A medida que la tecnología se adentra en el espacio laboral, algunos empleados la están rechazando.
Hace unos años, en hoteles de cinco ciudades, Marriott presentó una nueva aplicación: se suponía que le ahorrara temp a las mucamas al avisarles qué habitaciones debían limpiar. Fue un desastre.
Las empleadas terminaron yendo y viniendo entre habitaciones en diferentes pisos; sintieron que la app las hacía menos eficientes. Además, les preocupaba el hecho de ser regañadas por sus jefes por no terminar su trabajo a tiempo.
“Una caza absurda” es como Rachel Gumpert, portavoz de Unite Here, el sindicato que representa a las amas de llaves de Marriott, describe el episodio.
Varios meses después, los trabajadores de Marriott se declararon en huelga; en parte debido a las nuevas tecnologías como esta aplicación.
En diciembre, luego de intensas negociaciones, los empleados obtuvieron una concesión notable: un nuevo contrato que requiere que la gerencia les informe con 165 días de anticipación sobre las nuevas tecnologías para que puedan plantear cualquier inquietud al respecto.
El acuerdo de Marriott destaca cómo los sindicatos están presionando cada vez más para proteger a sus agremiados del implacable avance de la tecnología en el lugar de trabajo.
Recientemente, el personal de los casinos, los periodistas e incluso, los jugadores profesionales de basquetbol en Estados Unidos han negociado contratos que dictan términos como reentrenar a los trabajadores desplazados por la tecnología; así como limitar la forma en que las empresas pueden utilizar los datos que recopilan sobre los empleados desde sus dispositivos.
Las corporaciones casi no se han pronunciado públicamente sobre el fenómeno. Marriott, por ejemplo, se negó a comentar más allá de la afirmación de que desde entonces ha modificado su app de limpieza para que las mucamas tengan más control sobre sus tareas diarias.
“Es habitual que trabajemos con nuestros asociados y solicitemos comentarios cuando implementamos nuevos procedimientos en nuestros hoteles”, dijo Marriott.
Matthew Scherer, un abogado que se especializa en tecnología para la firma de abogados Littler Mendelson y quien representa a las corporaciones en asuntos laborales, asegura que la mayoría de las compañías no tienen en cuenta las crecientes preocupaciones de los empleados por la tecnología.
Al hablar con clientes corporativos, Scherer recomienda que tomen en serio las dudas de los trabajadores para que los gerentes puedan abordarlas antes de que se precipiten en sus decisiones y obstaculicen el negocio. “No me queda del todo claro cómo responderán las corporaciones estadounidenses o cuándo tendrán su momento Sputnik, por decirlo de alguna forma”, agrega Scherer.
Independientemente del caso, todos coinciden en que la innovación eliminará algunos empleos
al tiempo que abre la puerta a nuevos. La batalla se centra en cómo amortiguar el impacto de, digamos, las tiendas que cambian a usar sistemas de autoservicio en lugar de emplear cajeros humanos.
En el pasado, los trabajadores a menudo se han organizado para resistirse a la nueva tecnología
y, en algunos casos, incluso para rebelarse contra ella, como en el siglo XIX cuando los sastres en Europa incendiaron fábricas llenas de nuevos telares mecánicos. Pero en estos días, los líderes sindicales están tomando un enfoque más mesurado.
“El trabajo no va a desaparecer”, señala Damon Silvers, director de política y consejero de AFL
CIO, la federación sindical más grande de Estados Unidos. “Se crearán nuevos empleos y la definición de los existentes cambiará”.
Sin duda, durante años los sindicatos han negociado sobre la tecnología y la automatización. (Sólo basta observar a la industria automotriz). Pero la lucha es cada vez más acerca del software en lugar de los robots industriales, un gran asesino de empleos durante décadas.
En sus negociaciones contractuales en 2017, la National Basketball Players Association, que representa a los jugadores de la NBA, apuntó hacia los dispositivos portátiles. El sindicato pudo establecer reglas que prohíben a los equipos, en ciertas situaciones, utilizar el estado de salud del jugador y los datos de rendimiento que se obtienen de los fitness trackers.
La información del ritmo cardíaco recopilada durante el entrenamiento o los juegos puede mostrar que un jugador no está en forma, por ejemplo. Bajo las reglas, los equipos pueden usar estos datos durante los juegos para ayudar a planear diferentes estrategias.
Pero no pueden tenerlos en cuenta a la hora de negociar contratos individuales de jugadores de la NBA porque, como explica el deputy general counsel del sindicato de la NBA, David Foster, la información puede ser inexacta.
La realidad, por supuesto, es que la mayoría de los trabajadores de Estados Unidos (y de otros países) no tienen el poder de negociación de las estrellas de la NBA. Aunque vale la pena resaltar que el personal de limpieza de Marriott pudo obtener algunas protecciones en su contrato reciente, que fue similar a uno que su sindicato negoció el año pasado en representación de los trabajadores de los casinos de Las Vegas.
Además de exigir que Marriott le brinde al sindicato un aviso sobre cualquier nueva tecnología, garantiza la capacitación laboral para cualquier persona desplazada.
Un ama de llaves podría convertirse en cocinera, por ejemplo, y ponerse a trabajar en el mismo hotel o en uno cercano. El lenguaje del contrato cubre las complicaciones de escenarios futuristas –como robots que pueden limpiar habitaciones– y otros más que se presentan actualmente como la app que enfureció al personal de Marriot, señala Anand Singh, presidente de Unite Here en San Francisco.
“No tenemos todas las respuestas”, admite. Pero “no se puede contar con ningún aparato mágico para reubicar y volver a capacitar a los estadounidenses”, concluye.
Por Jonathan Vanian