Momentos después de la victoria de Donald Trump en las elecciones de 2016, los inversionistas corrieron en estampida por acciones de los productores de acero estadounidenses.
Por Geoff Colvin
Era un negocio que él señaló explícitamente que iba a rescatar. “Su industria del acero, la traeremos de regreso, ¡de regreso, gente!”, prometió a una multitud muy animada en Pittsburgh el abril anterior.
Así que cuando la bolsa abrió la mañana después de las elecciones, las órdenes de compra estaban apiladas y los precios comenzaron a dispararse. Al final de la semana, el S&P estaba arriba 2%, pero Steel Dynamics había subido 13%, Nucor 14% y U.S. Steel, de Pittsburgh, 23%.
Para una industria en apuros, parecía que el rescate había llegado. Hoy, las acciones de todas las siderúrgicas cotizan no solo debajo de sus topes de 2018, sino debajo de donde estaban antes de la elección de Trump.
Trump ha sido criticado por una gran variedad de cosas, pero con el país centrado en su posible destitución, Fortune ha elegido enfocarse nada más en su historial económico y de negocios.
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En esa dimensión, la única constante de su mandato hasta ahora ha sido la inconsistencia, al crear un ambiente de incertidumbre sin precedentes que se ha convertido en un problema comercial significativo en sí mismo.
Pero ¿cómo podría el ambiente de hoy ser malo para los negocios en EE.UU.? Su Bolsa ha alcanzando nuevos récords altos, la inflación es baja, las tasas de interés están extraordinariamente bajas.
En respuesta, aunque el mercado laboral está superajustado, más trabajadores vuelven a entrar a la fuerza laboral y los consumidores tienen más dinero para gastar. ¿No es esto lo más cercano al nirvana de los negocios? Debería serlo, pero no es así.
“La administración Trump perdió a la cúspide empresarial en 2018”, considera Douglas Holtz-Eakin, un republicano que dirigió la Oficina de Presupuesto del Congreso de 2003 a 2005 y ahora encabeza el Foro American Action, un think tank de centro derecha. “Creo que la causa es principalmente el comercio”.
Los dueños de negocios pequeños se regocijaron cuando Trump ganó, pero su optimismo, encuestado por la Federación Nacional de Negocios Independientes, comenzó a disminuir sustancialmente hace un año.
Cientos de asociaciones industriales, desde las pequeñas como el Consejo American Down y Feather, hasta las enormes como la Federación Nacional de Minoristas (National Retail Federation) y la Cámara de Comercio de EE.UU. (U.S. Chamber of Commerce), se oponen públicamente a sus políticas comerciales, de inmigración o ambas.
¿Cómo llegó a esto? Entrevistas con personas de negocios, economistas, legisladores, cabilderos y asesores, republicanos y demócratas, aliados y enemigos, revelan casi en unanimidad cómo Trump ha ayudado y perjudicado los negocios de EE.UU. (Fortune buscó a la oficina de la Casa Blanca, pero no respondió solicitudes de comentarios).
Podemos esperar que lo que siga, como todo en la era de Trump, es más difícil de predecir.
DESREGULACIÓN
La importancia de su agenda de desregulación está tan poco apreciada que vuela, sobre todo, debajo del radar. Para la mayoría de los empresarios, lo importante son las miles de reglas y regulaciones oscuras pero inevitables que se multiplican anualmente en las páginas del Diario Oficial: 97,110 páginas en 2016, un récord que se redujo a 68,082 el año pasado.
“Aprobación del observador de radar marino”, “Revisión de certificación de ingeniero ferroviario”… y cada una es un gran problema para las empresas en algún lugar.
Durante décadas se han evaluado nuevas reglas importantes por sus costos y beneficios proyectados. Una orden ejecutiva de Trump le dio a los reguladores un presupuesto anual para los costos netos nuevos.
El presupuesto para 2017: cero dólares. Los reguladores fueron más allá, entregando casi 10,000 millones de dólares (mdd) en ahorros reclamados.
Los presupuestos para los años fiscales 2018 y 2019 fueron más ambiciosos y los informes del gobierno, más los estimados de analistas externos, sugieren que los reguladores han ahorrado un total de 42,000 mdd en costos de valor actual neto.
Los empresarios notaron un cambio casi inmediato luego de que Trump prestó juramento para la presidencia. Los reguladores se volvieron menos antagonistas y obtener permisos y aprobaciones fue más rápido y fácil. “El cambio de actitud fue palpable”, recuerda Andrew Liveris, expresidente ejecutivo de Dow Chemical.
