La tecnología podría jugar un papel muy importante en caso de presentarse una nueva crisis financiera.
Es muy tentador pensar que la tecnología es gran partícipe en la globalización, después de todo, personas desde Beijing hasta Londres corren el mismo riesgo de chocar contra un poste de luz por estar distraídos en sus celulares Apple, Google o Huawei.
Pero mira un poco más cerca y verás que mientras que en los Estados Unidos usamos tres aplicaciones diferentes para pedir un taxi (Uber), comprar un libro (Amazon), o pagar la cena (Venmo), los usuarios de China lo hacen todo en una sola app: WeChat.
No son sólo las aplicaciones difieren; los proveedores de servicios financieros se están volviendo cada vez más regionales. Esos acontecimientos podrían establecer obstáculos para una cooperación reglamentaria mundial eficaz, lo que podría agravar futuras crisis financieras. ¿Qué es lo que está impulsando esta divergencia, y cómo evitar problemas?
La regionalización de las finanzas es ciertamente una realidad. Considere los pagos. Gracias a la penetración de teléfonos inteligentes entre toda la población, China lidera el mundo en los pagos móviles. Mientras que Apple Pay tenía un estimado de 12 millones de usuarios mensuales a nivel mundial a partir de 2016, Alipay Alibaba tenía 450 millones, o 20 veces más, en 2017.
Lo mismo está sucediendo en el crédito al por menor y las inversiones. En China, la “reputación” online de uno puede servir como soporte para métricas de crédito más tradicionales. Por ejemplo, Tencent está probando una “puntuación de crédito social” basada en el comportamiento en línea de las personas y la confiabilidad.El resultado es que gigantes tecnológicos como WeChat Tencent y la filial de Alibaba, Ant Financial, son proveedores líderes de crédito al consumo y administración de inversiones.
También hay grandes cambios en Europa, ya que las nuevas normas de la Unión Europea abrirán la banca minorista. Los bancos tendrán que permitir a los clientes compartir sus datos financieros con terceros, tales como comerciantes o fintechs (contracción de las palabras en inglés finance y technology), y cambiar la relación exclusiva de los bancos con sus clientes.
Los bancos ya están respondiendo. El banco holandés ING, por ejemplo, ha invertido 800 millones de euros en una transformación digital, incluyendo la construcción de un nuevo “tablero de agregación“. La plataforma muestra los saldos de los usuarios en distintas cuentas y analiza los patrones de consumo. También estará disponible para clientes que no pertenezcan a ING.
Tanto el sistema financiero liderado por tecnología que ha surgido en China, como el sistema híbrido que está emergiendo en Europa, están en marcado contraste con el de los reguladores estadounidenses, que han demostrado poco apetito por nuevas reglas que vayan al sistema de la banca minorista y también que los consumidores no están cambiando a otros proveedores de la manera que sus homólogos chinos tienen.
¿Por qué debería importar esto? Porque en un mundo financiero globalizado, la seguridad de la estabilidad y el control del contagio se harán cada vez más difíciles. Los bancos, los proveedores de pagos y las compañías de tecnología soportan riesgos diferentes en cada región, por lo que sus reacciones a cualquier choque macroeconómico o cambio de política también serán diferentes.
Esto podría tener graves consecuencias. Los peores impactos de la crisis financiera de 2007-08 fueron evitados porque los reguladores se coordinaron a escala global. Con reglas diferentes y sin coordinación, sería mucho más difícil evitar o controlar una nueva crisis.
Para protegernos de esto, debemos asegurarnos de que las organizaciones con un mandato global, como el Consejo de Estabilidad Financiera y el Fondo Monetario Internacional, desempeñen un papel fundamental en asegurar dos cosas: Primero, tendrán que establecer lo que Andrew Haldane, economista en jefe del Banco de Inglaterra llama un “lenguaje financiero común”, mapeando las complejas interacciones entre estos sistemas. Y segundo, los reguladores tendrán que adoptar la misma tecnología que está haciendo las finanzas más complicadas y usarlas para construir una imagen más clara de las interacciones entre estos sistemas financieros.
Esto no puede impedir que los consumidores sigan chocando con postes o que caigan en una fuente, pero se aseguraría de que los sistemas financieros que sustentan sus transacciones no.
Jesse McWaters es el responsable del proyecto de innovación disruptiva en los servicios financieros en el Foro Económico Mundial y autor de un nuevo informe del Foro Económico Mundial titulado “Más allá de Fintech: una evaluación pragmática del potencial disruptivo en los servicios financieros”.