La unión americana llega a su noche más celebrada del año, el 4 de julio. Pero en esta ocasión, bajo un turbulento entorno político que desafía décadas de alianzas comerciales y un crecimiento económico sostenido.
El 4 de julio de 1986, Estados Unidos celebró el 210º aniversario de su Independencia y el Centenario de la Estatua de la libertad. El entonces presidente, Ronald Reagan, pronunció un emotivo discurso al pie de la figura más icónica de toda la Unión Americana, reflexionando sobre el sueño de la libertad ideado por la causa independiente, una idea compartida por miles de personas que a la fecha buscan hacer del país vecino su hogar.
Estados Unidos se alista nuevamente para tintar el cielo de azul, rojo y blanco con elaborados fuegos artificiales en la noche más importante del año. Para mi suerte, seré testigo del concurrido espectáculo en el mismo puerto donde, 33 años antes, Reagan invitó a la fiesta tanto a nacionales como a extranjeros por igual. Pero para este año, el presidente Donald Trump ha propuesto una celebración en la capital estadounidense muy distinta a la que su predecesor favorito –el presidente número 40– conmemoró tres décadas atrás.
Vía Twitter, Trump anunció que para este año la temática designada para el 243º aniversario, “Un homenaje a América”, cobraría vida en el monumento a Lincoln en Washington, D.C. con una “gran exhibición de fuegos artificiales, entretenimiento y un mensaje de su presidente favorito”, refiriéndose a él mismo por supuesto.
A pesar de que la desaprobación del autodenominado “favorito”ronda el 52% –de acuerdo con la última encuesta realizada por la Universidad de Harvard y Harris Poll a mayo de 2019–, del turbulento ambiente político y comercial, así como de las predicciones de economistas alertando sobre una posible recesión económica, la nación tiene razones suficientes para engrasar el asador, preparar cientos de miles de hot-dogs y destapar unas heladas Budweiser para festejar un “Fourth of July” histórico.
EXPANSIÓN ECONÓMICA SOSTENIDA
… TO GOOD TO BE TRUE?
La economía estadounidense inició el año pisando fuerte con un incremento del 3.1% de su PIB con respecto del cuarto trimestre de 2018, batiendo expectativas de crecimiento del 2.3% para el primer trimestre de 2019 y continuando con su “lenta, pero segura” expansión.
De prolongar la tendencia durante el resto del año, Estados Unidos alcanzará el período más largo de expansión económica registrado desde los 50 –y justo una década después de superar la recesión financiera de 2008–.
Goldman Sachs estima que la economía mantendrá un ritmo de crecimiento por encima de las expectativas durante el primer semestre. Aunque para la segunda mitad del año disminuirá considerablemente a 1.8% y 1.6% para el tercer y cuarto trimestre respectivamente. La firma de inversión igualmente predice para este período que el efecto positivo derivado de los incentivos fiscales aprobados a finales de 2017, se habrá desvanecido.
Por otro lado, aun cuando la Oficina de Estadísticas Laborales anunció que al cierre
de mayo se sumaron solamente 75,000 nuevos empleos –una baja atribuida principalmente a los sectores exportadores afligidos por la guerra arancelaria con China– contra los 224,000 nuevos puestos de trabajo creados en abril, la tasa de desempleo permanece estable en 3.6%. Se trata del nivel más bajo registrado en casi 50 años, de acuerdo con el NYT.
Para Brian Rose, economista principal para las Américas de la división de servicios financieros de UBS, la fortaleza del mercado laboral se traducirá en un mayor gasto personal, así como en una mayor inversión residencial.
Tras ventas reportadas a la baja en abril (-0.2%), según la Federación Nacional de Minoristas (NRF por sus siglas en inglés), las ventas minoristas aumentaron un 0.5% en mayo “demostrando la confianza del consumidor ante un repunte en el ritmo de la economía en los próximos meses”, declaró Jack Kleinhenz, Economista en Jefe del organismo, tras revelar los resultados de las ventas minoristas a mayo.
