Los directores Julia Reichert y Steven Bognar hablan sobre China y EE.UU., los retos al hacer el documental y la respuesta inesperada en el país asiático.
Por: Aric Jenkins
Parece un poco surrealista al principio, pero ahí está, y sucede en la pantalla: el presidente chino de una compañía de capital chino está aconsejando a trabajadores chinos para que aumenten la productividad de sus compañeros estadounidenses, con quienes trabajan en Dayton, Ohio, en Estados Unidos.
“Necesitas algunas habilidades para manejar a los estadounidenses. Hay una cultura en Estados Unidos en la que los niños reciben muchos ánimos. Así que todos los que crecen en Estados Unidos tienen un exceso de confianza. A los estadounidenses les encanta ser elogiados”, dice el presidente de Fuyao Glass America, Jeff Daouchuan Liu.
Esta escena está en el corazón del conflicto de American Factory -la primera producción de la productora de Barack Obama y su esposa Michelle, Higher Ground- que ganó el Óscar 2020 por mejor documental.
En 2015, el multimillonario chino Cao Dewang reabrió una planta de General Motors (GM) que antes de cerrar había sido el alma de la comunidad de Dayton.
Aunque quienes habían perdido su empleo en GM al principio estaban entusiastas sobre la oportunidad de regresar al trabajo, el documental detalla los retos de cómo se enfrentan dos culturas y visiones diferentes sobre el trabajo.
American Factory retrata de cerca los acontecimientos de casi tres años en el proceso. Más allá de los temas culturales explorados, el documental plantea preguntas más grandes sobre el futuro del trabajo a medida que nos dirigimos hacia un mundo cada vez más globalizado.
Poco antes de la entrega de los Óscar, los directores Julia Reichert y Steven Bognar hablaron con Fortune para discutir algunos puntos de vista sobre los temas de China y Estados Unidos, los retos al hacer el documental, así como la respuesta inesperada que ha recibido en China -aun cuando Netflix no está disponible ahí-.
(Esta es una versión editada de la conversión para darle más claridad)
Está claro lo que la Academia piensa del documental, pero ¿cómo fue recibida por los sujetos del filme?
Julia Reichert: Empezando por los más altos ejecutivos de Fuyao, fueron realmente generosos y positivos. Podría decir que algunas veces lo resintieron y dijeron “ojalá no lo hubiera expresado así”. Pero honestamente, en general, dijeron: “Queremos que todo nuestro staff chino vea este documental”. El presidente de la empresa (Cao Dewang) quiere desesperadamente que se vea en todo China -nos lo dice una y otra vez- Se ha visto en todo China, pirata, lo cual es bueno porque es la versión completa. Me sorprende mucho. Su respuesta ha sido: “Aprendimos mucho”.
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Hay algunas cosas que los hicieron sentir incómodos, pero por otro lado fue lo que dijeron o hicieron. Ahora, entre los trabajadores estadounidenses la respuesta general ha sido: “Guau, realmente lo captaron. Lo que es muy justo, y sí, esta es mi experiencia como trabajador ahí”.
Por supuesto, algunos trabajadores son bromistas, chistosos y agresivos. Así, por ejemplo, ¿te acuerdas del supervisor (en el documental) que le dice a otro supervisor en China: “Me gustaría que se pusieran cinta adhesiva en la boca, porque así trabajaría más duro”? Bueno, pues nos enteramos que varios trabajadores se pusieron cinta adhesiva en la boca al día siguiente de nuestra presentación en Dayton, como una broma para ese supervisor.
Steven Bognar: A nadie se le sacó de contexto sobre lo que hicieron o dijeron. Tratamos de hacerlo sutil y complejo. El presidente de la compañía en algún momento puede parecer muy duro, todo un capitalista. Y al siguiente minuto está analizando su vida, cuestionando sus decisiones, extrañando su juventud cuando las cosas eran más sencillas. Todos en la película tratamos de dar ese nivel de complejidad y tal vez la respuesta no negativa fue ayudada por eso.
Los dos son residentes de Dayton, donde está la fábrica. En los alrededor de seis meses desde que se estrenó el documental, ¿han notado algún cambio importante con respecto a la fábrica de Fuyao? La película termina en un estado de tensión, con el esfuerzo de sindicalización detenido y con los directivos chinos planeando despedir trabajadores para sustituirlos con máquinas automáticas.
Bognar: La fábrica sigue fuerte -se están expandiendo-. Acaban de anunciar que contratarán 100 personas. Hubo un evento hace como semana y media en el que el presidente visitó la ciudad y también estaba el gobernador de Ohio. Estamos en contacto con varios trabajadores que trabajaron en la planta. Dependiendo de a quién le preguntas la gente dice que las cosas han mejorado o que siguen igual. Hay un gran rango de opiniones.
Reichert: Sí, yo diría que la mayoría de la gente con la que he hablado dice que es lo mismo -las cosas no han mejorado- ¿Ha habido algunos cambios por el documental? Es una pregunta interesante pero yo diría que no, no que nosotros sepamos.
Bognar: Al principio sentimos que había mucha empatía en las dos direcciones. Los estadounidenses podían ver tipos como Wong, en el documental, que extraña a sus hijos -no los verán en dos años-. Los estadounidenses tenían verdadera empatía con él y por lo que estaba pasando. Y los compañeros chinos podían ser que los estadounidenses habían luchado por tener un trabajo decente. Pero luego, cuando aumentó la presión y la planta no estaba dando ganancias y a todos se les estaban apretando las tuercas, siento que la empatía se fue.
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