USMCA no es el TLCAN evolucionado. Este nuevo acuerdo transformará al bloque norteamericano para volverlo uno más cerrado al exterior, más independiente y en donde ciertos hábitos en México tendrán que cambiar.
“La modernización del acuerdo comercial entre México, Canadá y Estados unidos concluye 13 meses de negociaciones y lograr lo que nos propusimos al inicio : un acuerdo ganar-ganar-ganar”, Enrique Peña Nieto, presidente de México (2012-2018)
Los reflectores se mantuvieron en el sector automotor durante la mayor parte de la negociación del nuevo tratado entre Estados Unidos, México y Canadá, un acuerdo en donde la frase “libre comercio” simplemente desapareció del mapa. El contenido regional de los autos hasta por 75%, la obligación de utilizar acero y aluminio regionales hasta en 70% y la obligación de que 40% del contenido de un vehículo tenga que venir de un país que pague US$16 la hora de trabajo fueron los elementos que se mantuvieron en la opinión pública a lo largo de más de un año de negociaciones.
Ello, por sí sólo, está destinado a cambiarla cadena de valor de la industria automotriz. En un extremo, Wilbur Ross, secretario de Comercio de Estados Unidos, aseguró que “una basta mayoría” de los 250,000 empleos de autopartes perdidos en los últimos años regresarían a este país. En el otro extremo, entre las armadoras hay confianza de que realizando ajustes a su cadena de suministro a lo largo de los tres años de transición, el sector podrá mantener y aún atraer nuevas inversiones.
La inversión en autopartes continuará, como lo han señalado tanto la Asociación Mexicana de la Industria Automotriz (AMIA) como la Industria Nacional de Autopartes (INA), pues será necesario cumplir con los requisitos de contenido regional. Esto porque el gran perdedor del nuevo acuerdo es el resto del mundo, en especial China.
El nuevo bloque norteamericano parece aspirar a encerrarse en sí mismo, tanto en lo relacionado con la valiosa industria automotriz, como en otras. Sólo México y Canadá quedarían relativamente libres en el caso de que el presidente Donald Trump decida comenzar otra ofensiva arancelaria contra el mundo, bajo el pretexto de la seguridad nacional.
Sin embargo, existen otros elementos que no habían estado en el reflector y que aportan nuevos e interesantes giros (o retorcimientos) a este nuevo acuerdo comercial.
¿PÉRDIDA DE SOBERANÍA?
El Comité Macroeconómico es uno de esos temas sorpresa, y uno de los más relevantes igualmente. De acuerdo con este capítulo, el 33, las partes se comprometen a:
Alcanzar y mantener un régimen cambiario determinado por el mercado. Abstenerse de devaluar la moneda por motivos de competencia, incluyendo la intervención en los mercados de divisas. Y fortalecer los fundamentos de su economía para reforzar las condiciones de estabilidad macroeconómica y cambiaria.
También acuerdan informar a las otras partes sobre sus reservas en moneda extranjera, intervenciones en el mercado de divisas, balanza de pagos y balanza comercial. Esto último no tiene problema, ya que desde hace años el gobierno mexicano mantiene una política de información y transparencia en estos campos.
No obstante, ahora deberá acudir a un Comité Macroeconómico tripartita, en donde cada año se revisarán sus políticas macroeconómicas, incluyendo las monetarias y sus efectos en la demanda interna y externa.
Asimismo, si una de las partes, por ejemplo Estados Unidos, considera que México está aplicando políticas que provocarán una devaluación, puede convocar a una reunión bilateral de emergencia, que deberá alcanzar resoluciones antes de 60 días. De esta manera, con el acuerdo comercial se generará un órgano supranacional para supervisar la forma en que los gobiernos del bloque administran sus economías.
Hay quienes interpretan este capítulo como un esfuerzo por controlar las políticas del gobierno mexicano en el futuro. Para los optimistas, es un paso que marca un antecedente clave para, en un mañana, avanzar hacia una unión monetaria en Norteamérica.