No obstante, Kleinhenz también advirtió que mayores aranceles sin duda disminuirán la confianza del consumidor, retrocediendo su nivel de gastos.
La Universidad de Míchigan, que ha medido la confianza del consumidor por mas de cinco décadas, reportó para principios de junio a un consumidor más escéptico tras anunciarse los posibles aranceles contra las importaciones mexicanas, además de una preocupación ante la amenaza del aumento de aranceles hasta en un 25% para US$300,000 millones de importaciones chinas.
El fenómeno de un consumidor más desconfiado se refleja en las tasas de ahorro personal que al 2019 alcanzaron un 6.2% con respecto al PIB, una tasa dos veces más alta que las registradas antes del golpe recesivo del 2008.
Por otro lado, el Informe Trimestral sobre Deuda y Crédito emitido por el Centro de Datos Microeconómicos del Banco de la Reserva Federal de Nueva York reportó que la deuda total de los hogares aumentó en US$124,000 millones (0.9%) durante el primer trimestre de 2019, convirtiéndolo en el 19o trimestre consecutivo en reportar un aumento sostenido, alcanzando un máximo de deuda de US$13.67 trillion, por encima del máximo histórico previo de US$12.68 trillion registrado al cierre del tercer trimestre de 2008.
Ante la combinación de indicadores –aumento de deuda, guerra arancelaria, efectos de los incentivos fiscales a la baja– que apuntan a un menor crecimiento económico para el 2019, calculado en 2.6% para el 2019 y 2.1% para el 2020 de acuerdo con la Asociación Nacional de Economía y Empresa, algunos analistas, entre ellos la propia Asociación y BBVA, proyectan una posible recesión durante los próximos 24 meses.
Para Ed Tran, Jefe de Estrategia del Mercado de Acciones para las Américas de UBS, la perspectiva de crecimiento económico se encuentra aún en niveles saludables.
Según Tran, el “worst case scenario” se daría a partir de un quiebre en las relaciones comerciales con China y el aumento de aranceles al 25% sobre un total de importaciones de US$300,000 millones. Siendo más precisos, Tran calcula la probabilidad de que este evento suceda en un 30%.
Las reacciones de la Reserva Federal de Nueva York sobre las tasas de interés durante la segunda mitad del año serán el mejor indicador para medir la temperatura de la economía estadounidense.
Previo al anuncio de junio en el que la Fed decidió mantener tasas estables, el presidente Trump consultó con su equipo legal en varias ocasiones las posibilidades de remover a Jerome H. Powell, un ataque casi sin precedentes contra el dirigente del Banco Central y el propio organismo. Powell, en respuesta, ha declarado que planea cumplir con su mandato hasta el fin de su período designado a febrero de 2022.
EE.UU. VS. CHINA
EL DUELO DE TITANES CONTINÚA
La constante durante 2019 –dado un impulsivo Donald Trump que tiende a mezclar temas y tomar decisiones precipitadas bajo una visión de suma cero– ha sido y continuará siendo el duelo EE.UU. vs. China, tanto en el frente comercial como en el tecnológico.
En el mes de mayo, la administración de Estados Unidos aumentó de 10 a 25% los aranceles aplicables a US$200,000 millones en productos chinos como equipaje, colchones, bolsos, bicicletas, aspiradoras y aparatos de aire acondicionado, entre otros, como solución al déficit comercial con el país asiático.
Trump, quien orgullosamente se autonombra “Tariff Man”, también ha planteado que los aranceles son una estrategia efectiva contra las prácticas comerciales desleales a las que China y otros países –incluidos India y sus principales socios comerciales México y Canadá– han sometido a EE.UU. por décadas.
Bajo esta línea, Trump amenazó en junio con imponer aranceles adicionales hasta alcanzar un valor de US$300,000 millones en bienes importados de China, incluyendo en el pool de bienes de consumo afectados: juguetes, ropa, calzado, electrodomésticos y televisiones, reportó CNN Business.
