Japón, una nación profundamente enraizada en costumbres y rigor, se prepara para una ola extranjera.
La tradición japonesa de bañarse en onsens, o aguas termales naturales, data del siglo sexto, pero no todos son capaces de brincar dentro. Tras entrevistar a docenas de turistas internacionales, Hoshino Resorts, una de las principales compañías japonesas de hospitalidad, descubrió una preocupación general sobre albercas públicas de aguas hirvientes a las que los usuarios deben entrar desnudos.
En respuesta, publicó un video simpático en YouTube sobre las costumbres del onsen. Muestra a un conejo y una rana de caricatura desvistiéndose – No seas tímido! Ordena el narrador angloparlante, antes de indicar a los bañistas a dejar de lado sus teléfonos.
El video del onsen es parte de un mayor esfuerzo por hacer que Japón sea más accesible para los visitantes extranjeros antes de las Olimpíadas de verano de Tokio en 2020.
Anticipándose a los 40 millones de visitantes extranjeros que se esperan durante los Juegos Olímpicos, Japón está poniéndole Wi-Fi a sus trenes bala y lanzando un centro de apoyo multilingüe que operará 24/7. Señalizaciones bilingües en la carretera también se están instalando en todo el país.
Japón, una nación que apenas ha logrado un crecimiento del 2% del PIB en las últimas tres décadas, ve al turismo occidental como una mina de oro que no se ha abierto. Actualmente atrae sólo a 13 millones de visitantes extranjeros cada año, casi igual que la ciudad de Nueva York, y solo 11% de ellos proviene de Europa, América del Norte y Australia.
Por Sheila Marikar
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