Kathryn Haun era la fiscal preferida del Departamento de Justicia de Estados Unidos para crímenes relacionados con el Bitcoin. Ahora es una de las más importantes inversionistas de crypto. Aquí, por qué su cambio de carrera es un parteaguas.
I. DEBATE
”¡Resolvamos esto!”, vocifera un anunciador a través de los altavoces. El tema en cuestión es una de las disputas de negocios más importantes del momento: ¿son las divisas alternativas como Bitcoin el futuro de los servicios financieros o un esquema piramidal del siglo XXI?
Para obtener una respuesta, una empresa mexicana de almacenamiento de datos llamada KIO Networks está presentando un debate en un recinto lleno de humo en el vecindario Hipódromo Condesa, en la Ciudad de México. El ambiente se asemeja a una presentación de lucha libre, una estilizada forma de lucha mexicana que incluye movimientos acrobáticos y dramáticas máscaras.
En esta noche de septiembre, el evento estelar incluye a dos pesos pesados intelectuales de Estados Unidos, ambos con extensas credenciales y ninguno utilizando disfraces. En una esquina está Paul Krugman, columnista de The New York Times y laureado en economía con un Premio Nobel. En la otra está Kathryn Haun, una consumada fiscal federal recién convertida en inversionista de riesgo.
La postura de Krugman es predecible. Él ve al surgimiento de las redes de criptodivisas –servicios digitales descentralizados que operan con dinero digital como Bitcoin– como una reversión innecesaria a una era distante, cuando los metales preciosos conformaban el suministro de dinero.
“El trabajo de Haun con el Crypto es un vínculo tremendamente importante entre la ley y la era cibernética. Y ella lo reconoce”, Anthony Kennedy, juez de la Suprema Corte de Estados Unidos (retirado).
“No creo que estemos viendo el amanecer de una nueva era”, dice. Así, presenta una bofetada a la locura de inversión que personas como Jamie Dimon y Warren Buffett repetidamente han descartado. “Creo que dentro de 15 años, se va a parecer mucho a Pets.com”.
Haun ve las cosas de manera distinta. Para ella, las divisas virtuales y las tecnologías que las apuntalan son los salvadores de la sociedad: una última gran esperanza para retomar el poder engullido por los codiciosos bancos y los monopolios de Internet. “Facebook, Amazon, Netflix, Google; ellos controlan todas las reglas”, asegura Haun. “Tienen a todos los usuarios. Tienen todo el poder”. La nueva tecnología, argumenta, permite competir a entusiastas desarrolladores. Por lo que, apoya por completo al sueño democratizador de los acólitos de la nueva tecnología.

Haun se gana con ventaja a la multitud, una colección de la élite tecnológica de la megalópolis. Y a ellos les gusta el material que ella presenta. Durante su plática, cinco pantallas gigantes proyectan las fotografías de los oficiales estadounidenses corruptos que ella sentenció en su antigua carrera. Pero la audiencia no está enamorada de Haun simplemente porque alguna vez fue alguacil en el Salvaje Oeste del mundo crypto.
Ella los emociona porque ahora también se ha unido a su causa. Como una de las socias más recientes de Andreessen Horowitz, la reconocida firma de Silicon Valley, el trabajo de Haun es encontrar el siguiente gran éxito de las criptodivisas –y ayudar a sus fundadores a ser exitosos mientras se mantienen en el lado correcto de la ley–.
Haun está haciendo este cambio de carrera en una época precaria. Los mercados de criptomonedas han estado en caída libre todo el año. Una manía especulativa global por monedas virtuales que movió las valuaciones a más de US$800,000 millones en enero se ha disminuido a US$200,000 millones. De esta manera, Bitcoin ha perdido dos tercios de su valor, y Ethereum, la segunda criptomoneda más grande, se ha reducido un 90%.
Kathryn y sus nuevos socios están impávidos. Las locuras de inversión con frecuencia generan burbujas. Sin embargo, lo que queda después de que revientan, si los creyentes están en lo correcto, son nuevas industrias. Después de todo, el cofundador de la firma Marc Andreessen convirtió su trabajo desarrollando el primer buscador comercial en Netscape, la startup defectuosa que ayudó a crear la World Wide Web, y con ello también creó muchos miles de millones de dólares en retornos de inversión para la industria de Internet.
