Enrique Majós, primer CEO de Gentera, busca una solución en esta industria para atender a un sector carente de servicios financieros y tecnología.
Una mesa de lámina, rotulada con una marca de cerveza y rodeada de cuatro sillas plegables, ya no es exclusiva de una fonda o de un bar improvisado. Al igual que los enseres de peltre, se ha convertido en un objeto casi de culto para los hipsters y jóvenes a la moda.
En la cocina del piso 17 del edificio de Gentera, ubicado en Mixcoac, Ciudad de México, una de estas mesas resalta entre el mobiliario de madera, una fila de computadoras y un pizarrón blanco lleno de post-its y algoritmos.
En pleno 2017 sorprende encontrar una mesa con estas características en un corporativo financiero como el de Gentera, el holding dedicado a microfinanzas más grande de México y con operaciones también en Guatemala y Perú.
Enrique Majós es el primer CEO de Gentera, nombrado en agosto de 2017.
Sin embargo, la mesa está ahí porque en este corporativo son bienvenidos los jóvenes, quienes armados con sus laptops, se han sumado a la moda de la tecnología financiera, mejor conocida como fintech.
El piso 17 es hogar de Fiinlab, el laboratorio de innovación que emanó de Gentera a principios de 2016. Enrique Majós era entonces director de Fiinlab y estuvo a cargo de su apertura: “desde un principio, Fiinlab se creó con la intención de colaborar”, explica.
“Lo que busca es ser el socio estratégico para los emprendedores del Fintech que se dediquen a la inclusión financiera”, dijo Majós en entrevista para la edición de noviembre de la revista Fortune en Español.
Precisamente es este el hilo conductor detrás de la reciente decisión de nombrar a Majós como primer CEO de Gentera, 27 años después de haber sido fundado.
Desde agosto de 2017, Majós reporta a directamente a Carlos Danel y a Carlos Labarthe, presidentes y fundadores de la organización, quienes decidieron crear la posición de CEO para continuar con el crecimiento de la organización.
Su propósito, comentó en entrevista, es mejorar la experiencia del cliente, la eficiencia en las operaciones de la compañía y la transformación de ésta hacia las tecnologías digitales.
Gentera, al ser la principal institución financiera que atiende a las poblaciones más rezagadas de la región, ve al fintech como un vehículo para colaborar con el resto del sector financiero y, de esta manera, masificar las oportunidades de desarrollo económico para el país.
“El fintech es lo mejor que nos pudo haber pasado en muchos sentidos, y no solamente hablo de Gentera”, dice. Sentado en uno de los sillones verdes de aquel piso 17, Majós habla con seguridad porque comparte este punto de vista con una comunidad global.
La incorporación de la tecnología en el mundo financiero tomó fuerza bajo el nombre de Fintech después de la crisis financiera del 2008, cuya principal responsabilidad se le atribuyó a las instituciones tradicionales del sector.
La inversión privada en fintech pasó de 930 mdd en 2010 a 19,000 mdd en 2015.
Bancos poco transparentes, burbujas especulativas, préstamos impagables y un círculo vicioso de incentivos perversos al consumo; todas ellas consecuencias del status quo que una nueva generación de emprendedores interesados y capacitados en el tema empezó a cuestionar cuando irremediablemente reventaron.
Al tomar las riendas de la situación, estos emprendedores fueron encontrando soluciones tecnológicas a problemas típicos de los servicios financieros.
Comparadores online de seguros, plataformas de pagos, algoritmos para determinar tasas para préstamos personales de manera imparcial o un asesor digital para inversiones personales: todas las startups Fintech que iban naciendo, desde Credit Karma hasta Stripe, ofrecían mejorar áreas que los bancos tradicionales no habían podido en muchos años. Esa era su propuesta de valor.
De acuerdo con datos de Citi y CB Insights, la inversión privada en desarrollos fintech a nivel global pasó de 930 millones de dólares en 2010 a más de 19,000 millones de dólares en 2015.
En México, las áreas de oportunidad eran igual de abundantes en términos de servicios financieros; sin embargo, de naturaleza muy distinta a las que iban aprovechando las startups de Europa y Estados Unidos
Fintech global
Para empezar, el mercado local de servicios financieros tiene necesidades muy específicas.Según el Reporte Nacional de Inclusión Financiera 2016, 53 millones de adultos mexicanos no tienen una cuenta bancaria. Sólo el 37% de la población cuenta con un seguro; mientrasque el 92% de los adultos aún utiliza el efectivo como principal medio para hacer compras.
