Parecería que se aproxima una guerra comercial entre las dos economías principales del mundo al observar los aranceles que se han acumulado entre China y Estados Unidos. Fiel a su promesa de equilibrar el déficit comercial de su país, Donald Trump inició las tensiones a principios de abril cuando anunció la imposición de aranceles al acero y aluminio extranjeros.
Pese a que sólo el 2% de las importaciones de estos materiales provienen de China, el gobierno de Xi Jinping no tardó en responder. Un día después, divulgó una lista de 128 importaciones estadounidenses a las que impondrá aranceles del 15% y 25%.

Entonces, Estados Unidos hizo pública una lista propia, donde mil 300 productos provenientes de este país asiático serán afectados por un arancel general del 25%. Aunque esta lista aún no es definitiva, los economistas están nerviosos porque el intercambio comercial entre ambos países ascendió a US$711,000 millones en bienes y servicios en 2017.
La embajada de la nación asiática en Washington ha utilizado un proverbio chino en uno de sus anuncios sobre lo que implicarían los nuevos aranceles: “uno sólo es cortés cuando actúa con reciprocidad”, aunque parece que el peso de los nuevos aranceles no tendrá las mismas consecuencias en ambos países. Estados Unidos se ha enfocado en tasar más las materias primas en vez de los productos manufacturados, lo cual puede terminar dañando más a los productores pequeños que Trump tanto ha prometido proteger.