La similitud de las regulaciones arancelarias en 1929 con las de 2018 son angustiosas para la economía mundial.
Donald Trump sorprendió al mundo el jueves pasado con su anuncio impulsivo, según los informes, sobre las cuotas arancelarias del 25 y 10% que Estados Unidos aplicará al acero y el aluminio.
Los mercados bursátiles respondieron cayendo bruscamente alrededor del mundo y eso fue antes de que Trump se doblara al amenazar con imponer aranceles a los automóviles europeos.
Tanto los mercados bursátiles como los economistas tienden a detestar los aranceles, que obstaculizan la eficiencia básica del mercado y raramente logran más que ahorrar algunos empleos a cambio de precios más altos en toda la economía.
Los aranceles obstaculizan la eficiencia del mercado, consideran los economistas y financieros.
Un claro ejemplo de esto, que no es tan conocido como debería ser, es el rol de los aranceles, específicamente un conjunto de reglas conocidas como la Ley Arancelaria Smoot-Hawley, la cual se le atribuye como una de las causas de la Gran Depresión.
Obviamente, las causas de la Depresión todavía se debaten con vehemencia y la comprensión popular se centra en el colapso bursátil de 1929, mientras que los más informados citarán el exceso de crédito fácil y las políticas monetarias apretadas equivocadas de la Reserva Federal.
Smoot-Hawley no se convirtió en ley hasta el 17 de junio de 1930, cuando las reservas ya se habían hundido desde los picos de 1929, por lo que a menudo se ve como un factor secundario.
Pero al observar más de cerca, se nota que la línea del tiempo es engañosa.
Un análisis del analista Alan Reynolds en la revista política conservadora National Review, de 1979 sobre las causas de la Depresión, reimpreso por el Instituto Cato, argumentó que Smoot-Hawley era un obstáculo continuo para la economía.
Sin embargo, más que eso, pensó que contribuyó sustancialmente al colapso bursátil de 1929, porque los operadores lo vieron venir.
Su argumento es convincente y, como un indicador de la posible repercusión de las tarifas de Trump, da miedo.
Finalmente, Smoot-Hawley aumentó los aranceles a decenas de miles de productos, y el analista de política comercial, Bill Krist señala que a fines de 1934, el comercio mundial se había desplomado un 66% desde los niveles de 1929.
En 1934 el comercio internacional cayó un 66% desde los niveles de 1929.
Los paralelos con el momento actual son angustiosos.
Las tarifas de Trump aún no están vigentes y hasta ahora están limitadas oficialmente al acero y al aluminio. Pero en los próximos días, los operadores bursátiles actuarán según sus creencias sobre lo que traerá el futuro.
Hay señales, al igual que en 1929, de que los aranceles podrían expandirse desde su modesto comienzo: los socios comerciales de Estados Unidos ya han dicho que tomarán represalias si los aranceles entran en vigencia, mientras que el presidente Trump postula que “las guerras comerciales son buenas”.
Incluso si aceptamos argumentos como los de Reynolds, los aranceles fueron solo un factor en la Depresión, y la mayoría de los otros no son sustanciales ahora.
Pero la historia nos ha proporcionado una fuerte lección de advertencia sobre el impacto real de los aranceles y es probable que el mercado accionario preste atención.