La cantidad y tipo de instituciones bancarias se han multiplicado desde la privatización de la banca en la década de 1990, aunque no ha ocurrido lo mismo con el número de personas que reciben servicios financieros suficientes o eficientes.
“Fintech es lo mejor que nos pudo haber pasado en muchos sentidos, y no solamente hablo de Gentera”, dice Enrique Majós. FOTO: Alfredo Pelcastre
¿Qué es lo que está mal con este sistema? Vicente Fenoll, uno de los principales impulsores del ecosistema fintech mexicano, recuerda cuando este tipo de cuestionamientos del status quo empezaron a tomar fuerza en el país.
“Muchos comenzamos a preguntarnos: ‘¿cómo le hago para atender a la gente de manera distinta?’”, recuerda. “Y a partir de ahí, empezamos a operar”. En 2011 Fenoll fundó kubo.financiero, su propia startup Fintech dedicada a gestionar préstamos entre personas (peer-to-peer) y crowdfunding.
Para entonces, ya era un veterano de los servicios financieros tradicionales. En 1994 creó Fincomún, una microfinanciera especializada en atender a personas con ingresosmenores a 500 dólares mensuales.
Fincomún fue contemporánea de Compartamos Banco, el primer eslabón de lo que hoyse ha convertido en el holding de Gentera. Además de este banco y Fiinlab, el grupo está integrado por: Compartamos Financiera, Yastás, Aterna, Intermex y Fundación Gentera.
Los inicios de Gentera
Compartamos comenzó en 1990 como una organización sin fines de lucro que realizaba micropréstamos partiendo de una motivación social para impulsar el desarrollo económico y con él reducir la pobreza.
Basados en el modelo de Grameen –una organización bancaria de Bangladesh, pionera en las microfinanzas y con fuerte presencia en países en vías de desarrollo– Compartamos inició en México el concepto de la banca comunal, enfocada en un sector más desaventajado que el que atendían instituciones como Fincomún.
Compartamos inició en México el concepto de la banca comunal en 1990.
“En la banca comunal, la clave es justamente la comunidad”. Fenoll explica que este tipo de entidades financieras otorgan créditos productivos a grupos en zonas desfavorecidas.
Principalmente integrados por mujeres, estos se forman por conocidas que, al tener poca solvencia económica individual, se vuelven avales entre ellas y cuidan su patrimonio enconjunto. Para quien otorga el crédito, es una manera de garantizar la inversión; para la comunidad, un incentivo para poder pagarlo.
Con el paso de los años, Compartamos presenció el surgimiento de otras instituciones que se volcaron en las microfinanzas y que, además de banca de ahorro, seguros y préstamos, ofrecen incentivos al consumo con micropagos.
Tal es el caso de Banco Azteca, creado en 2002 como acompañamiento de Elektra. E incluso al aumentar su competencia, a Compartamos no le resultó tan natural la adopción de innovaciones tecnológicas financieras cuando el boom del fintech explotó en México.
“La disrupción financiera con tecnología ocurre cuando se percibe que la banca no hace bien las cosas”, señala Fenoll, “aunque eso no fue lo que pasó con el sector de microfinanzas que domina Compartamos”. Si bien más personas tienen hoy mayor acceso a dispositivos móviles, el poder usarlos para conectarse a Internet sigue siendo un reto.
Según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), el 59.5% de la población mexicana utiliza internet, y solamente en el 9.9% de las ocasiones lo usa para realizaroperaciones bancarias en línea.
En parte, esto explica por qué la mayoría de los procesos de Gentera siguen siendo arcaicos, manuales y basados en la lógica de atender a un grupo de personas, no a individuos. Aun así, su modelo ha resultado ser sumamente exitoso.
En 2010 evolucionó de ONG a banco (una decisión controvertida e incluso criticada por Muhammad Yunus, creador de Grameen, pero de la cual dependía su capacidad operativa), un año después salió a cotizar en Bolsa, y en 2016 reportó utilidad anual neta de 3,410 millones de pesos.
Sin embargo, el nuevo CEO de la institución ya no quiere dormir sobre sus laureles. Busca aprovechar el momentum del Fintech, pues para él, este movimiento es el mejor aliado de las instituciones financieras.
“El Fintech es un llamado para reaccionar ante la transformación que está ocurriendo en todo el mundo”, dice.
NOTA DEL EDITOR: Este artículo se publicó en la edición de noviembre de 2017 de la revista Fortune en Español. Es el primero de tres extractos de la entrevista a Enrique Majós, CEO de Gentera.