Mike Pompeo se convertirá en el respaldo que el presidente necesitaba para hacer válida cada una de sus ideas.
*NOTA DEL EDITOR: John Feffer dirige el proyecto Foreign Policy In Focus en el Institute for Policy Studies. Es autor de libros sobre Europa del Este, la Islamofobia y Corea del Norte, así como de la novela distópica ‘Splinterlands’.
Hay tensión en la Casa Blanca ahora que Mike Pompeo está programado para reemplazar a Rex Tillerson como secretario de Estado.
Sin la influencia restrictiva que Tillerson ejerció sobre el presidente -y que francamente fue mínima-, Donald Trump está a punto de irse al “lado oscuro” de la política exterior, como lo hizo el gobierno de George W. Bush después de los ataques del 11 de septiembre.
Pompeo tiene más experiencia en relaciones internacionales y seguridad nacional. Es eso lo que lo hace tan peligroso.
Cuando Trump designó a Tillerson para dirigir el Departamento de Estado, la élite de la política exterior de Washington no sabía muy bien qué pensar del ex CEO de ExxonMobil.
Aunque Tillerson carecía de experiencia diplomática formal, al menos parecía ser un tipo razonable, a diferencia de algunas duras y polémicas opciones que Trump estaba considerando. Tal es el caso del ex embajador de las Naciones Unidas, John Bolton.
De hecho, Tillerson adquirió rápidamente el estatus de uno de los ‘adultos en la habitación’ que podría controlar los excesos de su volátil jefe.
Tillerson no era un negociante del cambio climático. Él creía en el valor de los tratados, como el acuerdo nuclear de Irán. Parecía tomarse la diplomacia muy en serio.
Fueron precisamente estas cualidades las que lo colisionaron con el presidente y le ganaron una reputación de imprudente.
El secretario de Estado no pudo evitar que Estados Unidos se retirara del acuerdo climático de París. Sus intentos de llegar diplomáticamente a Corea del Norte le valieron un regaño público por parte de Trump.
Y los rumores sobre los comentarios desdeñosos de Tillerson sobre el presidente (famoso por llamarlo un ‘maldito imbécil’) sugirieron que a Tillerson le costaba trabajo acostumbrarse a la ignorancia de Trump sobre los asuntos internacionales y la incompetencia gerencial pura.
Pero Tillerson no era solo una espina en el costado de Trump. Por ejemplo, el secretario de Estado cumplió diligentemente su mandato presidencial de destruir la misma institución para la que fue designado.
En su puesto, Tillerson presidió la ‘hemorragia del personal’ debido al problema que tuvieron por no poder llenar decenas de vacantes de alto rango, además de una reducción radical en los presupuestos futuros.
Se restó importancia a los derechos humanos y la democracia como elementos clave de la misión del Departamento de Estado. Se paró junto a Trump cuando este socavó el compromiso responsable de Estado Unidos con el mundo y luego observó, con los labios apretados, que la posición global de Estados Unidos disminuía en consecuencia.
Trump exprimió lo que necesitaba de Tillerson y luego lo descartó. El secretario de Estado se asemeja a uno de esos simbólicos liberales que los gobiernos comunistas nombraron en Europa del Este justo después de la Segunda Guerra Mundial para dar la impresión de que sus países eran democracias técnicas.
Pompeo, en su camino de la CIA al Departamento de Estado, no es un simple suplente. Tiene mucha más experiencia en relaciones internacionales y seguridad nacional que Tillerson, y justo es eso lo que lo hace tan peligroso.
Las opiniones acerca del nuevo secretario de Estado se alinean con la visión global más extrema de Donald Trump. La islamofobia de Pompeo es incluso más tóxica que la del presidente.
Pompeo es un halcón que apoya el cambio de régimen en Corea del Norte.
Como congresista de Kansas, Pompeo recibió más dinero de los hermanos Koch que ningun otro de sus colegas, lo que reforzó su virulenta negativa al cambio climático.
Pompeo es también un halcón. Él apoya el cambio de régimen en Corea del Norte.
Empujará a Trump para romper el acuerdo nuclear de Irán. Adoptó una posición muy dura contra China y Rusia.
Lo único que separa a Pompeo del notorio y ruidoso Bolton es que el jefe de la CIA prefiere un enfoque más silencioso a los discursos excesivos.
De esta forma, Pompeo es como el ex vicepresidente Dick Cheney, responsable de las desviaciones más antiliberales que tomó el gobierno de Bush después del 11 de septiembre.
Al igual que Cheney, Pompeo estará bien posicionado para trabajar entre bastidores para militarizar la política exterior y resucitar un contraterrorismo político que incumple el derecho internacional.
Él será ayudado en ese esfuerzo por la candidato para reemplazarlo en la CIA, Gina Haspel, quien dirigió un sitio negro de la CIA y destruyó pruebas de la tortura que tuvo lugar allí.
Los escándalos sexuales, los tuits salvajes, la corrupción: cualquiera de estas sensaciones mediáticas podrían haber hundido presidencias anteriores. Pero son sólo distracciones.
El juego de proyectiles que depositará Pompeo en el Estado, elevará a Gina Haspel en la CIA, e incluso posiblemente traiga a Bolton para reemplazar a HR McMaster, ya que el asesor de Seguridad Nacional merece mucha más atención.
Trump comenzó su administración con forasteros radicales como Steve Bannon y tipos administrativos ineficaces como Tillerson. Una nueva ola de extremistas competentes, como Pompeo, ahora están listos para llevar a la democracia estadounidense hacia el lado oscuro de lo que Cheney estaba dispuesto a ir.