“El tono está marcado desde arriba y todos en las agencias regulatorias notaron ese cambio”. Una parte de la desregulación de Trump ha enfurecido a los oponentes, pero los empresarios en general se muestran agradecidos por ella y les gustaría que avanzara más.
CAMBIO DEL PRECIO EN LA ACCIÓN DE U.S. STEEL DESDE NOV. 2016
IMPUESTOS
Trump cumplió con la otra parte de su promesa a los negocios, reducir los impuestos, cuando firmó una revisión de impuestos única en una generación, la Ley de Empleo y Reducción de Impuestos (TCJA) a fines de 2017.
La TCJA redujo la tasa máxima de impuestos en el ingreso ordinario al cambiar los tramos impositivos y reducir las tasas de manera general, y limitó deducciones para impuestos estatales y locales, lo que enfureció a los legisladores de estados con altos impuestos. Pero la parte del proyecto de ley que modificó los impuestos corporativos resultó una historia distinta.
Estados Unidos tenía una de las tasas corporativas más altas de cualquier economía desarrollada (35%), aunque las deducciones y créditos significaban que pocas empresas pagaban esa tasa.
También era uno de los pocos países que imponía impuestos al ingreso mundial de una compañía si el dinero era llevado al país, dándole a las empresas un incentivo para dejar fuera las ganancias no obtenidas en EE.UU. Un resultado: 2.6 billones de activos estaban estacionados en otro lado.
Otro resultado fue una serie de “inversiones” corporativas donde las compañías estadounidenses trasladaron sus oficinas centrales al extranjero para escapar de su desventaja fiscal en los negocios globales.
La TCJA arregló esos problemas. Redujo la tasa de impuesto corporativo a 21% y adoptó el llamado sistema territorial usado por la mayoría de las naciones desarrolladas, donde las empresas pagan impuestos locales en cada territorio en el que operan.
La ley, por lo tanto, eliminó el incentivo para invertir y también impuso penalizaciones específicas en inversiones durante 10 años después de entrar en vigor. No se han realizado inversiones significativas desde entonces.
¿Qué harían las compañías con todo el dinero que no pagarían en impuestos y el que podrían llevar a casa libre de impuestos? El Consejo de Asesores Económicos (CEA) de Trump argumentó que buena parte iría a los trabajadores, con las empresas invirtiendo una parte en capital, lo que hace a los trabajadores más productivos y genera salarios más altos.
Pero una evaluación de la TCJA del Servicio de Investigaciones del Congreso encontró que “no hay indicios de un aumento salarial en 2018, ya sea comparado históricamente o relativo al PIB”. La historia de repatriación de capital fue igual de insatisfactoria, otra vez debido a expectativas infladas.
Sí tuvo un efecto en el corto plazo innegable. Desde el día de las elecciones en 2016 al 26 de enero de 2018, casi un año después de la toma de posesión de Trump, las acciones se elevaron: el S&P tuvo una tasa de crecimiento anual compuesta de 27%.
CONFIANZA DE LOS DIRECTORES EJECUTIVOS
TRAMPA DE ACERO
Hoy, las acciones de las productoras de acero de EE.UU. cotizan por debajo de donde estaban antes de la elección de Trump.
Las ganancias corporativas, de por sí altas, siguieron subiendo hasta un 8% en dólares constantes desde el primer trimestre de 2017 hasta el primero de 2018. El primer año de Trump parecía un éxito para los negocios.
Pero entonces algo pasó. No hubo más éxitos que vitorear. El auge del mercado de valores se ha evaporado, aunque los precios de las acciones alcanzaron nuevos máximos, esos máximos fueron apenas más altos que los de enero de 2018.
Desde entonces han aumentado a una tasa de crecimiento anual compuesta de alrededor de 4%, ajustada a la inflación, la ganancia termina siendo menor a 2%. De la misma forma, las ganancias corporativas van para abajo.
El crecimiento económico, después de acelerarse, está desacelerándose también. El candidato Trump aseguró que incrementaría el crecimiento del PIB de 1 a 4%. “Creo que podemos alcanzar más de 4%. Creo que puedes ir 5 o 6%”. Era una fantasía.
La reducción de impuestos combinada con un enorme gasto federal ayudó a que el crecimiento fuera de 2.9% en 2018, pero la Fed estima un crecimiento de apenas 2.2% para 2019 y 2% para 2020. Eso se encuentra en línea con el crecimiento desde el año 2000, mismo que ha promediado 2.1%.
