Nace un dilema. En los países desarrollados, el promedio del número de nacimientos por mujer ha caído por debajo de 2.1 –el “nivel de reemplazo de la población”–. Esto puede ser bueno para un planeta con recursos agotados. Pero para las empresas y gobiernos, es un reto inminente.
Un efecto de la baja en la fecundidad –una relación en favor de los jubilados con respecto a las personas en edad de trabajar– ya está afectando las redes de seguridad social en Estados Unidos, Europa y Japón.
La caída de la tasa de natalidad también amenaza a industrias cuyo crecimiento depende de grupos de consumidores en constante expansión. Para resolver el problema se necesitan aumentos importantes en productividad y una mejor política migratoria. Estas soluciones son todo menos un juego de niños.
- Texto por Matt Heimer
- Gráfica por Nicolas Rapp
- Fuente: OCDE