banco. Al salir de Best Buy, Baldet me enfatiza que no quiere que esta expedición de criptomonedas refleje a JPMorgan Chase de ninguna manera. “Sólo deja claro que estamos haciendo esto en una cuestión personal”, me insiste.
“Ellos creen que estamos locos de remate”.
BASADO EN SUS DECLARACIONES sobre Bitcoin, Jamie Dimon, CEO de JPMorgan Chase, podría parecer como la última persona en la Tierra que pudiera emplear a Baldet y a Nielsen. Sus críticas han provocado titulares y le han ganado una satanización (a veces de manera literal, en la forma de su apodo “Jamie Demon”) en blogs del mundo cripto. Hablando en el Foro Global Fortune en San Francisco en noviembre de 2015,
Dimon predijo que los gobiernos terminarían por reprimir a las monedas sin gobierno: “estás gastando tu tiempo con Bitcoin,” aseguró. En septiembre pasado, mientras los precios de Bitcoin comenzaban a escalar hasta casi los US$20,000, Dimon reiteró su escepticismo. “Bitcoin es un fraude,” dijo, prometiendo despedir a cualquier empleado que intercambiara con esta criptodivisa. Un mes después, añadió, “si eres lo suficientemente estúpido como para comprarlo, pagarás el precio algún día”.
Más tarde, Dimon declaró que lamentaba haber ventilado su opinión. Al ser un hombre que opera un gigante financiero que a su vez maneja un cuarto de la provisión de dólares estadounidenses en un día cualquiera, Dimon tiene razón suficiente para ser cínico sobre un tipo de activo que reta la gobernanza y cuyo precio fluctúa de manera salvaje y sin previo aviso. Sí, JPMorgan Chase da empleo a más de 50,000 tecnólogos –casi el doble del total de los empleados que tiene Facebook–. Pero comparado con las muchas operaciones tecnológicas de misiones críticas –funciones que sostienen el flujo de valor que permite a empresas y consumidores recibir un pago, pedir un préstamo e invertir en nuevos proyectos–, las criptodivisas pueden parecer tanto un cero a la izquierda como un disractor. Aun así, tras los comentarios públicos de Dimon yace una verdad más suCtil sobre la relación del banco con las criptodivisas las blockchains, y su promisorio pero aún incumplido potencial.

Tras el rechazo contundente de Dimon en octubre, Adam Ludwin, CEO de Chain, una startup financiada por Nasdaq y Visa que construye blockchains para la industria financiera, escribió una carta a Dimon sobre el valor potencial de las cripto tecnologías. El documento acumuló casi medio millón de lecturas, y enseguida llegó al escritorio de Dimon, quien organizó una llamada con su interlocutor. “Fácilmente podría haber dicho, sabes, cómo te atreves a usar mi nombre como gancho para clics, pero en vez de eso, agradeció la nota y los pensamientos que están en ella”, recuerda Ludwin sobre su conversación. “Yo, en cambio, estaba impresionado de que se lo tomara tan seriamente”.
En efecto, aunque Dimon parezca ser demasiado pesimista sobre las criptomonedas, aclama profusamente a la tecnología que las soporta. “Dios bendiga a la blockchain”, dijo el año pasado en la misma conferencia donde cuestionó la inteligencia de los compradores de Bitcoin. Y le ha dado a empleados una correa larga para trabajar en tecnologías experimentales obtenidas del libre mundo de las criptodivisas, con mucha mayor autonomía que la mayoría de bancos han conferido.
Quorum, por ejemplo, deriva de un cliente de software que utiliza el lenguaje de programación Go, concebido en Google. Cuando la cripto comunidad le hace mejoras a Ethereum, la segunda red de criptodivisas más grande por valor de mercado después de Bitcoin, el equipo de blockchain de JPMorgan Chase puede aprovechar esas actualizaciones. De manera similar, la “capa de seguridad de conocimiento cero” de Quorum, que permite transacciones que involucran tokens digitales, fue construida en colaboración con la Zerocoin Electric Coin Co., quienes hacen el Zcash.
