La energía del manga y el K-pop está acumulándose en México. ¿Bastará para combatir nuestra dependencia comercial con Estados Unidos?
Es viernes a mediodía. Congregados alrededor de una mesa decorada con imágenes de anime japonés –se distingue claramente a Totoro y Saint Seiya–, un grupo de adolescentes observa a un par que revuelve mazos de cartas plastificadas. Los dos jóvenes, concentrados en la batalla que enfrentan, están ofreciendo un espectáculo sobre cómo se juega Yu-Gi-Oh!.“Este tipo de juegos de estrategia han tomado muchísima fuerza”, dice Carlos Alberto Lucas, explicándome la escena.
“De hecho, el próximo sábado es el día internacional de Yu- Gi-Oh!. Deberías darte una vuelta por aquí para que veas cuánta gente llega”.La escena que se acaba de describir sucedió en la Frikiplaza más grande de las 26 que existen en el país, donde Lucas funge como director de mercadotecnia. ¿Algo más? El sótano y los cuatro pisos del edificio están repletos.Los concurridos torneos de Yu-Gi-Oh!, Magic, Pokémon y otros juegos de estrategia son sólo algunos de los atractivos que hacen de esta Frikiplaza la más popular con ese nombre en México. Tiene competencias de videojuegos en el cuarto piso, equipado con pantallas de plasma, visores de realidad virtual e incluso, piezas de arcades clásicas como Atari y Street Fighter.
Alberga a distribuidores de pop surcoreano (K-pop) original, que además de memorabilia de grupos como BTS, Twice y Super Junior, venden su cotizado material discográfico. En conjunto con organizaciones como la Asociación México Japonesa A.C. y con patrocinios de marcas como Microsoft, aquí se realizan eventos de teatro kabuki o ceremonias de té.
La especialización tan particular de las Frikiplazas no encaja con la noción general de una plaza comercial en México.
El recinto también ofrece incontables productos para coleccionistas y amantes del anime de Studio Ghibli o de Caballeros del Zodíaco; manga o historietas que inspiraron estas series; artículos para cosplay –o la práctica de disfrazarse– que les hace honor; el imaginario de ternura conocido como kawaii (del cual Hello Kitty y el mundo de Sanrio son los exponentes más viejos); y por supuesto, una nutrida oferta de alimentos. En el área de comida rápida del tercer piso no se ven los arcos dorados de McDonald’s ni huele a las pizzas casi instantáneas de Domino’s.
Ningún vaso de Starbucks está a la vista. Ni siquiera la ubicua cadena de Subway tiene un espacio aquí. En su lugar, hay varios locales originales que ofrecen platillos como marquesitas de matcha, panes al vapor en forma de animales o bubble tea de horchata. Hay un local de ramen con salchichas y otro de pizzas rellenas de hamburguesas. “El ‘friki’ que nos visita no viene por las cosas populares”, explica Lucas, refiriéndose al término con el que se autodescriben los visitantes. “Viene precisamente porque aquí hay cosas raras, frikis, incluyendo comida.”
La especialización tan particular de las Frikiplazas no encaja con la noción general de una plaza comercial en México. No tiene estacionamiento propio, tiendas departamentales ancla o anuncios gigantes de marcas como Apple o Forever 21; aunque sí cuenta con seguridad privada, aire acondicionado y espectaculares de los fideos Nissin y computadoras Lenovo.

Las Frikiplazas no están particularmente producidas –a cada una la adornan grafitis de personajes de cómics o de anime, que son elegidos al gusto de cada administración–, pero sí son sumamente populares. Lucas asegura que durante un fin de semana cualquiera llegan entre 12,000 y 15,000 visitantes a esta Frikiplaza nada más, ubicada sobre Eje Central Lázaro Cárdenas, a escasos metros del Palacio de Bellas Artes y de la Torre Latinoamericana, en la Ciudad de México.
La gran demanda de manga –un tipo de cómic japonés– y de otros productos nipones y surcoreanos permitieron el surgimiento de plazas especializadas, como las de la marca Frikiplaza.
