El nuevo acuerdo comercial (T-MEC) entre México, Canadá y Estados Unidos todavía enfrenta un escollo que podría mandar su implementación hasta 2020.
Nacido entre tensiones, chantajes e impasses, el documento podría quedar atorado en las redes de la hostil relación entre el presidente Donald Trump y el Partido Demócrata. El tratado será una víctima de su estilo de gobernar, aún en el mejor de los casos: un mero atraso en la aprobación.
TEMAS SIN SOLUCIÓN EN EL T-MEC
Ni siquiera hay coincidencias en cuanto a cómo se llama. Bautizado por el propio Trump como USMCA, el documento fue proceso de una especie de consulta por internet por el presidente electo Andrés Manuel López Obrador, quien a partir de ello lo bautizó como T-MEC.
Al renunciar al concepto de Norteamérica, el problema consiste en qué país pone a su nombre first, como reza el lema del presidente estadounidense. Las otras palabras que quedaron fuera, irónicamente, son libre y comercio.
El nombre, no es algo que le importe al gobierno saliente en México, pues este se enfocó en llevar a Enrique Peña Nieto a firmar el documento hoy, justo un día antes de dejar la presidencia… y cada quien para su casa.
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No es lo único que deja atrás: pese a los reclamos por parte de la Cámara Nacional de la Industria del Hierro y del Acero (Canacero) y a la abierta oposición de Moises Kalach, coordinador del “cuarto de junto” de empresarios, la Secretaría de Economía ya renunció al retiro de los aranceles al acero y aluminio, impuestos el 1º de junio pasado, como condición a la firma del acuerdo.
Tanto el subsecretario de Industria y Comercio Rogelio Garza como Salvador Béjar, jefe negociador adjunto en la Secretaría de Economía, salieron a mediados de noviembre a afirmar que, por lo pronto estos aranceles no presentaron cambios hasta hoy, 30 de noviembre. Ello pese a que en Estados Unidos los productores de lácteos también se quejan por este conflicto, debido a que México aplicó represalias comerciales en diversos productos agropecuarios.
Los aranceles han provocado una caída de 30% en las exportaciones mexicanas de acero y hasta un 8% en la producción total nacional de este metal, según estimaciones de la propia Canacero, que estima pérdidas por US$20,000 millones al año.
ENTRE UN PATO Y UNA MULTITUD ENOJADA
El escenario de la firma del T-MEC fue la reunión del G-20 en Buenos Aires, Argentina. De ahí, el acuerdo tiene una primera oportunidad, por muy poco probable que sea, de resultar aprobado por el Congreso estadounidense antes del 31 de diciembre.
Tras las elecciones del pasado noviembre, la Cámara de Representantes en Estados Unidos pasó a manos de una mayoría Demócrata, que tomará posesión el 1º de enero.
Tradicionalmente, la legislatura saliente, conocida como lame duck, por su descripción de un pato herido o indefenso, se caracteriza por ya no contar con la fuerza política para hacer grandes cambios, pero sí con la posibilidad de sacar adelante algunos asuntos controvertidos, con los votos de legisladores que ya no regresarán en enero.
Pero este pato tiene mucho trabajo: el más importante es una gran controversia ante el presupuesto de egresos, principalmente por el dinero destinado a la defensa fronteriza, incluyendo el muro.
También apremian otros temas, como la ley de apoyo al campo estadounidense y un gran proyecto de endurecimiento del sistema penal.
Este y otros temas son urgentes para el presidente Trump, así que el T-MEC puede quedar de lado en medio de las negociaciones. Sin embargo, el 14 de noviembre pasado un grupo de 12 senadores republicanos ofreció a Trump que trabajarían con él para implementar la legislación adecuada para al acuerdo, si la administración decidía impulsarlo en esta 115ª legislatura.
Ello ante la alternativa obvia. De posponerse a enero, la mayoría Demócrata en la cámara baja podría complicar mucho las cosas. Como ya lo han expresado varios legisladores de este partido, incluyendo su muy posible futura líder Nancy Pelosi, su interés podría estar en endurecer las medidas que aseguren la aplicación de las claúsulas laboral y medioambiental.
De darse este panorama, la discusión y una renegociación podrían llevarse buena parte de la primera mitad de 2019.
Entre tanto, las fuerzas políticas en México y Canadá podrían endurecer sus posiciones en contra de los aranceles al acero y aluminio. Ante todo, tratándose del gobierno de Andrés Manuel López Obrador, que por ahora se ha mostrado a favor del acuerdo, pero que podría cambiar de opinión.