Cuando el comentario de Dimon sobre el “fraude” encendió a las redes sociales, Amber Baldet retuiteó la cobertura con un comentario suyo: “ ̄\_(ツ)_/ ̄,” el inconfundible emoji que se encoge de hombros, icónico para una generación que creció en Internet. En la conferencia de Money 20/20 sobre fintech en otoño pasado, Baldet ofreció una respuesta mucho más matizada.
“Para la mayoría de los otros bancos probablemente hace sentido levantarse y decir, ‘blockchain bueno, Bitcoin malo’, porque así puedes marcar la línea por completo entre ambos. Dada la actividad que JPMorgan ha tenido tanto con Ethereum como con la gente que creó Zcash… hace menos sentido”.
Las corporaciones multinacionales son organizaciones esparcidas; colecciones de pensadores independientes que conjuntan una diversidad de temores y de sueños. Las creencias de sus principales directivos no siempre coinciden o resumen bien las opiniones que en ella se encuentran. Y en los esfuerzos de blockchain de JPMorgan Chase, el liderazgo cauteloso del gigante financiero, orientado hacia los resultados finales, ha coexistido con frecuencia de manera fructífera con las energías anárquicas e independientes de los arquitectos de una nueva tecnología.
A decir verdad, el banco ha dado enormes pasos para difuminar las líneas entre las blockchains públicas –el Salvaje Oeste de las criptodivisas– y las “permitidas” o amigables con los negocios, que son los bloques clave de las futuras y eficientes infraestructuras financieras. Al tiempo en que maduren estas tecnologías, su ascendencia puede deberle mucho a los tipos de relaciones disparejas que vincularon a Dimon con Baldet.
EN FEBRERO DE 2015, una inusual oferta de trabajo apareció en el sitio Web de JPMorgan Chase. “Te interesa la disrupción”, leía parte de la descripción. “Tienes una opinión sobre el Bitcoin y otras criptomonedas, y probablemente eres ambivalente sobre la idea de trabajar para una gran institución financiera”. Como el Wall Street Journal caracterizó la descripción en el momento: “necesitan a gente que no esté dispuesta a trabajar con ellos.”
JPMorgan Chase quería sangre fresca, un deseo común entre instituciones centenarias en días de convulsión tecnológica. Para encontrarla, el banco creó un área en 2014 para Desarrollo de Nuevos Productos. El equipo trabajó sobre los temas más populares, incluyendo cloud computing, digitalización e interfaces de programación amigables para desarrolladores. Fue ahí donde Amber Baldet aterrizó eventualmente.
Baldet era una banquera improbable desde el inicio. Desde hacía tiempo tenía una afinidad por la contracultura y frecuentaba los círculos de hackers. Se mudó a Nueva York en 2008, empleándose en un fondo de cobertura especializado justo cuando la firma (y la economía) se desmoronaron. Después, se unió a una firma de consultoría, Capco, donde realizó trabajos para JPMorgan Chase antes de cambiarse allá de tiempo completo en 2012. Su espíritu rebelde persistió; durante el movimiento Occupy Wall Street, posó para un retrato de Molly Crabapple, una artista conocida por su activismo y por mostrar la vida en la Bahía de Guantánamo. En la fotografía, Baldet utiliza lentes de sol y se recarga en un letrero que dice “Trabajadores de Wall Street por una reforma fiscal realista. Hay más de nosotros de lo que piensas”. Actualmente, éste se exhibe en el museo New York Historical Society.
Dentro de JPMorgan Chase, Baldet encontró su camino hacia el Desarrollo de Nuevos Productos, trabajando primero con machine learning, o aprendizaje automático. Al tiempo en que surgió entusiasmo por blockchains corporativas, el grupo duplicó sus inversiones estratégicas para ese tipo de proyectos.