En una carta fechada al 13 de junio y titulada “Tariffs Hurt the Heartland” (“Los Aranceles Perjudican a Nuestra Nación”), más de 600 compañías y cámaras de comercio –incluidos los mayores empleadores a nivel nacional como Walmart, Costco y Target, y otras marcas como Gap, Levi Strauss, Puma e Ikea de Norteamérica– advierten al presidente y miembros de su gabinete sobre los efectos de continuar la tensión comercial con China.
Particularmente, el riesgo de perder más de dos millones de empleos, aumentar el promedio de gastos del hogar para una familia de cuatro en US$2,000 anuales y reducir el PIB nacional hasta en 1%.
Christine Lagarde, directora general del Fondo Monetario Internacional, también ha advertido sobre los efectos de imponer aranceles adicionales que, incluyendo los ya instalados, ascienden a una pérdida de hasta US$455,000 millones y una reducción del PIB global del 0.5%.
El electorado estadounidense se encuentra dividido respecto a las estrategias activadas por el Tariff Man contra China, con un índice de aprobación del 53% sobre la decisión de aumentar de 10 a 25% los aranceles sobre US$200,000 millones en productos chinos, de acuerdo con la encuesta Harvard-Harris. Ante la pregunta de aplicar un arancel del 25% sobre un total de US$300,000 millones en productos chinos, el 52% de los encuestados aprobarían la decisión.
En el frente tecnológico, los electores muestran cierta preocupación ante una posible supremacía asiática hacia futuro. Dos terceras partes de los encuestados respondieron estar “muy” o “algo” preocupados de que Estados Unidos pierda su ventaja tecnológica frente a China; por lo que, apoyan en un 57% una respuesta frontal contra las grandes compañías tecnológicas de oriente.
Por ejemplo, en el caso de Huawei –el fabricante de equipos de telecomunicaciones número uno y el segundo fabricante de teléfonos inteligentes a nivel mundial–, la Unión Americana lo colocó en una lista negra de importación bajo la justificación de que sus equipos representan riesgos a la seguridad nacional.
El fundador y CEO de Huawei, Ren Zhengfei, anunció en junio desde los headquarters de la compañía en Shenzhen, China, que como resultado de las acciones por parte de Estados Unidos, las exportaciones de teléfonos inteligentes cayeron 40% tan sólo el mes pasado. A la fecha, la pérdida total en ingresos del bloqueo a Huawei se calcula en US$30,000 millones.
Marc Champion de Bloomberg describe perfectamente cómo la “Guerra Fría 2.0” entre Estados Unidos y China va levantando poco a poco no una cortina de hierro, sino más bien un muro digital en donde en una mitad del mundo los vehículos autónomos son fabricados por Baidu, los internautas se conectan a una red 5G de Huawei y publican selfies con WeChat.
En la otra mitad, la población reproduce las mismas actividades pero de la mano de Amazon, Google, Facebook, Tesla y Ericsson.
A pesar de los esfuerzos de la administración de Trump por paralizar las operaciones de compañías como Huawei en países aliados y mercados clave –al contrario de Reagan que contó con el respaldo incondicional de la primera ministra británica Margaret Thatcher– Champion argumenta que el Reino Unido y otros países buscarán colocarse en una posición neutral entre las dos superpotencias, tomando ventaja de la oferta tecnológica de ambos gigantes para sus propios proyectos de infraestructura.
Champion también argumenta, con justa razón, que las medidas proteccionistas que ha tomado la actual administración podrían acelerar la trayectoria del gigante asiático hacia la autosuficiencia tecnológica.
Ya hemos advertido en Fortune en Español con anterioridad cómo las condiciones propias de China –regulación estatal, censura mediática y una población masiva– dieron pie al crecimiento de gigantes como Alibaba o Tencent, que hoy son capaces de competir contra Occidente con una propuesta de valor equiparable en tamaño y costos.