A Haun tampoco le preocupa su falta de experiencia profesional para invertir. “Para emprendedores que quieren trabajar contigo, necesitan pensar que tú tienes una visión estratégica, un empuje y una habilidad para lograr las cosas”, menciona. Estas son las mismas habilidades, propone, que un fiscal debe tener para persuadir a agentes del FBI y otras agencias para trabajar en conjunto. Construir puentes es, entonces, uno de los atributos principales de Haun.
“Tiene esta extraña mezcla de haber trabajado en gobierno y de tener una mente enfocada en los negocios,” señala David Marcus, un ejecutivo de Facebook que compartió con Haun un asiento en una junta de consejeros corporativos. Anthony Kennedy, un juez asociado de la Suprema Corte de EE.UU. que recién se retiró, añade sobre Haun: “me da mucha seguridad que alguien con sus talentos y antecedentes se haya aventurado a esta nueva área”. Su involucramiento es “un vínculo tremendamente importante entre la ley y la era cibernética. Y ella lo reconoce”.
II. LA TENDENCIA ENCUENTRA A LA FISCAL
Ben Horowitz descansa en un sillón de su oficina, en Menlo Park, California, bajo un póster en blanco y negro del rapero Nas. Un maniquí vestido con un jersey de los Raiders de Oakland monta guardia frente a su escritorio. Los adornos poco convencionales coinciden con la reputación disidente de la firma. Fundada hace sólo nueve años, Andreessen Horowitz rápidamente se ha unido a los altos rangos de las firmas de inversión de Silicon Valley al haber ganado las apuestas de compañías como Skype, Lyft, GitHub y muchas otras.
La firma se ve a sí misma como una que marca tendencia. Con más de US$7,000 millones bajo su administración, fue una de las primeras en invertir de manera agresiva en tecnologías de criptomonedas. Este verano, mientras el valor de las criptodivisas estaba yéndose en picada, la firma reveló un fondo independiente de US$300 millones enfocado en este nuevo rubro. Horowitz compara este momento con una era anterior de la inversión tecnológica. Después de que reventó la burbuja del dotcom, explica, mucha gente asumió que invertir en Internet era cosa de tontos. “De hecho, esa fue una idea muy tonta porque se perdieron de la oportunidad de Internet. Creo que con el crypto será lo mismo”.
La firma ya le ha puesto dinero a varias apuestas relacionadas con las criptodivisas. Éstas incluyen a Coinbase, una plataforma de intercambio de activos digitales, actualmente valuada en US$8,000 millones; Ripple, creador de XRP, la tercera criptodivisa mejor valuada en el mundo; y a Polychain Capital, un fondo de cobertura cuyo valor ha oscilado de manera violenta en conjunto con los precios de las criptodivisas.
Andreessen Horowitz incluso ha fondeado a Dapper Labs, creadores de CryptoKitties, un juego que incentiva a coleccionistas a intercambiar representaciones de gatitos en la blockchain de Ethereum. (Es en serio). Los conceptos de monedas digitales y blockchain son tan nuevos que nadie puede mencionar un largo historial de inversiones en ellos. Eso facilita contratar a alguien como Haun. “No tenía mucha experiencia como inversionista tampoco”, cuenta Horowitz, quien fue un ejecutivo prematuro en Netscape y cofundó una compañía de software llamada Opsware con Marc Andreessen. “La mayor parte de nuestra gente no eran inversionistas súper experimentados cuando llegaron aquí”.
Aun así, Haun, quien tiene 43 años, rompe el molde de Andreessen en múltiples aspectos. Es la primera mujer en convertirse en socia general, el rol más alto en una firma de inversión de riesgo. Nunca ha fundado una compañía, un requisito que tienen muchos socios de Andreessen Horowitz. Y pasó la mayor parte de su carrera en el sector público, lejos de las empresas privadas.