En poco más de una década, las Frikiplazas como esta y otras parecidas se han convertido en universos de contracultura en el país. Esto impulsadas por un público renuente a consumir la cultura popular proveniente de mercados occidentales. No es que Estados Unidos esté completamente ausente. Varios locales venden memorabilia, videojuegos y películas originales de Star Wars, Game of Thrones y todos los superhéroes de DC y Marvel. Pero comparado con la demanda de productos y personajes japoneses o surcoreanos, la presencia estadounidense es minoría en este lugar –y tomando en cuenta que esto se replica en Frikiplazas y similares esparcidas por las principales ciudades de México, comprender el atractivo de la cultura pop asiática merece atención–.
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VARIEDAD OBLIGADA
“Internet ha permitido una democratización del consumo de contenido”. Alfredo Delgadillo, general manager de Universal Music de México, habla en específico sobre la industria musical. Sin embargo, su comentario aplica para el entretenimiento y la cultura en general. “No es algo que diga solamente yo. Todos saben que ha brindado accesibilidad a otros contenidos alejados del mainstream”.
Este hecho –el surgimiento de plataformas como YouTube, Spotify y de servicios de búsqueda como Google– fue precisamente lo que impulsó la creación de la primera Frikiplaza hace más de una década.
Una afición particular por el anime ya existía en México desde los años 80 y 90. “Dragon Ball Z, Pokémon, Caballeros del Zodiaco, Candy Candy, Remi… la fiebre del anime estuvo muy en boga en esa época”, dice Densho Shinoda, periodista especializado en videojuegos y tecnología. Estos animes eran parte de la programación habitual de la televisión abierta mexicana, e incluso la música introductoria de cada programa se volvió parte de los recuerdos infantiles de quienes crecieron en esa generación.
“Después del 2000, la difusión del anime comenzó a hacerse vía Internet”, aclara Shinoda. Otras series como Naruto, Death Note y One Piece empezaron a popularizarse, abriendo las puertas para que creciera un mercado hambriento de más contenido japonés. Parte de ese material no se distribuía de manera masiva en televisión nacional o vía satélite. “Eso creó la demanda para lugares como la Frikiplaza, donde podías ir a comprar una película completa o videojuegos raros”, agrega.
En poco más de una década, las frikiplazas y otras parecidas se han convertido en universos de contracultura en el país.
La Administración de Plazas Especializadas (APE) es el grupo encargado de operar tanto a las Frikiplazas como a las populares ocaciones de la Plaza de la Computación. El grupo, cuyos dueños son empresarios principalmente judíos, también administra otros formatos similares, como la Plaza de la Mujer y Plaza Coacalco.
Fue en una de las Plazas de la Computación, conocidas por su oferta de electrónicos, accesorios y reparaciones, donde entre 2003 y 2005 comenzó a surgir esta demanda particular de productos para geeks: videojuegos, consolas, cómics, anime y coleccionables de personajes que un puñado de curiosos estaban descubriendo al meterse en los rincones profundos de Internet.
Al ver que esta oferta era negocio –Shinoda asegura que algunos videojuegos japoneses podían encontrarse 1,000% más caros en algunos locales de las Frikiplazas–, APE fue estandarizando y mejorando su modelo. “Empezamos a cambiar comportamientos entre los locatarios”, describe Lucas, explicando que muchos de ellos, al sólo rentar el espacio, no solían atenerse a los estándares de atención y servicio que APE buscaba. “Implementamos multas o rescindimos contratos si no cambiaban de mentalidad como empresarios. Queríamos que dejaran de pensar en sólo vender por vender”, afirma.
Considerando que la piratería en el país es rampante –según la Encuesta para la medición de la piratería en México, realizada por el ITAM y la Coalición por el Acceso Legal a la Cultura A.C., 49.1 millones de mexicanos consumieron algún tipo de producto pirata entre abril de 2016 y el mismo mes de 2017–, esto que ocurre
en las Frikiplazas no es tema menor. “Los consumidores vienen a buscar material o figuras originales, y están dispuestos a pagar el precio”, señala Lucas.
Con una renta promedio de $15,000 mensuales en espacios de 3×2 m2, los locatarios se han visto casi forzados a brindar mercancía original y a ofrecer un mejor servicio. Necesitan que su ticket promedio sea alto y que sus clientes sean recurrentes. Pese a que Lucas asegura que el mejor momento de las Frikiplazas fue hace un par de años, para los consumidores ‘frikis’ y geeks mexicanos siguen siendo relevantes.