Muchas de estas empresas acostumbradas a innovar en condiciones altamente restringidas, el bloqueo comercial impuesto por Estados Unidos representa una nueva oportunidad para replantear estrategias en mercados alternos.
Por lo tanto, la Unión Americana no debe tomar a la ligera que aún encabeza los rankings mundiales de productividad industrial y competitividad.
El índice Global de Competitividad 4.0 al 2018 publicado por el Fondo Monetario Internacional –que considera a la productividad como la variable más importante para lograr un crecimiento sostenido en la cuarta revolución industrial (4IR)– ubica al vecino del norte en la primera posición de 140 con una calificación de 85.6 puntos sobre 100.
Esto evaluando 12 indicadores centrales como la estabilidad macroeconómica, capacidad para innovar y adopción de tecnologías de la información, entre otros. China alcanza apenas una posición entre el top 30 –la número 28– con 72.6 puntos.
CARRERA PRESIDENCIAL
UNA FIESTA DEMOCRÁTICA
Aunque las elecciones presidenciales para elegir al próximo ocupante de la Oficina Oval hacia el 2024 no habrán de suceder hasta en unos 500 días más, la fiesta ya empezó.
La antesala a las primarias ha probado ser un evento digno de registrarse en el libro de Récords Guinness, con más de 20 precandidatos persiguiendo la codiciada nominación para representar al partido Demócrata, ofertando al electorado una extensa gama de perfiles, ideologías, propuestas y trayectorias.
En el 2020, particularmente, la ley del más fuerte determinará la opción que un 42% de votantes registrados elegirían al día de hoy por sobre el 38% que afirma que votaría o probablemente votaría por el actual inquilino de la Casa Blanca, según reporta la encuesta Harvard-Harris.
Del otro lado del pasillo, aunque la nominación por el partido Republicano esté casi asegurada para Donald Trump, quien oficialmente anunció su reelección bajo el slogan “Keep America Great”, el mes pasado en el estado amigo de Florida, el camino no pinta nada fácil.
El estratega político y experto encuestador, Bill McInturff, avista una evolución en los términos “liberal,” “moderado” o “conservador”, como uno de los principales retos de la campaña.
Aunque aún se identifican valores y causas únicas abanderadas por ambos partidos –como la reforma migratoria, un tópico central para los demócratas, y la reducción de impuestos, una prioridad para los republicanos–, la composición del electorado base se ha transformado significativamente.
Ello al punto en que durante los siguientes 500 días se podrán testear múltiples propuestas en un espectro ideológico más amplio.
Un segundo reto identificado por McInturff es atraer generaciones de votantes más jóvenes cuyas preocupaciones –siendo el cambio climático el más importante– chocan con los intereses del partido republicano.
Los datos recopilados por McInturff arrojan una mayor desaprobación de la Generación Z y Millennial hacia el partido en el poder, siendo que ambos grupos se volcaron a las urnas durante las intermedias de 2018 con números récord. De estas elecciones surgió la actual 116o Legislatura, que es la más diversa y equilibrada –en cuanto a género– en la historia política de Estados Unidos.
Aun cuando 57% de los electores estadounidenses sienten cierta aversión por el estilo personal del presidente Trump, de acuerdo con la encuesta de Harvard-Harris, esto no significa que descartan por completo favorecerlo con un voto con tal de prolongar ciertas políticas públicas.
Bajo este escenario, la carta más fuerte del actual presidente, observa McIntruff, será el presumir la fortaleza económica ante un embate arancelario, así como los niveles de empleo históricos alcanzados tanto a nivel nacional, como entre minorías latino y afroamericanas.
Lo que es un hecho es que Trump continuará valiéndose de su figura pública, de sus irreverentes tuits y, aún cuando la ratificación del T-MEC avanza sin mayor contratiempo, de sus desatinados pronunciamientos contra México. Todo esto para sumar y sumar adeptos durante los próximos 500 días.