JUEGO DE CONFIANZA
Después de un buen inicio, las porras económicas han declinado, provocando que muchos líderes de negocios reduzcan las inversiones.
ÍNDICE DE OPTIMISMO DE PEQUEÑOS NEGOCIOS
Estacionalmente ajustado, 1986=100
INVERSIÓN REAL PRIVADA NO RESIDENCIAL FIJA
Cambio desde el año anterior, tasa anual estacionalmente ajustada.
COMERCIO
Está claro por qué los éxitos comerciales de Trump se pararon en seco a principios de 2018. Fue cuando lanzó la guerra comercial contra China y, en menor medida, contra México, Canadá y Europa. Como casi todas las guerras comerciales (y la mayoría de las otras), comenzó pequeña y escaló con represalias de “ojo por ojo” que ningún lado estaba dispuesto a detener.
El resultado: el promedio de aranceles de EE.UU. a importaciones chinas de 3% a principios del año pasado podría alcanzar 24% con los aranceles chinos a bienes estadounidenses dirigidos al mismo nivel.
Estos altos aranceles están perjudicando a los negocios de EE.UU. y los directores ejecutivos lo destacan. Una encuesta de septiembre realizada por la organización independiente Conference Board reveló una caída vertiginosa en la confianza de los directores ejecutivos. Además, realizó preguntas de respuesta libre sobre sus mayores preocupaciones.
Lo que más contestaron fue aranceles y guerras comerciales. Los gerentes de compras dijeron lo mismo. “El comercio global sigue siendo el tema más significativo en todas las industrias”, amplía Timothy Fiore, del Institute for Supply Management (ISM).
El último Índice de Gerentes de Compra del ISM muestra que el sector manufactura se contrae por tercer mes consecutivo.
“La manufactura relacionada con automóviles definitivamente se está desacelerando en EE.UU.”, comentó un ejecutivo de la industria siderúrgica al ISM.
“Creo que estamos viendo que los impactos negativos de la guerra de aranceles con China y la falta de firma del acuerdo [EE.UU.-México-Canadá] comienzan a dañar la confianza del consumidor, en especial en lo referente a compras grandes, y las empresas están desacelerando las órdenes/producción en consecuencia”.
Ese ejecutivo tiene razón en lo de la confianza del consumidor: va para abajo. Cuando la Universidad de Michigan le preguntó a los consumidores cuáles eran sus principales preocupaciones, mencionaron aranceles y comercio con más frecuencia.
Eso es sobre todo preocupante porque el gasto del consumidor es la principal fuerza que mantiene creciendo a la economía de EE.UU.
El comercio está entrelazado con las relaciones internacionales de Estados Unidos, algo que preocupa más a los empresarios cuando ven a Trump desdeñando a aliados de mucho tiempo: miembros de la OTAN, el G-7, los kurdos en Siria y hasta Canadá.
“El comercio internacional se ejecuta mejor con relaciones sólidas y confiables con aliados”, dice Steve Caldeira, presidente ejecutivo de la Asociación de Productos Comerciales y Para el Hogar, un grupo de cabildeo para la industria.
“Eso requiere un liderazgo estadounidense global, no una retirada a políticas aislacionistas”.
El liderazgo estadounidense ya está en riesgo, cree Christine Lagarde, exdirectora general del Fondo Monetario Internacional y ahora presidenta del Banco Central Europeo. Así lo explicó recientemente a 60 Minutes: “El peligro que veo es que Estados Unidos corre el riesgo de perder el liderazgo. Y eso sería un suceso terrible”.
Cualquiera que sea el daño, algunos temen que persista durante años. “Lo que Trump ha hecho para socavar su liderazgo global en términos de las principales compañías multinacionales, será difícil de deshacer”, reflexiona un exmiembro del gabinete republicano.
“Está destrozando las cadenas de suministro. ¿Por qué querría alguien que una empresa de EE.UU. sea su proveedor? ¿Por qué debería Daimler construir una planta en Carolina del Sur ahora?”, cuestiona.
La preocupación es bipartidista. A Jason Furman, profesor de Harvard que lideró el Consejo de Asesores Económicos del presidente Obama, le preocupa que la guerra comercial “no sea un daño a corto plazo, sino que amenaza con crear una incertidumbre perdurable sobre cosas como las cadenas de suministro.
El proceso de desacoplarse de China no se trata nada más de pagar un poco más por cosas de China”.