Lo que en cambio trae a la mesa, argumenta Chris Dixon, quien lidera el nuevo fondo con Haun, es su conocimiento regulatorio y la habilidad de hacer que emprendedores y otros se emocionen sobre este nuevo sector. “Mucho del trabajo que hay que hacer aquí es salir y evangelizar, así como explicar los beneficios y traer más talento a la comunidad”, señala. “Katie tiene la habilidad de articular la importancia del espacio y de hacerlo frente a una audiencia muy amplia”.
Hija de un ejecutivo de petróleo, Haun pasó su infancia moviéndose alrededor del mundo, con paradas en Texas, Colorado, Egipto, Grecia y Francia. Eligió la escuela de derecho en la Universidad de Stanford, en parte por su creencia que la ley corporativa podría permitirle una carrera con alcance global. “Era una de las estudiantes de derecho con el horario más intenso que pudieras encontrar, y estaba constantemente ocupada”, cuenta Derek Schaffer, un compañero de clases en Stanford que ahora es abogado corporativo en Washington, D.C.
Recuerda a Kathryn leyendo casos mientras corría en la caminadora instalada en su dormitorio. Además, mantuvo girando las ruedas al salir de la escuela. Aceptó una oferta de la prestigiada firma Cravath, Swaine & Moore y se preparó para mudarse a Nueva York. Entonces cambió de parecer. Aceptó un puesto de oficinista en un prestigioso circuito de cortes, que abrió camino al trabajo ideal para jóvenes abogados: un empleo en la Suprema Corte con el entonces juez Anthony Kennedy.
En 2006, Haun se unió a la oficina del fiscal federal del distrito este de Virginia, una jurisdicción conocida por su rápido ritmo y su proximidad al asiento del poder federal. Ahí, trabajó en casos relacionados con seguridad nacional y terrorismo, y tomó ventaja de la evidencia electrónica que permitían las entonces novedosas tecnologías, como data triangulada por geolocalización desde las torres de señal.
Tres años después, Haun volvió a California, donde presentó demandas en contra de pandillas de motociclistas en prisión, así como de asesinos, cárteles de drogas, ladrones de autos y defraudadores. Incluso, procesó al banco Wells Fargo antes de que hacerlo fuera cool, en un caso de supuesto involucramiento de esta institución con el mal manejo de cuentas de clientes finados. (Un grupo regulatorio de Wall Street terminó por multar a Wells Fargo con US$2 millones por las infracciones).
En 2012, Haun escuchó hablar sobre el Bitcoin por primera vez cuando sus jefes le pidieron que lo procesara –fuera lo que fuera–. La divisa era prácticamente desconocida en el momento, pero pronto Haun comprendió de qué trataba. En los días iniciales, ladrones, pornógrafos y otros personajes del calibre adoptaron la criptodivisa como su medio preferido para transferir dinero.
El año siguiente, Haun creó el primer “grupo de trabajo de divisas digitales” federal, una colaboración entre el Departamento de Justicia, el IRS (siglas en inglés para el Servicio de Impuestos Internos), la Red de Aplicación de Crímenes Financieros de la Tesorería, y otras agencias. El equipo investigó un hackeo fatal de Mt. Gox, entonces la plataforma de intercambio de Bitcoin más grande del mundo.
Siguió para liderar el derribo de BTC-e, una plataforma de intercambio crypto que los federales acusaron de lavado de dinero. (Múltiples países continuaron discutiendo acerca de la extradición del supuesto propietario). Estos casos hicieron de Haun una persona conocida en Silicon Valley, donde los inversionistas intentaban descifrar si el nuevo sector podía ser tan fructífero tanto para startups legítimas como para criminales.
“Mostró un increíble instinto emprendedor”, opina Josh Stein, CEO de Harbor, una startup de crypto con inversión de Andreessen Horowitz que busca “tokenizar” activos tradicionales. “Convirtió ese primer caso en un hilo de casos, en una especialidad, en una persona pública, en la producción de una política pública para beneficio de la sociedad”.
