El nobel, Laureate Robert Shiller, hace una predicción basada en el constante crecimiento del mercado.
Hace 30 años, un 19 de octubre de 1987, en el día conocido ahora como “Lunes Negro”, el índice bursátil Dow Jones se desplomó 23 %. Desde ese año, académicos, políticos e inversionistas han señalado hacia todas partes buscando una causa, incluyendo al Congreso, el entonces presidente Ronald Reagan, la apretada política monetaria y las ya elevadas valuaciones del mercado bursátil.
Desde aquel “Lunes Negro”, varias regulaciones y tecnologías se han puesto en marcha para prevenir otra caída similar, principalmente los llamados circuit breakers o pausas bursátiles, que interrumpen las cotizaciones si ocurre alguna caída dramática en el mercado. La Bolsa de Nueva York, por ejemplo, interrumpe operaciones después de caídas del 7 o 13 %. Si la caída llega hasta el 20 %, entonces se suspende toda la jornada bursátil.
Pero, como el Premio Nobel Robert Shiller afirma, aun un 20 % es una gran pérdida. Es también un porcentaje de disminución que es posible actualmente, aun cuando el mercado ha tenido un crecimiento sostenido. Eso se debe a una causa fundamental de aquel crack que, de acuerdo a Shiller, ha cambiado muy poco desde el “Lunes Negro”: la psicología humana.
“Ciertamente, ese tipo de pánico puede ocurrir de nuevo”, escribió Shiller en una op-ed sobre el “Lunes Negro” que fue publicada en el New York Times el pasado jueves 19 de octubre.
Shiller, quien es profesor de economía en la Universidad de Yale, argumenta que las causas principales detrás del crack de 1987 fueron de naturaleza psicológica. Al estudiar el “Lunes Negro”, Shiller encontró que la baja de valores fue exacerbada principalmente por inversionistas respondiendo a las reacciones de otros inversionistas, provocando más bajas de valores en una espiral decreciente sin fin.
“Se volvió el día de las reacciones rápidas en medio de un estado de crisis extrema, donde parecía que nadie sabía qué estaba pasando y solo quedaba confiar en tus propios instintos”, escribió Shiller argumentando que ese ciclo de retroalimentación psicológica aún existe. Sólo hay que voltear al Aeropuerto Internacional de Los Ángeles en 2016 —continúa Shiller— donde un falso reporte sobre supuestos disparos provocaron pánico y retrasos en cientos de vuelos.
Pero los inversionistas de hoy pueden consolarse en el hecho de que hay algunas diferencias entre los tiempos actuales y 1987 que disminuyen las probabilidades de un crack semejante. Sin duda, las valuaciones eran altas entonces y son altas ahora. Sin embargo, a diferencia de 1987, las acciones tienen al menos un factor a su favor: tasas de interés bajas. Cuando las tasas de interés son altas como lo fueron en 1987, cuando la tasa de interés de los fondos federales se ubicaba en 7.29 %, es más costoso pedir dinero prestado, lo que disminuye el gasto y las ganancias corporativas. Actualmente, la tasa de interés se encuentra en un nivel de 1.15 %, lo que hace que sea más barato pedir prestado. Esto debe traducirse en un aumento en el gasto y las ganancias, una tendencia que hace que las valuaciones actuales del mercado bursátil parezcan más razonables.