Una empresa familiar experta en sastrería encontró cómo reinventarse para sobrevivir en tiempos del nuevo coronavirus.
Por Jorge Arturo Monjarás
A sus 53 años, Juan Carlos López ha vivido una larga lista de crisis mexicanas, pero esta puso a la compañía y a la familia en modo supervivencia. Por 68 años, International Sewing Company (ISCO) ha sido una empresa dedicada al ramo de la confección, y la especialidad de la casa ha sido la sastrería.
La firma confecciona su marca Men Lova, pero también maquila para una serie de líneas y tiendas departamentales o boutiques, como Liverpool, El Palacio de Hierro, Bruno Corza y Aldo Conti. La preocupación de la empresa, hasta marzo pasado, era cómo incorporar a la tercera generación al negocio.
Parece que fue hace 100 años: el negocio de sastrería producía unos 10,000 trajes de caballero mensuales, más unos 400 made to measure, contaba además con una división dedicada a los trajes y uniformes, bajo el nombre de Único, en donde surtía tanto al sector público como el privado. La producción daba empleo a unos 400 trabajadores directos y otros 500 indirectos por subcontrataciones a talleres de confección.
Llegó la pandemia del nuevo coronavirus y vinieron las cancelaciones de pedidos, los atrasos de cobranza, la caída en picada de la demanda. Los pedidos para Volaris y para los cruceros Norwegian se quedaron en las cajas.
“Como a todas las industrias nos agarró con los dedos en la puerta, pero aquí se trata de sobrevivir, reinventarse, pensar fuera de la caja”, refiere López, director de Producción.
La oportunidad les llegó con bastante naturalidad, si ya producían batas y filipinas médicas, ¿qué tal dar el salto a equipos de biodefensa? Una gran ventaja, el Tychem, el material clave para elaborarlos, se produce en México, por vía de Dupont.
Lo demás fue cosa de adaptar su manufactura tradicional: “El artículo más complicado que hay en prendas es el de sastrería, es una curva de aprendizaje que pudimos acortar en estas semanas para fabricar un producto que ayude a la contingencia”.
Obviamente, había que cuidar costos. El material en México parece no ser suficiente para la demanda actual, y eso que los clientes de ISCO son todos de la iniciativa privada, del sector funerario, sanitario, incluso hotelero.
Hasta principios de abril había vendido unos 1,000 trajes, pero han tenido una demanda inusitada de botas del mismo material, unas 50,000. Igualmente, producen cubrebocas, del material no tejido SMS.
“No hemos tenido acercamiento con el gobierno; ya se les ofreció, pero la respuesta ha sido muy lenta”, señala López.
El sistema actual de adquisiciones del gobierno, lleno de adjudicaciones directas, ha alejado a muchos proveedores potenciales del sector público.
Este esfuerzo tiene la planta operando con unos 88 trabajadores, y obviamente fue reconocida como empresa esencial.
Aún así, ha sido un trabajo descomunal para la familia.
“No hemos dormido mucho, trabajando con proveedores y clientes en cualquier momento, sábado y domingos”, dice López.
“Antes de abril teníamos una perspectiva del futuro, ahora tenemos que reinventarnos y eso incluye a la estructura familiar. Hemos podido revolucionarnos hacia algo que no hemos definido para dónde va, pero es la lucha constante por la supervivencia”, sostiene.
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