HAPPY 4TH!
En su discurso del ’86, Reagan advirtió cómo a lo largo de la historia “el único peligro permanente para lograr total libertad son los límites impuestos desde dentro”. De esta manera, las palabras de una de las figuras más emblemáticas en la historia de la política estadounidense encajan a la perfección con el contexto actual.
Pero advertía también que las razones para celebrar superaban en número cualquier malestar que la nación atravesara en esos momentos. Hoy, 33 años después de que la antorcha en manos de Lady Liberty fuera encendida de nuevo, la llama arde más fuerte que nunca.
¿QUÉ DICEN LOS EXPERTOS?
Gabriela Santos, Global Market Strategist de J.P. Morgan Asset Management y José Antonio Montenegro, director y presentador del programa GloboEconomía en CNN y editor in chief de DesdeWallStreet.TV, hablan en exclusiva para Fortune en Español.
Aunque las perspectivas de crecimiento de la economía de EE.UU. son positivas, algunos economistas consideran posible una recesión antes de que el próximo presidente asuma funciones. ¿Qué tan cierta es esta afirmación?
G.S.: Esperamos que la economía de EE.UU. crezca entre 1.5% y 2% para 2019 y 2020, un ritmo menor al 3% del año pasado.
Este es el resultado de la reducción del estímulo fiscal, así como de la incertidumbre generada por la política comercial sobre la confianza e inversión de las empresas. El área de fortaleza sigue siendo el consumidor.
En general, esta es una economía de ciclo tardío con probabilidades de recesión en aumento, pero para presenciar un fin de ciclo necesitamos un catalizador. En el pasado, han sido frenos demasiado fuertes por parte de la Reserva Federal o choques externos los grandes catalizadores.
Consideramos que las probabilidades de que suceda lo primero son bajas, especialmente ahora con una expectativa de recortes en las tasas de interés en la segunda mitad del año.
Como resultado, la próxima recesión probablemente será causada por un shock externo. Las probabilidades de que ese shock sea originado por las tarifas impuestas han aumentado, aunque no prevemos que sea el caso al momento.
J.A.M.: La economía estadounidense está a punto de alcanzar en julio el período de crecimiento sostenido más largo de su historia, superando el de 1991-2001 que hasta ahora lideraba ese ranking.
Es normal que haya muchos economistas que apuesten por un fin de ciclo y una recesión, aunque sea corta y rápida.
El que haya recesión o no está directamente relacionado con la evolución de las guerras comerciales abiertas por la administración Trump, que a la vez afectarán a la economía global.
Christine Lagarde, directora general del FMI, alertó recientemente sobre el impacto global de la guerra comercial entre EE.UU. y China que podría reducir aún más la inversión, la productividad y el crecimiento, tanto de los dos países protagonistas como del resto del mundo. ¿Qué tanto deben preocuparse los mercados latinoamericanos?
G.S.: La incertidumbre generada por las tensiones comerciales entre EE.UU. y China –y entre EE.UU. y otros países– será una constante este año.
Si bien es poco probable que las tarifas aumenten aún más, las ya impuestas y la incertidumbre general seguirán afectando la confianza e inversión de las empresas.
Esto se traduce en un menor crecimiento global (incluso en EE.UU.) y en un menor apetito por el riesgo por parte de los inversionistas. Aunque Latinoamérica no está directamente en el ojo de la tormenta, con excepción de México, la región podría sufrir un impacto negativo indirecto, atribuible a una menor demanda externa de sus bienes y a una disminución en el apetito de los inversores por sus activos financieros.
J.A.M.: Debemos estar preocupados. Si las tarifas arancelarias aumentan entre China y EE.UU., bajará sensiblemente el crecimiento y la productividad de los dos países y de todo el mundo.
Latinoamérica, en su condición productora y exportadora de commodities, pero también sosteniendo una relación muy estrecha con las economías de esos dos países en otros aspectos, se verá afectada seriamente.