III. CORTEJO DE CARRERA
Algunos fiscales reconocidos se convierten en políticos; Haun está siguiendo otro camino. Su prominencia en círculos tecnológicos la hicieron un prospecto comercial entre startups. En 2015 cuando aún estaba en el gobierno, Haun presentó su trabajo con el equipo especial durante un retiro exclusivo para inversionistas de Bitcoin en la casa de Dan Morehead, administrador inicial de un fondo de cobertura de criptodivisas.
Algunos asistentes eran cautelosos. Zooki Wilcox, un autoproclamado “cypherpunk” libertario y CEO de una compañía que desarrolla un competidor del Bitcoin llamado Zcash, dice que estaba “aterrorizado” por ella. El miedo se diluyó cuando quedó claro que Haun y su audiencia hablaban el mismo idioma –y que Kathryn tenía una visión crucial que podría ayudar a empresas como la suya a navegar el laberinto regulatorio–. Se volvió una presencia fija en el circuito de oradores de crypto.
Habló en la cumbre sobre blockchain en la isla privada de Richard Branson, llamada Necker Island. Dio una TEDx talk en 2016. En septiembre, convivió en un retiro VIP en Aspen al que la invitó el entonces CEO de Google, Eric Schmidt. Su mensaje en cada instancia: por qué la tecnología detrás de las compañías que había estado procesando tenía tanta promesa.
En septiembre de 2015, Haun hizo su primera pequeña inversión en una startup llamada Chain, una empresa de software financiero a cuyos fundadores conoció mientras volaba hacia su casa tras una conferencia sobre el Bitcoin.
Había aclarado este punto con la oficina de ética del departamento de justicia, aclara. (Decidió no invertir en criptodivisas en el momento, aunque pudo haberlo hecho, por miedo a que pudieran surgir preguntas más adelante). Su red profesional creció y las oportunidades de trabajo comenzaron a llegarle poco a poco, incluyendo, asegura ella, puestos ejecutivos en compañías tecnológicas.
El anzuelo de Silicon Valley le atrajo. Describe su cortejo con el sector privado como una “epifanía”, parecida a la que tuvo cuando decidió perseguir a criminales. “Simplemente sentí que ya había hecho lo que quería hacer con la ley”, comenta.
Haun renunció al Departamento de Justicia en 2017 y de inmediato se unió al consejo de Coinbase. Ahí conoció a Chris Dixon, quien había estado liderando las inversiones de Andreessen Horowitz en criptodivisas y startups relacionadas. Dixon estaba buscando un socio para hacer apuestas similares.
Admiraba la perspicacia legal de Haun. Además, su experiencia como abogada de juicios, sus speaking engagements y su trabajo como educadora –ha dado cursos sobre criptodivisas en la escuela de leyes de Stanford y otras de negocios– la habían preparado bien para ser la vocera de esta industria naciente que muchas personas rechazaban como un engaño o un chiste.
Era un momento de oportunidades laborales emocionantes para Haun. En febrero de 2018 se unió al consejo de HackerOne, una firma de ciberseguridad con sede en San Francisco. Los comités de selección se acercaron a ella con el fin de convertirla en la fiscal federal el distrito norte de California, o juez federal en la novena corte de circuito de apelaciones. Pese a su prestigio, estas ofertas palidecían en comparación con trabajar para Andreessen Horowitz. Cuando Dixon le ofreció un empleo hace poco, Kathryn aceptó.
IV. SAND HILL ROAD
Durante un lunes de principios de septiembre en California, Haun se ve aún más alegre. Sus ojos color turquesa tienen un destello. Y tiene razón para estar emocionada. Ha sido una inversionista de riesgo por tan poco tiempo que su oficina en Andreessen Horowitz todavía no está lista para que ella la ocupe, pero su primera inversión como ángel inversionista amateur ya ha rendido frutos.
Chain, una empresa que apoyó en 2015, ya fue vendida. Kathryn ha cuadruplicado su modesta participación, aunque no le ha puesto cifras a su bonificación.
La victoria le da confianza, la cual necesitará para cuando elija ganadores entre las hordas de startups que se acerquen a Andreessen Horowitz a pedir dinero. Ella dice que escuchará un promedio de 10 pitches por semana.