“Es una victoria histórica para los fabricantes de EE.UU. y los trabajadores, que por el NAFTA han perdido tanto durante años”, Donald Trump, presidente de Estados Unidos.
El otro elemento inquietante está en el capítulo 32, destinado a excepciones, en donde se asientan párrafos en defensa de los derechos de los indígenas y de la industria cultural canadiense, pero también se establece un límite para negociar con economías de “no mercado”. Si uno de los firmantes arranca negociaciones comerciales con ese tipo de países (lo cual define básicamente a China), tendría que avisar a sus contrapartes y entregarles el acuerdo con anticipación a su firma. De juzgarlo conveniente, las partes pueden en ese momento firmar el término del tratado trilateral.
El capítulo ya ha provocado reacciones en Canadá, por cuestiones de soberanía. De generalizarse en otros tratados, esta sería el arma más mortífera en la guerra comercial China– Estados Unidos, dado que podría dejar aislado del mundo al gigante asiático.
PROPIEDAD INTELECTUAL Y PATENTES
Como ya se había previsto, el nuevo acuerdo retoma el aumento en la protección de la propiedad intelectual, promovido desde la negociación del Acuerdo Transpacífico (TPP), que Estados Unidos terminó por no firmar. Así, en la nueva Norteamérica, los derechos por obras se extienden de 50 a 70 años después de la muerte del autor. Por ejemplo, los diseños industriales, clave en la industria manufacturera, tienen una protección de 15 años, mientras que las patentes farmacéuticas se mantienen en cinco años, con excepción de los medicamentos “biológicos”, que serán protegidos por 10 años.
Este tema resulta delicado: por medicamentos biológicos o biotecnológicos se entiende a aquellos generados por alteración de moléculas o proteínas mediante los métodos más modernos. Con estos procesos pueden crearse desde vacunas hasta lo último en medicinas contra el cáncer. El tema se traduce, sin duda, en un retraso en la fabricación de genéricos o similares que terminará por encarecer el costo de la salud tanto en Canadá como en México. Al parecer, nuestro país tendrá un período de transición de cinco años antes de que deba aplicar este criterio.

LEYES LABORALES Y ANTICORRUPCIÓN: EL PUNTO ES CUMPLIR
El capítulo 23 del acuerdo exige garantizar la libertad de asociación y reconocer el derecho a la negociación colectiva, así como la eliminación de la discriminación laboral por cualquier motivo.
Ello implica, incluso cambios en la Constitución Mexicana que deberán realizarse en los próximos meses. Pero aquí no termina el asunto. El capítulo incluye instrucciones específicas para hacer cumplir estas leyes mediante el entrenamiento de inspectores, la investigación de posibles infracciones, el seguimiento documental y la cooperación internacional.
“A good day for Canada and our closest trading partners. Mores tomorrow…”, Justin Trudeau, primer ministro de Canadá
Además, establece, como en el caso del manejo Macroeconómico, un Comité trinacional que revisará cada año el estado de cumplimiento de este capítulo. En resumen, las leyes mexicanas siempre han sido de avanzada en el tema laboral, pero un mecanismo que asegure su cumplimiento va a generar cambios en un ámbito que había estado lejos de la mira de los gobiernos más recientes. Acaso, tendrá un efecto multiplicador con el gobierno de Andrés Manuel López Obrador.

En este sentido, un análisis de Actinver pone sus dudas en el desempeño de las empresas mineras, que son sensibles al tema sindical, aunque los casos podrían volverse numerosos en el futuro y abarcar otras industrias.
Tampoco sería novedad que el acuerdo incluya un capítulo anticorrupción (el 27), en donde se busca identificar los sobornos y la corrupción entre el sector público y el privado, que afecten el comercio exterior. Sin embargo, nuevamente se incluyen cláusulas para asegurar el cumplimiento de la persecución de estos casos, “ninguna parte deberá fallar en hacer cumplir de forma efectiva estas leyes… a través de la acción o la inacción”. El incumplimiento puede ser motivo de una disputa entre las partes.
