Netflix transformó la manera tradicional de producir contenido en Hollywood ahora quiere usar una estrategia “revolucionaria” para dominar la industria del streaming: proyectar sus películas en salas de cine.
Información filtrada por el diario Los Angeles Times asegura que Netflix está considerando comprar algunas salas de cine en Los Ángeles y Nueva York que le pertenecen a Landmark Theaters, propiedad del millonario Mark Cuban. Con ello, la empresa que dirige Reed Hastings buscaría competir en los premios más importantes de la industria.
Desde el lanzamiento de su primera película original, titulada Beasts of No Nation y protagonizada por el actor inglés Idris Elba en 2015, Netflix ha intentado asegurar su participación en los festivales cinematográficos. De esta manera, el gigante de streaming podría validarse como una especie de nueva casa productora.
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Sin embargo, los puristas del cine tienen sus reservas, pues consideran que las producciones de Netflix son contenido televisivo y no cinematográfico. El propio Steven Spielberg ha comentado que “una vez que te comprometes con un formato de televisión, eres una película para televisión. Si es una buena serie, mereces un Emmy, pero no un Óscar”. Y si bien el contenido original de Netflix se caracteriza por series aclamadas como House of Cards o Club de Cuervos –la primera en español–, sus películas están empezando a ganar tracción.
Okja, con actores multipremiados como Tilda Swinton y Jake Gyllenhaal, y el documental Into the Inferno del director Werner Herzog, ganador de más de 50 premios, son dos de las producciones originales de Netflix que fácilmente pudieron haber triunfado en festivales internacionales. Aunque no pudieron competir siquiera.
Recientemente, el Festival de Cannes siguió el ejemplo de los premios Óscar y volvió a instaurar una regla: para que pueda considerarse dentro de los nominados, cualquier filme que quiera participar en el Festival forzosamente requiere estrenarse en salas de cine francesas. Netflix aseguró que estas medidas eran discriminatorias –todos sus filmes hasta entonces se han estrenado directo vía streaming–, y que si bien no estaban en contra de estrenar sus producciones en Francia, sí tenían problema en tener que dejar pasar 36 meses tras el estreno para que llegaran a su plataforma.
Además de la publicidad y anticipación que genera una película ganadora de algún festival importante, el estrenarse en cines trae otros beneficios. Netflix –que estima gastar entre US$7,500 millones y US$8,000 millones en contenido original en 2018– podría ver aumentados sus ingresos a partir de las concesiones de comida y bebida que esta decisión representa.
Los cines tradicionales están luchando por mantenerse a flote debido al crecimiento de los servicios de streaming. Hace unos años, compañías como AMC Entertainment intentaron darle la vuelta incrementando los precios en sus snacks.
En 2014, los ingresos de la concesionaria sumaron US$798 millones, frente a US$787 millones del año anterior, mientras que los ingresos por cliente aumentaron 7.8% gracias al incremento en precios. En abril de 2017, dio a conocer su nueva estrategia de actualización de menú hacia una experiencia con calidad
de restaurante –todas buenas ideas que Netflix podría estar considerando con sus posibles nuevas salas–.
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Y aunque no todas las películas de Netflix puedan ser material para ganar un Óscar –pensemos en Bright, el filme de ciencia ficción protagoniza da por Will Smith, cuyo guión sobre orcos y policías en Los Ángeles parece haber sido creado por un algoritmo–, bien podría mostrar sesiones maratónicas de series como Stranger Things o Chef ’s Table en salas de cine a un precio de descuento para suscriptores que sigan apreciando el vivir la experiencia que ofrece la pantalla grande