La Frikiplaza de Eje Central es destino obligado de quienes buscan manga original. Mexicomics, una tienda en el sótano del edificio que distribuye material oficial de Panini Comics y Panini Manga, es uno de los locales con mayor afluencia. También van ahí quienes quieren videojuegos, como el de League of Legends, a mejor precio, un figurín de Sailor Moon de colección de hasta $2,000 o incluso, un par de pupilentes de colores como los que usan los miembros de BTS, el grupo de K-pop del momento. En particular, todo el producto hallyu –aquello que pertenece a la “ola” del K-pop, que incluye música, series dramáticas y videos– tiene un público exigente, dispuesto a pagar hasta $800 por discos dobles con tarjetas coleccionables y fotografías de sus grupos favoritos.
SUBIRSE A LA OLA
El fenómeno del K-pop está viviendo un momentum. Pese a que el mainstream musical hoy está dominado por el reguetón y el género urbano –el colombiano J Balvin se convirtió en el artista más escuchado en Spotify a nivel mundial en junio pasado–, el K-pop ha crecido en popularidad. “Es un nicho pequeño pero importante”, señala Delgadillo, de Universal Music México.

El género, surgido en Corea del Sur hace un par de décadas con el objetivo de internacionalizar la cultura surcoreana, ha potenciado su éxito gracias, una vez más, a la exposición en Internet. Ayudó la popularidad del satírico video Gangnam Style del artista surcoreano PSY, que rompió récord en 2012 como el primero en alcanzar 1,000 millones de vistas en YouTube. A partir de ese año, “la gente se empezó a interesar más a través de las redes sociales”, coincide América Tessan, coordinadora de prensa y cultura del Centro Cultural Coreano en México. Abierto desde 2012 como parte de la Embajada de Corea del Sur en el país, el Centro ha sido juez y parte de la invasión hallyu. Además de organizar el capítulo nacional del K-Pop World Festival, una competencia global de baile y canto –“es requisito cantar en coreano para participar”, aclara Tessan–, el Centro ofrece clases gratuitas de coreano, que convocan a mil personas cada semestre.
La música K-pop y el espectáculo que la acompaña es hoy mucho más sofisticado que el Gangnam Style. “Los productores de K-pop se fueron con productores estadounidenses de hip-hop”, asegura Shinoda, “y están haciendo pop de calidad impresionante, del nivel o superior al pop noventero gringo”.
De acuerdo con datos de Spotify México, las reproducciones de Los principales exponentes de este género se incrementaron un 358% en el país entre 2016 y 2017. Después de Chile, México es el mercado más importante para las bandas surcoreanas
en Latinoamérica: ha sido el único país en lograr llenos totales de grupos como Super Junior y Big Bang en la Arena Ciudad de México y, de acuerdo con Tessan, recibió a más de 300,000 personas en el K-Con, una expo de K-pop realizada en 2017 durante dos días. Entre sus expositores también estuvieron marcas surcoreanas de cosméticos, como Tony Moly y Missha. “El K-beauty es parte importante del K-pop”, explica Tessan. “En Corea el segmento de cosméticos para hombres es muy fuerte”, agrega, y los miembros de los grupos más célebres son portavoces de algunas marcas que ya se venden en México.Los álbumes de BTS, Blackpink, Shinee y otros grupos del género, cada uno con costo superior a $400, están disponibles en tiendas como Mixup y Sanborns dentro de centros comerciales tradicionales. Sin embargo, muchos fanáticos visitan las distintas Frikiplazas del país para adquirir memorabilia y otros productos de ediciones especiales. El sitio Web de la marca muestra a la categoría de K-pop como una de sus principales atracciones: “baila y descubre todos los CD que puedes encontrar de la cultura coreana y lo mejor de todo es que son originales (sic)”.
Los elementos culturales como el K-pop y el manga son un puente para desarrollar un intercambio comercial más sólido con países como Corea del Sur y Japón.
¿Por qué es relevante que elementos como el K-pop tengan en México a un mercado pequeño pero creciente y lo suficientemente cautivo como para llenar recintos y crear centros comerciales especializados? Resultan ser un puente para desarrollar un intercambio comercial más sólido con los países asiáticos, en específico Corea del Sur. Tessan asegura que, en un principio, la popularidad del K-pop tenía el objetivo de ser una maquinaria de soft-power, aunque hoy ha cambiado su meta.