INMIGRACIÓN
He aquí una sorpresa para quienes recuerdan estadios llenos de simpatizantes de Trump coreando “¡Construye el muro!”: no ha habido cambios mayores a las leyes de inmigración durante la administración Trump. Además, las deportaciones han bajado desde los años de Obama —unas 276,000 por año de Trump contra unas 383,000 por año de Obama, la mayor cantidad de cualquier presidente—.
En cuanto al muro, unos 96 km de barrera existente a lo largo de los casi 3,200 km de la frontera con México, han sido remplazados, pero ningún muro se ha levantado en las partes no fortificadas de la frontera.
¿Es un fraude la política de inmigración de Trump? Para nada. La inmigración a EE.UU. se ha reducido dramáticamente. El problema es que si hay algo en lo que la mayoría de los economistas están de acuerdo es que son malas noticias para los negocios y la economía de EE.UU.
Alrededor de 200,000 inmigrantes llegaron a Estados Unidos el año pasado, la menor cantidad en más de una década. En 2014 la cifra rebasó un millón. Trump consiguió esta dramática reducción —sin leyes nuevas, más deportaciones o un muro— al levantar el teléfono presidencial e influir.
Ha usado “cientos de memorandos de políticas, cambios regulatorios y más”, informa Sarah Pierce, del Instituto de Políticas de Migración, un think tank apartidista. Desde los cruces fronterizos en Arizona hasta las oficinas de visas en las embajadas de EE.UU. en todo el planeta, Trump ha redirigido las políticas y prácticas para mantener afuera de Estados Unidos a más gente.
Los negocios en EE.UU. odian estos cambios por razones obvias. Las empresas tecnológicas en Silicon Valley quieren inmigrantes con doctorados que trabajen para ellos, todo el sector tecnológico estadounidense es inimaginable sin inmigrantes.
Un informe de 2018, con base en datos del Censo 2016, encontró que 71% de los empleados tecnológicos en Silicon Valley nacieron en el extranjero, y no es el único sector.
Los granjeros de todo el territorio dependen de trabajadores inmigrantes. La represión de Trump a la inmigración es una de las razones por la que los agricultores estadounidenses están en crisis.
Holtz-Eakin comparte: “Algunas empresas y sectores dependen en gran medida en trabajadores extranjeros, y Trump básicamente cometió un gran error”.
Considere a algunos de los inmigrantes potenciales de mayor valor y más motivados: quienes aplican a las escuelas de negocios de EE.UU. Las solicitudes de estudiantes extranjeros cayeron 14% este año, el mayor descenso en solicitudes extranjeras de todo el mundo, revela el Consejo de Admisión de Administración de Posgrado.
En contraste, los solicitantes extranjeros a escuelas de negocios en Canadá y Europa aumentaron. El descenso en EE.UU. “está relacionado con la preocupación de los estudiantes de cuánto tiempo se les permitirá permanecer en el país después de graduarse”, dice Matthew Slaughter, quien trabajó en el Consejo de Asesores Económicos de George W. Bush y es ahora decano de la Tuck School of Business, de Darmouth College.
“La ley de visas no ha cambiado, pero su administración sí. Gracias a las redes sociales, los estudiantes de todo el mundo lo saben y se preguntan: ‘¿Soy bienvenido aquí?’”. Ese es un problema porque los inmigrantes son esenciales para la creación de nuevos negocios, la base del crecimiento económico.
Casi la mitad de las empresas de nuestro listado Fortune 500 fueron fundadas por inmigrantes en EE.UU. o sus hijos, explica el Centro de Emprendimiento Americano. Más de la mitad (55%) de las nuevas firmas con un valor de 1,000 mdd o más tienen al menos un fundador inmigrante, a decir de la Fundación Nacional para la Política Americana, un grupo de investigación no partidista.
REORGANIZACIÓN EJECUTIVA
“La administración Trump perdió a la cúspide empresarial en 2018. Creo que la causa es el comercio”. Douglas Holtz-Eakin • American Action Forum
DECISIÓN DIVIDIDA
Después de la elección de Trump, el mercado se disparó como cohete. En los últimos dos años, los inversionistas han tenido un viaje más accidentado.
TASA DE CRECIMIENTO DEL S&P
INCERTIDUMBRE
A Donald Trump le enorgullece ser impredecible. Ha dicho por años que es un elemento clave de su estrategia de negocios, y lo escribió en su libro Crippled America: “Me gusta ser impredecible.
Los mantiene fuera de balance”. Llevó ese estilo a la Casa Blanca al revertir de súbito posiciones en cuestiones tan importantes como la OTAN (“es obsoleta”; no, no lo es), China (“manipula la moneda”; no, no lo hace), el Banco de Exportación e Importación (“es inútil”; no, es bueno), recortando los impuestos sobre la nómina (“considerándolo”; ni en sueños), y muchas más. Pero el presidente es más que un negociador.