La compañía bombeó fondos hacia Digital Asset, startup al mando de Blythe Masters, una exejecutiva de JPMorgan Chase conocida, de manera controversial, por inventar el intercambio crediticio predeterminado. El banco fue miembro fundador de Enterprise Ethereum Alliance, un consorcio de empresas que exploran esa tecnología, al igual que el grupo interindustrial de colaboración de blockchain de Linux Foundation, que después se conoció como Hyperledger.
De manera simultánea, JPMorgan Chase fue aún más lejos al construir su propia tecnología in house. Sin embargo, pronto quedó claro que la cultura consciente de cumplimiento que tenía el banco no iba a encajar tan fácilmente con la ética de compartir todo que profesan quienes trabajan con la blockchain. En años recientes, los experimentos con blockchain de JPMorgan Chase han sido promisorios, pero mantener a sus creadores al margen ha resultado retador.
“Sí la utilizamos. Será muy útil para muchas cosas diferentes. Dios bendiga a la blockchain”, Jamie Dimon: CEO, JPMorgan Chase.
Entre los primeros casos que se probaron estuvo un libro mayor distribuido conocido como Juno. Los sistemas de blockchain con frecuencia se fatigan debido a su uso rudo; no obstante, Juno estaba diseñado para volverlos más resilientes. El tecnólogo Stuart Popejoy lideró el desarrollo del proyecto con su programador principal, Will Martino. Sin embargo, lo que ambos hacían era tan nuevo para JPMorgan Chase que el banco tenía poca experiencia en liberar software de código abierto. (Martino terminaría liberando el código de Juno bajo su cuenta personal en Github, un sitio para compartir códigos). Cuando el equipo develó a Juno en una reunión de Hyperledger en 2016, JPMorgan Chase rechazó publicar un comunicado de prensa sobre él. “Resultó claro para nosotros que si realmente queríamos lograr el potencial de esta tecnología, debíamos salir en nuestros propios términos”, dijo Popejoy a Fortune. Ambos dejaron el banco ese año. Su nuevo proyecto, Kadena, ha levantado casi US$15 millones, y los fundadores aseguran que ya firmaron contrato con un cliente de servicios médicos que pertenece al listado de Fortune 100.
Para entonces, Baldet se había convertido en la líder de facto de los esfuerzos de blockchain del equipo. Su primera contratación fue Christine Moy, una antigua bróker de valores que trabajó durante un tiempo a cargo de Masters. De manera eventual, a ellas se les unió Patrick Nielsen, un antiguo investigador en Kaspersky Lab, el fabricante ruso de antivirus que recientemente se ha visto envuelto en problemas. A la larga, Nielsen se convirtió en el desarrollador principal de Quorum.
Quorum comenzó a parecer una blockchain con la que los grandes proveedores de servicios financieros podrían operar. Su facilidad de uso y su herramienta de mensajería privada, Constellation, significaban que podría brindar una confidencialidad clave para clientes bancarios. Y la visionaria capa de seguridad de conocimiento cero prometía traer más valor –acordar intercambios de valores digitales de forma privada– en un futuro. Mientras tanto, el régimen regulatorio de JPMorgan Chase había crecido para adoptar una cultura sobre productos nuevos: para el tiempo en que el grupo estaba listo para lanzar Quorum bajo una licencia de software de código abierto, podría hacerlo de una manera que satisfacía el compliance; además, el banco lo liberó bajo una cuenta oficial de JPMorgan Chase en Github.
“Experimentaron de manera temprana con lo que otros bancos habrían visto como tecnologías intocables”, dice Ludwin, de Chain, refiriéndose a Ethereum y Zcash. “Le doy a Amber mucho crédito por eso, y también [crédito] a Jamie para permitirlo”.
Aun así, la adopción de Quorum e incluso su futuro en JPMorgan Chase están lejos de estar asegurados. Dado que Quorum es de código abierto, el banco debe navegar de forma muy cuidadosa las regulaciones antimonopólicas, ya que estos esfuerzos colaborativos involucran coordinación con otros bancos. Por esa y otras razones, quienes conocen a la industria han especulado que a Quorum le iría mejor si fuera supervisado por un grupo como Hyperledger o un consorcio de la industria financiera, como FINOS. Lori Beer, chief information officer de JPMorgan Chase, señala que su destino aún está por decidirse. “Creemos que realmente es un activo fantástico”, dice. “Continuaremos asesorando cuál es la mejor forma para que Quorum evolucione y crezca”.