PAR DE NOVEDADES
Un pequeño cambio hará posible un número mayor de transacciones en comercio electrónico, sin cobro de impuestos ni tarifas aduanales hasta por US$100 en el caso de México y Estados Unidos, una medida que pretende impulsar a los emprendedores en ambos lados de la frontera. De hecho, el capítulo 7 establece que las ventas hasta por US$2,500 deberán cumplir con menos requisitos aduanales, aunque ya estén sujetos a impuestos.
Otro elemento novedoso determina que el comercio de textiles es libre en Norteamérica, siempre y cuando las fibras que los componen sean producidas en la región, una noticia que se antoja muy positiva para la industria textil mexicana y que forma una barrera real en contra de los productos asiáticos.
MUY BIEN, PERO, ¿SE APROBARÁ?
De acuerdo con la cobertura que medios como The New York Times, The Washington Post y Bloomberg llevaron a cabo en los primeros días tras el anuncio del fin de negociaciones, el USMCA entra en un período de aprobación con el Congreso en medio de uno de los peores momentos (que ya de por sí son malos) en la relación entre Donald Trump, el Partido Demócrata y los medios de comunicación.
Al cierre de esta edición, la investigación sobre el aspirante a juez de la Suprema Corte, Brett Kavanaugh, por parte del FBI continuaba, luego de un auténtico circo mediático tras las denuncias de ataques sexuales en su contra, que culminó con una muy mal recibida burla en contra de una denunciante por parte del presidente Donald Trump.
A eso habrá que sumarle una investigación periodística del New York Times en donde se acusa a Trump de evasión de impuestos, así como la continuación sobre el caso de Rusia. Pero lo que más puede afectar al nuevo acuerdo son los tiempos legislativos.
Pocos ven viable que el actual Congreso apruebe el USMCA antes del 6 de noviembre, fecha de las elecciones intermedias en Estados Unidos, y otros temen que tratar de hacerlo después será muy complicado, pues se trata del período sitting duck en donde el Congreso saliente no toma muchas decisiones y prefiere dejarlas a sus sucesores, quienes tomarían posesión en enero de 2019. Además, de tratarse de un triunfo mayoritario de los Demócratas, la presión sería mucho mayor. Como sucedió con México, como sucedió con Canadá, este acuerdo parece estar destinado a los finales dramáticos hasta el último minuto.
¿QUÉ PAPEL JUGÓ AMLO?
Terminaron las negociaciones y el presidente Enrique Peña Nieto y sus secretarios Ildefonso Guajardo y Luis Videgaray intercambiaron elogios y satisfacción, si bien esa firma antes de irse aún no está garantizada. Pero de las declaraciones públicas de Jesús Seade, el negociador en jefe representante del presidente electo Andrés Manuel López Obrador, se desprende que la nueva administración tuvo un papel un tanto más activo que el Capítulo 8, que establece la propiedad directa, inalienable e imprescriptible del Estado mexicano sobre sus hidrocarburos.
La participación de Seade y su cercanía con Robert Lighthizer ayudó a desatorar algunos de los últimos temas, entre ellos los más álgidos como la cláusula sunset, que pretendía la revisión del acuerdo cada cinco años. El tema, como es sabido, se había venido pateando desde el inicio de las negociaciones y Seade fue el autor de la fórmula de los 16 años con revisiones periódicas, según corroboró a la prensa el propio Luis Videgaray.
Además de esto, AMLO fungió como enlace entre Donald Trump y Justin Trudeau, cuya relación personal había entrado en un momento de alto desgaste, que puso en riesgo la participación de Canadá en el acuerdo. Como resultado, el USMCA parece contar con la aprobación total por parte de la administración que tomará posesión en México este 1° de diciembre.
Por Jorge Arturo Monjarás