Cómo un símbolo de rebelión la chamarra de cuero encontró su camino en la sala de consejo.
Como CEO convocado a Capitol Hill para enfrentar a los legisladores enojados, la selección de tu outfit y, por lo tanto, el mensaje silencioso que envía a la cámara, está lejos de ser trivial. Las opciones seguras pueden incluir un blazer azul de “arrepentimiento” o el traje gris oscuro que susurra: “soy importante, pero no más importante que usted, senador”.
Todo un shock –de vestimenta– provocó la CEO de General Motors, Mary Barra, cuando en diciembre pasado apareció en Washington para defender la decisión de cerrar cuatro plantas en Estados Unidos y despedir a unos 14,000 trabajadores. No llevaba ropa corporativa como lo marca el protocolo, sino una elegante chamarra de cuero negro.
De hecho, no era la primera ocasión de este tipo en la que Barra elegía el cuero en lugar de opciones más tradicionales. Sus chaquetas de piel brillante han aparecido en las reuniones de accionistas de GM, lanzamientos de productos, innumerables entrevistas con los medios de comunicación y reuniones de la élite global (una vez se puso una chamarra de motociclista rosa en Davos).
Aunque Barra optó por no hacer comentarios sobre sus elecciones de vestuario para este artículo, su representante admitió que la CEO “tiene una amplia colección”.
La directora de la compañía de automóviles está lejos de ser la única ejecutiva de primer nivel que ha optado por este look. Las chaquetas de cuero se han convertido en un must para las CEO, desde Adena Friedman de Nasdaq y Ginni Rometty de IBM, hasta Michelle Gass de Kohl, entre otras mujeres poderosas.
Entonces, ¿cómo se convirtió la chamarra de cuero, una prenda asociada durante mucho tiempo con la contracultura, en un sello de la energía que se respira en una sala de juntas? A diferencia de, digamos, el abrigo naranja que saltó a la fama el año pasado después de la memorable salida de la Casa Blanca de Nancy Pelosi, la chaqueta de cuero no ha tenido este tipo de momento icónico que llevaría a los asesores de imagen a analizar más detalladamente el departamento para damas en las tiendas.
En cambio, la prenda se deslizó gradualmente tras bambalinas hacia el mundo de los negocios en un par de tendencias que de otra manera no estaban relacionadas: el cambio de la chaqueta de cuero de un emblema de la rebelión a un símbolo de estatus y la transición de las corporaciones estadounidenses hacia un tenor más casual.

Desde Marlon Brando en The Wild One hasta Debbie Harry en su papel de CBGB, durante décadas la chamarra de cuero fue el último emblema del estatus de forastero. Aunque con el tiempo esa actitud iconoclasta llamó la atención de la alta moda. (Una aparición notable: la temprana y transformadora interpretación de Donna Karan sobre la ropa de trabajo de las mujeres). Se convirtió rápidamente en un elemento básico de alta costura, con precios desde US$5,000 hacia arriba.
El cambio del grunge al lujo llegó en el momento perfecto. En la primera década del siglo, el mundo corporativo estaba atravesando una era de caos en la moda. El surgimiento del fundador de una empresa de tecnología que lucía una hoodie estaba desafiando y haciendo obsoletas las viejas reglas sobre la ropa de trabajo “apropiada”. Para algunas mujeres ejecutivas, la chaqueta de cuero ofrece una alternativa distinta al aburrido atuendo casual y, gracias a su amplia historia, también envía un mensaje inusualmente complejo.
“Está codificada en el poder, la fuerza, la resistencia. Es un poco subversiva”, señala Emma McClendon, curadora de vestuario asociada en el Museum at FIT. Sin embargo, ahora que el cuero es considerado un artículo de lujo, también puede “hablar un poco sobre tu capital y estatus en una habitación”, agrega.
Los diseñadores ejecutivos elogian más a una chamarra de cuero que un vestido o una falda; un look que combina la feminidad tradicional con la autoridad que representa una chaqueta. “Está estructurada y hecha a medida; es sexy y, al mismo tiempo, profesional”, opina el diseñador Ariel Lawrence.
Por su parte, Sallie Krawcheck, CEO de Ellevest, adquirió su primera chamarra de cuero (y se hizo su primer tatuaje) poco después de un “fin de semana muy catártico”; además, desechó todos los “trajes combinados” que usaba en su carrera anterior en la banca.
Desde entonces, la prenda se ha convertido en una especie de firma. “Luce fuerte”, asegura Krawcheck. “Ocupa el espacio entre una chaqueta estructurada de Armani y un suéter”.
En tanto para las ejecutivas que desean salir de la caja negra básica, el cuero también puede ser una alternativa atractiva.
Mindy Grossman, CEO de WW (Weight Watchers), se describe a sí misma como una “obsesionada” de las chamarras de cuero. Por ejemplo, lució un modelo de motociclista McQueen impresionante con bordados florales rojos en su última reunión de junta de consejo; luego, se fue a cenar con la directora más famosa del board: Oprah Winfrey.
Cuando Grossman publicó una foto de aquella noche en Instagram, recibió los comentarios que se esperarían sobre su acompañante a la cena; pero incluso Oprah no pudo eclipsar por completo a la chamarra McQueen. “Uno de cada dos comentarios era sobre mi chaqueta”, cuenta la CEO de WW.
Por supuesto, la tendencia no ha pasado de largo en el mundo del retail. Yujin Heo, vicepresidenta de creatividad de Neiman Marcus Group (y orgullosa propietaria de unas 10 chamarras de cuero), afirma que la compañía ha respondido a la creciente demanda con más stock del producto, que anteriormente sólo era de temporada, una vez al año; igualmente, ofreciendo nuevas líneas como Nour Hammour, especialista en cuero francés. Si los planes de los retailers dan algún indicio, la chamarra de cuero sólo está comenzando su permanencia en la C-suite.
Entre las tendencias que la oficina de modas de Macy’s ha indicado a sus empleadas que impulsen este año está: “el cuero en la sala de juntas del consejo”.
Por Kristen Bellstrom