SIN EMBARGO, esa evolución no va a ocurrir bajo Baldet y Nielsen. En abril anunciaron su renuncia. “Simplemente quisimos movernos más rápido de lo que era posible en una entidad altamente regulada”, aclara Baldet. Ambos imaginan un mundo, no muy lejano, en donde blockchains autorizadas (listas para empresas) y públicas (similares a la de Bitcoin) se unan de manera más cercana. Baldet compara el estado actual de las blockchains con un período hace algunos años en el que las corporaciones estudiaban el usar o no las Nubes privadas y públicas, permitiendo así formas más resilientes y efectivas para hacer negocios. Christine Moy, quien suplió a Baldet como cabeza del equipo de JPMorgan Chase, ve el mundo de blockchain bajo una visión similar. Recientemente le dijo al sitio Web Coindesk, “tal vez algún día todo esto va a converger”. Eso es parte del ímpetu que impulsó a Baldet y a Nielsen a fundar Clovyr, su nueva startup que toma el nombre de la infraestructura en forma de trébol de las salidas y entradas de las carreteras.
Clovyr va a atender a desarrolladores, empresas y consumidores interesados en blockchain. Las ideas para productos que tiene Baldet incluyen una herramienta parecida a un buscador para máquinas de escritorio que pretende ayudar a los usuarios a conectarse a blockchains rivales y a jugar con aplicaciones descentralizadas; esto, con el fin de experimentar con las más reciente innovaciones. Nielsen ha comenzado a escribir el código preliminar y la empresa ya ha iniciado el proceso para levantar fondos. En su opinión, no tiene que haber un solo ganador en la carrera de blockchain. Las compañías y la gente, incluyendo a Jamie Dimon, deberían ser capaces de encajar cualquier tubo y componente que mejor les funcionen.
Antes de que Clovyr salga al mercado, Baldet y Nielsen tienen una última tarea que completar para beneficiar a Quorum y a JPMorgan Chase, en un evento que he venido a atestiguar al departamento de Baldet en Brooklyn. Su gata Lily se pasea alrededor de la sala y maúlla mientras el dúo desmantela la laptop; es la última etapa de la ceremonia de contribución de código de Zcash.
El día anterior, el dúo condujo una serie de entrevistas grabadas en video en Times Square y Union Square, en Nueva York, utilizando sombrillas gigantes para bloquear a los ojos que fisgonearan desde el cielo. Entrevistaron a una pareja canadiense, a un actor israelí que fumaba un porro, y a un monje budista, entre otros, sobre sus opiniones acerca de privacidad, criptodivisas y vigilancia. Obtuvieron imágenes de palomas revoloteando en parques, de taxis sonando sus bocinas, y de una dama jamaiquina gritándoles una obscenidad en el metro. El objetivo era generar datos en un formato de archivo de video que fuera imposible de reproducir, para después alimentar ese video a un programa que lo convirtiera en el código fundacional para la tecnología de privacidad en el corazón de Zcash.
Con ese trabajo completado, es hora de la destrucción. En la azotea del edificio de Baldet, ella saca un soplete de propano y derrite las entrañas de la computadora, teniendo especial atención en incinerar los chips de memoria. Un miasma cáustico emana del recipiente en donde reposan los residuos. “Estamos haciendo un buen estofado de PCB”, dice Baldet.
De vuelta en su cocina, Nielsen identifica una pieza de la computadora que no ha sido derretida lo suficiente. Baldet la coloca en un recipiente sobre su estufa. Enciende la campana de extracción y deja que la flama crezca, friendo el metal y los pedazos de plástico. Ella y Nielsen esparcen el humo blanco mediante el ventilador extractor. Una ligera nube blanca se desvanece hacia el cielo. Y así concluye el ritual.
Por: Robert Hackett