“[Si se compara con el Internet], las criptodivisas están en la era del teléfono fijo”, dice Haun, “y los críticos están confundiendo el estado actual de la innovación con el estado final de la innovación”.
El volumen de solicitudes de reuniones era tan alto este verano que Haun movió su fecha de inicio de septiembre a junio. Andreessen Horowitz ha registrado su fondo relacionado con criptodivisas a la Comisión de Bolsa y Valores de Estados Unidos de una manera común entre fondos de cobertura, una elección inusual para una firma de capital de riesgo.
Típicamente, las firmas de inversión mantienen puestos sin liquidez en compañías hasta que haya un exit; es decir, una venta o una oferta pública inicial. En cambio, los fondos de cobertura intercambian puestos dependiendo de factores que pueden cambiar cada minuto. Haun asegura que sus inversiones estarán orientadas al largo plazo, y cita períodos de cinco a 10 años de vida para fondos de inversión como una regla.

En otras palabras, aun si el fondo de crypto de Andreessen Horowitz compra criptodivisas volátiles y otros activos digitales, intentará quedárselas en el largo plazo.
Haun y Dixon planean dividirse responsabilidades dependiendo de la categoría, con Haun especializándose en aplicaciones para consumidores y Dixon en ofertas más técnicas, como herramientas para desarrolladores. “Una de mis debilidades son los humanos, y una de mis fortalezas son las máquinas”, explica Dixon, dando su propio diagnóstico.
Un área particular de interés para Haun son los pagos transfronterizos. “Veo algo del poder que esta tecnología puede tener para algunos lugares fuera de Estados Unidos”, señala, mencionando sus años en lugares como Egipto y Grecia, cuyas poblaciones sufren de dificultades financieras que Silicon Valley no puede imaginarse. “Libertad financiera, inclusión financiera, intercambio de divisas, remesas internacionales –todo eso es algo que a la gente de este país a veces se le olvida–”.
Haun se refiere a Celo, una empresa del portafolio de Andreessen Horowitz que está construyendo una blockchain para pagos, como un ejemplo. La startup apunta a optimizar su tecnología para teléfonos básicos con Android, que son una manera popular para conectarse a Internet en países en desarrollo.
Las remesas también figuran de manera prominente en la batalla retórica que Haun recientemente tuvo con Krugman en la Ciudad de México. En el mercado de remesas internacionales con valor de US$600,000 millones por año, el corredor México–Estados Unidos es el más activo, pues contabiliza US$24,000 millones anuales. Pese a todos los avances tecnológicos, transferir dinero en este proceso sigue siendo lento e ineficiente. “Predigo que dentro de los próximos 10 años, la idea de enviar un pago internacional va a compararse con ir a Western Union a enviar un telegrama en vez de un e-mail desde tu teléfono”.
La visión del futuro de Haun está informada por el pasado. “A la gente que estaba comprando algunos de los primeros autos se les preguntaba: ‘¿para qué lo necesitas? El caballo y el carruaje funcionan bien’”.
Lo mismo pasaba con los inicios de Internet, y es hoy cierto para el mercado de las criptodivisas. Imagina, dice Haun, si en 1993 “te hubiera dicho: ‘oye, en unos años tendrás un dispositivo pequeño en tu bolsillo. Serás capaz de descargar una película de dos horas, mirarla y comprar productos’”, y así otros ejemplos. “Me habrías dicho que estaba loca, y con toda la razón”.
Lo mismo –le dice al público en la colonia Hipódromo Condesa– es cierto para las criptodivisas hoy en día. Concluye que quejarse sobre la lentitud, el costo y la inmadurez de las redes de criptodivisas es no entender el punto: “estamos en los días del teléfono fijo, y los críticos allá afuera confunden el estado actual de innovación con el estado final de la innovación”.
Ben Horowitz está tan convencido del revolucionario potencial de las criptodivisas que cree que “es posible que mucho de lo que hagamos termine siendo crypto. Entonces, probablemente tengamos que reconsiderar cómo estamos organizados”. Pero primero, su nueva socia tendrá que dejar en la lona a un par de inversiones exitosas.
Por Robert Hackett