De hecho, “10% del turismo que llega a Corea del Sur son fanáticos del hallyu”, puntualiza. Además, entre 2016 y 2017 creció 6.9% el intercambio comercial entre el país asiático y México; un crecimiento de US$15,300 millones impulsado principalmente por el ingreso de marcas de maquillaje y cosméticos surcoreanos al país, según explica Tessan.
Dado el clima político bilateral con el gobierno de Donald Trump, México podría verse beneficiado a largo plazo por este crecimiento. Como menciona Sylvia Hernández Benítez, cofundadora de la firma de análisis de mercado y conexiones emocionales HeartData, “si algo pasa con el TLCAN, será responsabilidad de México desarrollar otros mercados”.
Casi el 80% de las exportaciones que hace México se van para Estados Unidos, y un 46% de las importaciones provienen de la nación estadounidense. Después de China y Alemania, Japón y Corea del Sur son nuestros siguientes socios comerciales importantes: The CIA World Factbook dice que 4.7% de las importaciones provienen de Japón, con quien tenemos un tratado de libre comercio desde 2005. Según el embajador de Corea del Sur en México, Kim Sangil, esta nación es “actualmente el sexto socio comercial de México”, así lo especificó en una conferencia de prensa en febrero pasado.
Los fans del K-pop en México llegan a pagar hasta $800 por paquetes originales de CD, tarjetas coleccionables y fotografías de sus grupos favoritos.
En ese mismo evento, el embajador expresó el interés de su país en presentar su candidatura como miembro asociado de la Alianza del Pacífico, un bloque comercial compuesto por México, Chile, Colombia y Perú. El pasado 23 de julio, en vísperas de una reunión con los líderes de estos países, la Secretaría de Relaciones Exteriores de México confirmó que Corea del Sur busca oficialmente ser parte de este bloque.
“El manga y el anime continúan siendo populares porque van de la mano, pero tratamos de escuchar a los clientes primarios (locatarios) y a los secundarios (consumidores). Si hacemos algún evento, ya no traemos a un personaje nada más por traerlo”. Esta práctica de escuchar y responder a lo que pide el mercado ha resultado ser una gran estrategia dentro de esta Frikiplaza –y tal vez puede tener el mismo efecto si, a unas cuadras de distancia, en la Secretaría de Relaciones Exteriores, también se decidiera implementar–.
EL MEJOR HALAGO
“Hay algunos locales de aquí que se han vuelto marcas”, dice Carlos Alberto Lucas, orgulloso sobre lo que ha ocurrido en algunas Frikiplazas en la última década. “Ahora buscamos que ellos sean los que exporten y crezcan”. Entre la demanda de productos inspirados en las culturas del anime, manga y K-pop, algunos locatarios han optado por producir en vez de importar. En una especie de fan art y homenajes a sus personajes preferidos, creadores mexicanos han desarrollado líneas de ropa, disfraces e incluso, cadenas de comida rápida y otros alimentos.
El caso de Soul Kawaii es uno de ellos. Inspiradas en el imaginario kawaii, aquel caracterizado por grandes y expresivos ojos que dan un aspecto de tierno, Alejandra Flores y su socia decidieron crear una línea de peluches diseñada y fabricada por ellas. “Las vendemos en algunas tiendas de la Frikiplaza y en nuestra tienda en línea”, explica Flores. En la opinión de Lucas, lo que están haciendo personas como ella, es capitalizar las áreas de oportunidad de algunos productores asiáticos. “Vemos que a la gente le gusta esa moda y comida, ¿y qué crees? Aquí también se puede elaborar. Sale más barato hacerlo que importarlo”, asegura. “Si eres un microempresario, es más fácil para ti hacerlo y además, le das un toque personal”.
“Estos entrepreneurs están surgiendo para adaptar el estilo kawaii al mercado mexicano”, opina Densho Shinoda sobre Soul Kawaii. “Estas chicas hicieron una cochinilla kawaii, de muy buena calidad, con inspiración japonesa e influencia mexicana. Hay varias como ellas que hacen lo mismo con comida y otros productos”. Soul Kawaii aún no exporta, aunque es un área que, si sigue siendo negocio, podría explorar mercados de Latinoamérica, como Chile o Perú.