Es también, entre otras cosas, el principal formulador de políticas de EE.UU. y, en ese papel, la imprevisibilidad puede percibirse como poco confiable. Ha incrementado dramáticamente la incertidumbre alrededor de las políticas estadounidenses en muchos temas, y la evidencia considerable muestra que afecta de manera significativa la economía y a los negocios.
La incertidumbre política ha sido medida desde 1985 por economistas de las universidades Northwestern, Stanford y de Chicago, quienes crearon un índice de incertidumbre política mensual ampliamente usado con base en un análisis informático de artículos de noticias.
En la administración Trump, la incertidumbre de políticas económicas se ha elevado a niveles no vistos excepto en crisis: 9/11, la financiera, el cierre del gobierno en 2013. La incertidumbre sobre políticas comerciales, en particular, está en niveles vistos solo una vez antes: durante la negociación y ratificación del TLCAN.
“Ha habido un aumento considerable de ansiedad e incertidumbre sobre políticas de comercio y sus consecuencias”, escriben Davis, R. Baker y Nicholas Bloom, de la Universidad de Chicago, quienes crearon el índice.
Ese es un problema porque la incertidumbre le pega a la economía. Todos saben que paraliza, y una enorme cantidad de investigaciones apoyan esto. Muchos estudios muestran que las empresas invierten y contratan menos cuando la incertidumbre es alta. A medida que las empresas dejan de reasignar capital y trabajo, la producción disminuye.
Y se pone peor. Incluso cuando una mayor incertidumbre congela una actividad económica, también subvierte los esfuerzos para solucionar el problema porque hace que los consumidores y las empresas sean menos receptivos a los recortes en las tasas de interés e impuestos.
El resultado es un crecimiento económico menor. Los economistas y la Fed recién calcularon que la incertidumbre en la política comercial había reducido el PIB en 0.8% para mediados de 2019 y lo reduciría 1% para mediados de 2020.
CAMBIANDO DE LUGAR
“Será difícil deshacer lo que Trump ha hecho para socavar nuestro liderazgo global”.
LO QUE AHORA ES NORMAL
El candidato Trump dijo que elevaría el crecimiento del PIB a 4% o más. La tasa real de expansión seguramente será de la mitad.
DEUDA Y DÉFICIT
Estados Unidos ha entrado en un territorio financiero inexplorado en los últimos tres años, ya que el Congreso y el presidente Trump aumentaron en mucho la deuda del gobierno federal mientras la economía crece. Déficits federales mucho mayores son una práctica estándar durante recesiones, pero no en expansiones.
Sin embargo, poco después de que la TCJA se convirtiera en ley, el Congreso aprobó proyectos enormes de ley de gastos que, junto con los recortes de impuestos, hicieron que el déficit se multiplicara.
Maya MacGuineas, presidenta del apartidista Comité para un Presupuesto Federal Responsable, lo llama “negligencia fiscal”. En julio pasado, el Congreso aprobó otro generoso proyecto de gastos que “podría terminar por ser el peor acuerdo presupuestario en la historia de nuestra nación”.
El resultado, predice la Oficina de Presupuesto del Congreso (CBO), es un déficit anual de billones de dólares durante al menos la próxima década.
Y eso asumiendo que no haya recesión, lo cual quizá no sea realista. Las recesiones incrementan los déficits porque la recaudación de impuestos disminuye y el gasto crece, más personas solicitan apoyos de desempleo, cupones de alimentos y otras prestaciones.
Por lo tanto, las previsiones de la CBO casi con seguridad subestiman el peso de la deuda que se le ha cargado a las generaciones futuras.
No sería complicado para Trump volver a transformarse en el presidente que es bueno para los negocios. “Cuando estás en un hoyo, deja de cavar”, aconseja Matthew Slaughter de la Tuck School of Business.
No debería ser complicado en teoría, pero en la práctica parece casi imposible. Las posturas de Trump sobre la migración y el comercio fueron los temas centrales de su campaña de 2016, y -serán igual de importantes en 2020.
La imprevisibilidad es parte de su esencia. Solicitarle que cambie cualquiera de estas cosas sería lo mismo que pedirle que repudiara todo aquello que le llevó hasta la Casa Blanca cuando todos los expertos del planeta dijeron que no podía lograrlo.
No va a cambiar de rumbo y, para los empresarios, el Trump de hoy ya no es el amigo que brevemente fue.