Los costos del calentamiento global para las economías mundiales son calculados, los bancos centrales estudian cómo reaccionar, incluso el mexicano.
Por Jorge A. Monjarás
El cambio climático no es una proyección a futuro ni un evento sobre el cual “creer” o no. La ola de incendios forestales en Estados Unidos y Australia, las pesadas olas de calor en Europa y el ya no tan lento deshielo en el Ártico y Antártico son signos claros de que ya está en marcha.
El cambio climático es un hecho y los sistemas financieros de todo el planeta se preparan abiertamente para considerarlo como un riesgo a su existencia, uno de los más graves y con resultados irreversibles.
De acuerdo con datos de la reaseguradora global Munich Re, los costos económicos mundiales de los desastres naturales en los últimos 30 años promedian 140,000 millones de dólares (mdd) anuales.
Sin embargo, en los últimos siete los costos han superado este monto. Las catástrofes y sus pérdidas van en claro aumento. Un estudio, publicado en Nature Climate Change, encontró que casi 2% de los activos financieros del orbe estarían en peligro en caso de que la temperatura media del planeta aumente 2.5 °C, unos 3.5 billones (trillones) de dólares en activos que podrían verse destruidos.
Según una investigación conjunta de la UNAM, el ITAM, la Universidad Libre de Ámsterdam y el gobierno federal, el impacto económico para México por los efectos de corto y largo plazo del calentamiento global podría ser de entre uno y cuatro veces el Producto Interno Bruto (PIB) del país (entre 1.2 y cinco billones de dólares) a lo largo de las próximas décadas. Algo similar a un impuesto de 50,000 mdd al año… durante los próximos 100.
México es uno de las naciones líderes en la conformación del frente financiero contra el cambio climático, refiere Rafael del Villar, investigador del Banco de México, uno de los ocho fundadores de la Red de Bancos Centrales y supervisores para “enverdecer” el sistema financiero, de 35 miembros, al ser uno de sus ocho fundadores.
“La Red estableció en 2018 que el cambio climático era un riesgo financiero, que los bancos centrales debían evaluar y medir”, describe Del Villar. Desde su trinchera, Banxico efectúa prácticas con la banca mexicana tales como una prueba de estrés para evaluar cuál sería el impacto en su balance de una sequía. El organismo ha recopilado datos que permiten realizar las primeras estimaciones de costos del calentamiento global y trabaja para que las empresas financieras divulguen abiertamente su exposición al riesgo climático.
“Tenemos que insistir en el desarrollo de capacidades dentro de las instituciones financieras para identificar, medir y ponerle precio a estos riesgos”, agrega Del Villar.
Los efectos de este fenómeno en la economía mexicana fueron analizados con anterioridad por Francisco Estrada, investigador del Centro de Ciencias de la Atmósfera de la UNAM en el estudio “Economía del cambio climático y escenarios climáticos de largo plazo” presentados ante Naciones Unidas en 2018.
El análisis plantea que ciudades como México, Monterrey y Guadalajara podrían comenzar a registrar pérdidas anuales por 1,000 mdd en esta misma década por motivos climáticos y algunos estados y cultivos podrían perder hasta 80% de su productividad a finales de este siglo, entre otras cosas.
“Es un hecho que el cambio climático ya está sucediendo, algo que se pensaba que no veríamos en nuestras vidas; está pasando más rápido de lo que se predecía”, le cuenta a Fortune Patrick Bolton, catedrático de Negocios de la Universidad de Columbia y miembro de la Sociedad de Econometría y de la Academia Americana de Artes y Ciencias.
Bolton y un grupo de expertos escribieron el informe “Cisne Verde, bancos centrales y estabilidad financiera en la era del cambio climático”, publicado recientemente por el Banco de Pagos Internacionales (BIS), y en él reconoce que el cambio climático es un factor que deberán empezar a incluir ya en sus estimados los sistemas financieros de cada nación.
El cisne verde es una figura utilizada para referirse a una crisis financiera provocada eventualmente por la crisis climática.
También lee: Cambio climático pone en riesgo la biodiversidad: reporte
Margen de maniobra acotado
Una herramienta que el sector financiero ya opera para contrarrestar los efectos del deterioro ambiental son los bonos verdes.
La emisión de estos instrumentos “cae dentro de las acciones preventivas que deben procurarse en todo el mundo para evitar una crisis global”, señala Roberto Ballinez, director ejecutivo de Deuda Subnacional de HR Ratings. México es uno de los principales emisores de bonos verdes en América Latina, con cerca de 42,000 millones de pesos en total.
Al cierre de esta edición, el gobierno comenzó la colocación de bonos verdes soberanos que brindarían profundidad al mercado y podrían facilitar nuevas emisiones. BNP Paribas, Credit Agricole CIB y NATIXIS serían los colocadores del instrumento. La condición es que estos fondos se destinen a temas ambientales, por supuesto.
Pero que el medio financiero se “reverdezca” no es garantía de éxito para el Acuerdo de París, que plantea limitar el calentamiento global a 1.5 °C.
La Fed, el banco central más relevante del mundo, se mantiene al margen de la red de bancos “verdes”, con apenas algunos discretos contratos. El propio México, con su regreso a los hidrocarburos como base económica, no parece ir en el sentido correcto, describe Estrada.
Al respecto, ni siquiera los bancos centrales pueden tener el poder suficiente para cambiar las cosas. Según lo han advertido, medidas como la compra de deuda pública por parte de los mismos bancos, como la que hubo en la crisis de 2008, no será suficiente remediar una catástrofe climática.
“Los bancos centrales no pueden salvar al mundo, pero sería un error que se quedaran al margen y no hicieran nada. El propósito es que aporten algo junto con otros actores del gobierno, acuerdos internacionales, la transformación del sector financiero, de los negocios y todo el mundo”, amplía Bolton.
Una de las herramientas que mejor podrían combatir el calentamiento global sería el impuesto al carbono, pero este depende de los gobiernos, no de sus banqueros. “Debiera ser como en una tienda de porcelana —argumenta Del Villar—, si entras y rompes algo, lo pagas. ¿Por qué dejar que una organización rompa cosas en el medio ambiente sin pagar?”.
En lo que se llega a un consenso solo queda seguir investigando y evaluando los daños potenciales. “Estaría muy bien que la Secretaría de Hacienda y el Banco de México se acerquen al Centro de Ciencias de la Atmósfera, al programa universitario de Cambio Climático de la UNAM, para ir viendo cada quién qué información tiene”, considera Estrada. Y es que, evidentemente, no hay dinero que alcance para todo lo que se necesitaría saber al respecto.
También lee: El Canal de Panamá se ve amenazado por Cambio climático
Esta nota se publicó originalmente en la edición impresa de Fortune en Español de abril.